09 sep 2020

¿Sería positiva una unión del mercado de capitales en Europa?

El acceso al mercado de deuda o de capitales de las empresas españolas es diferente al de las francesas. Tampoco tiene nada que ver con el de las firmas italianas, alemanas o griegas. Traducido a la práctica, estas diferencias pueden hacer que una compañía nacional pague una tasa de, por ejemplo, el 3% por financiarse mientras que una griega del mismo sector abone el 7% y una alemana el 2%. ¿Por qué sucede? Pues porque la Unión Europea carece, precisamente, de unidad en el mercado de capitales.

Normativa ´individual´

En cada país europeo rigen unas normas que solo afectan a su territorio a la hora de acceder al mercado financiero. Lo mismo ocurre con las bolsas, con un regulador diferente por cada país (en España la CNMV), y con diversas tasas y comisiones por cada operación que se quiera realizar en el mercado (como emitir bonos o pagarés).

Por si fuera poco, los inconvenientes de esta disgregación no se limitan exclusivamente a dificultar (o encarecer) el acceso a la financiación bancaria de unas empresas respecto a otras. También supone un obstáculo para la proliferación de otro tipo de inversores (como el capital privado y los fondos de capital riesgo). Aunque quizá lo más negativo es que aleja al mercado financiero de la mayoría de los pequeños ahorradores, cuya implicación sería fundamental para que los nuevos negocios ampliaran sus horizontes de financiación.

Por todo ello, la Unión de los Mercados de Capitales (UMC), que la UE estudia, sería una medida extraordinaria tanto para las pymes como para la economía del país. Y es que una de las misiones de un mercado integrado de capitales es servir de plataforma para que el ahorro de las familias se vuelque en la economía real de una nación y en la de sus empresas.

El interés de Bruselas

A la vista está que la mayor participación del inversor minorista que el UMC promulga impulsaría el crecimiento económico de la Unión. De ahí el interés de Bruselas por alcanzar la unificación de las bolsas del Viejo Continente. Sin duda, una vez logrado tal objetivo, y tras eliminar las mil y una regulaciones diferentes que rigen en cada mercado financiero nacional, llegaría el momento de mejorar la educación financiera de los ciudadanos, que son los que deben dar el paso de abandonar su condición de simples perceptores de salarios para convertirse en propietarios de empresas.

Con todo, estos objetivos se quedarán en nada si se mantiene el pírrico número de emisiones corporativas que existe en la actualidad. Tanto es así que en 2019 no hubo ningún nuevo integrante en el Mercado Continuo y solo tres estrenos en el Mercado Alternativo Bursátil (el más indicado para las pymes). Si nos centramos en la pequeña y mediana empresa, esta sequía es muy negativa. Las pymes son el motor de crecimiento principal de España y al ignorar la opción del mercado de capitales, estas firmas se cierran el acceso a una financiación que las ayudaría a generar empleo e inversiones. ¿Resultado? Su participación en la generación de riqueza es menor y sus posibilidades de supervivencia a una crisis como la actual si la opción de los mercados financieros descienden de forma importante.

Urge, por tanto, avanzar en la UMC y en la elaboración de un plan que fomente que las firmas emitan acciones.  Con ello los hogares ganarían en solvencia y, también, las propias empresas, que financiarían su crecimiento con capital y no con deuda, lo que las hará más resistentes a una crisis de liquidez o de crédito.

Unión del Mercado de Capitales

Esta unión también lograría que los intereses de las empresas estén conectados con los de la sociedad (ya que invierte en ellas) a través de sus participaciones en bolsa. Con ello se ganaría en solidez. Pero, cuidado, también supone un riesgo, ya que las firmas más débiles pueden contagiar su situación a la economía real del país.

De ahí que uno de los objetivos de la UMC sea contar con herramientas que permitan a las gestoras de activos encaminar las inversiones de los pequeños accionistas hacia las firmas que presentan una mayor fiabilidad. Esto, que debería ser algo obvio y logrado en todos los países de la UE no es tan sencillo por el maremágnum normativo que, en la actualidad, rige en los mercados financieros comunitarios.

Desenmarañar la madeja burocrática de los mercados financieros y avanzar en la unificación se antoja por tanto una necesidad que mejoraría la estabilidad económica de un país, ya que lo haría más resistente a las crisis de deuda, y también sería muy positivo para las empresas, especialmente para las más pequeñas, ya que ampliarían con gran intensidad su abanico de inversores hasta el punto de convertir a toda la sociedad en prestamista. No cuesta demasiado imaginar las ventajas que esto implica en aras de reducir el riesgo financiero y para impulsar el crecimiento de los ingresos de la empresa y fomentar su expansión internacional. Con todo, lo mejor es que no se trata de un sueño utópico sino de un plan de la Unión Europea. Por ello la UMC es algo tangible y cuya implantación resolverá la supervivencia de cientos de miles de pymes y de autónomos. Eso sí, y como ya se ha dicho antes, es imprescindible mejorar la cultura financiera de los emprendedores con el objetivo de acercarlos a los mercados financieros.

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