10 ene 2021

Asalto al Capitolio

Arengados por el todavía presidente Donald Trump, cientos de partidarios del magnate irrumpieron el pasado 6 de enero en el Capitolio para impedir que el Congreso confirmase la victoria del demócrata Joe Biden en las elecciones del pasado noviembre. 

El asalto, que se ha saldado con cuatro muertos y más de 50 detenidos, no es sino el colofón de la lucha por mantenerse en el poder que el presidente Trump inició tras conocerse su derrota. A pesar de que muchos de los Estados donde el resultado ha estado más disputado han realizado hasta tres recuentos y de que las denuncias por supuestas irregularidades en los colegios electorales han sido desestimadas por los jueces, el presidente mantiene que hubo fraude electoral, sin ningún tipo de evidencia que lo respalde. Un discurso que comparten más de la mitad de los votantes republicanos, según las encuestas. Además de la evidente erosión institucional que dejan tras de sí sus cuatro años de legislatura, Estados Unidos estuvo el pasado miércoles al borde de no pasar una de las principales pruebas de salud democrática: una transición de poder pacífica. Los graves disturbios obligaron a suspender la sesión, ordenar el toque de queda y desplegar la Guardia Nacional en Washington. Unas horas más tarde, cuando se recuperó el control de la situación, el Capitolio se reunió de nuevo para certificar la victoria de Biden por 305 votos electorales. El presidente entrante, que tomará posesión el próximo 20 de enero, contará con un amplio margen de maniobra ya que los demócratas tienen sendas mayorías en  las dos cámaras. La victoria de los dos candidatos demócratas en Georgia, donde se tuvieron que repetir las elecciones al Senado, permitirá a Biden llevar a cabo su agenda política con relativa facilidad, al menos hasta las elecciones de mitad de período, previstas para 2022. Las consecuencias para el presidente saliente son, aún, inciertas. De hecho, sobrevuela la posibilidad de que sea sometido a un segundo juicio político o “impeachment” antes de que abandone el cargo  (el segundo de su mandato). De esta forma, se evitaría que el presidente Trump se presentase a la reelección en 2024, una opción que muchos en Estados Unidos temen que ocurra.

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