19 jul 2021

El momento del intraemprendimiento

Las ideas innovadoras que surjan dentro de la propia compañía se antojan como una de las mejores soluciones para que las empresas puedan seguir creciendo en un contexto de recuperación económica en el que la competencia es máxima.

La pandemia ha roto uno de los principios más sólidos, quizá el que más, que rigen las decisiones empresariales: el crecimiento. De repente, el objetivo no era ganar, ganar y ganar más y más dinero sino que bastaba con sobrevivir. Las viejas estrategias que se enfocan en exclusiva hacia el objetivo del crecimiento acabaron en la papelera y tocaba echar mano de otra hoja de ruta completamente diferente.

Por desgracia, muchas empresas aún siguen persiguiendo el fin de sobrevivir. Otras han abandonado ese objetivo y han tenido que cerrar sus puertas. Por fortuna, otras muchas están saliendo del hoyo y enfocan de nuevo su día a día con la misión de regresar a la senda del crecimiento. Para lograrlo, solo existen dos caminos: el orgánico y el inorgánico. Este último pasa por comprar una firma rival o complementaria (léase CaixaBank con Bankia, por ejemplo) con la que crecer en ingresos al tiempo que se obtienen más beneficios con las sinergias o recortes.

Salta a la vista que el gran problema que presenta el crecimiento inorgánico, además de la integración de dos negocios y dos culturas diferentes, es el músculo financiero que hace falta para afrontar una adquisición de envergadura. Si tenemos en cuenta que la pandemia ha dejado tiritando las cuentas de muchas empresas, es lógico que gran parte del tejido productivo nacional recurra al crecimiento orgánico para afrontar el futuro.

¿Pero en qué consiste el tan cacareado crecimiento orgánico? Pues simple y llanamente en darle a la materia gris para desarrollar nuevas modelos de negocio y servicios o diseñar productos innovadores. En definitiva, diversificar las fuentes de ingresos, porque solo así se podrá incrementar la facturación de una empresa en la era post-Covid. Máxime en un momento en el que la digitalización amenaza con llenar el terreno de juego de minas (léase disrupcciones) capaces de terminar de un plumazo con la ventaja competitiva que pudiera tener un producto o servicio concreto.

En otras palabras, lo que se tenía antes del Covid como producto o servicio estrella puede que no baste para asegurar el crecimiento futuro. Por dicho motivo, las empresas que tengan la sana intención de aspirar a elevar sus ingresos y beneficios sin comprar una firma rival están obligadas a salir de su zona de confort e innovar fuera de su negocio tradicional. En aras de lograr este objetivo, el intraemprendimiento puede convertirse en un potente aliado del empresario. Es más, un reciente informe de la consultora Mckinsey desvela que el emprendimiento que tiene su origen dentro de la compañía ya ha sido un aliado de muchos durante la pandemia, al permitir a esos negocios crecer a tasas superiores que la media de sus sectores.

Quizá se pueda pensar que diseñar una cultura innovadora para que los propios empleados se conviertan en generadores de ideas novedosas suena más a una start-up que a una empresa tradicional. Pues premio. Esa es la idea. Uno de los fines del intraempredimiento es convertir a un negocio de toda la vida en una empresa con un plan de negocio que lleva por título “renovarse o morir”. Por cierto, que el citado estudio también detalla que cerca de la mitad de las firmas que centraron su estrategia en diversificar las fuentes de ingresos no pasaron el más mínimo problema durante la pandemia frente al 80% que sí han sufrido dificultades de entre aquellas que han mantenido inalterables sus objetivos previos a la llegada del Covid a nuestras vidas.

Si a lo anterior le sumamos que el futuro es cada vez más digital, la respuesta es obvia: llega la era de las start-ups y del intraemprendimiento. Pero con esto no se quiere decir que todo deba centrarse ahora en la velocidad. Nada de eso. Si no se define con claridad el camino que las innovaciones deben seguir, el intraemprendimiento será un total fracaso aunque la empresa haya sido capaz de desarrollar innovaciones con inusitada agilidad.

Equivocarse en la ruta también también puede generar que nuestras disrupciones no tengan sentido al no ser las que el mercado espera. Por ello, la estrategia innovadora es fundamental para generar una cultura de emprendimiento interno exitosa. Algunos elementos claves para desarrollar la citada estrategia son: impulsar una cultura empresarial que fomente el cambio, ampliar la visión que los empleados tienen del mercado y de los consumidores, y fomentar la comunicación entre departamentos para favorecer el surgimiento de nuevas ideas.

Salta a la vista que el liderazgo pre-Covid no puede mantenerse en el mundo post-Covid. En la era de la digitalización, la competencia y la innovación se debe diseñar una gestión corporativa y de recursos humanos que fomente lo que las empresas necesitan ahora para seguir creciendo tanto en ingresos como en beneficios. Y en esa ardua tarea el intraemprendimiento es una herramienta de la que los negocios pueden y deben  servirse.

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