¿El inicio de algo nuevo?

Como se recordará, Tshisekedi ganó unos comicios particularmente anómalos, donde no solo sorprendió que no ganase el candidato del Frente Común por el Congo (FCC), el partido del ex presidente Joseph Kabila (en el poder entre 2001 y 2018), sino, porque ganó el candidato de la oposición que, aparentemente, tenía menos opciones. Las numerosas irregularidades durante el proceso electoral reforzaron las especulaciones que apuntaban a un acuerdo entre Tshisekedi y Kabila para alterar el proceso electoral y repartirse el poder. Un pacto en el que el FCC seguiría controlando las instituciones, sustentado en su mayoría en la Asamblea Nacional. Sin embargo, dos años después el marco político de la RDC se dirige hacia una dirección inesperada. A finales de 2020 el presidente Tshisekedi anunció la disolución de la coalición con el FCC, ante el escaso margen de maniobra que le otorgaba el partido de Kabila. Poco después el presidente impulsó la agrupación Unión Sagrada, con el objetivo de unificar a todas las formaciones políticas contrarias al FCC. Esta maniobra ha tenido un recorrido mayor de lo esperado, ya que la nueva formación ha logrado atraer a un buen número de miembros del partido oficialista. La debilidad del FCC alcanzó una nueva dimensión el pasado 29 de enero, cuando la Asamblea Nacional apoyó mayoritariamente la moción de censura contra el primer ministro, Sylvestre Ilunga, propuesto en su momento por el ex presidente Kabila. Su cese ha supuesto un sorprendente cambio de guion que ha consolidado la posición del presidente Tshisekedi. Ahora bien, el grado de ruptura respecto a la anterior administración continúa siendo incierto. Si bien el presidente tendrá, ahora, una mayor capacidad para nombrar a un gobierno afín, buena parte de sus apoyos en la Asamblea son desertores del FCC, lo que dibuja un heterogéneo y complejo equilibrio de fuerzas.