11 abr 2021

El Ulster estalla

A lo largo de la última semana, Irlanda del Norte ha vivido los disturbios más violentos de las últimas décadas, con el lanzamiento de cócteles Molotov, la quema de un autobús urbano y más de 80 policías heridos. 

La mecha de los actuales acontecimientos se encuentra en el multitudinario funeral del histórico líder del IRA, Bobby Storey, celebrado a finales de junio de 2020 en lo que fue una clara violación de las normas de distanciamiento social. Tras llevar a cabo una tibia investigación policial con interrogatorios voluntarios, la Fiscalía decidió no presentar cargos formales, lo que desató altercados violentos por parte de grupos unionistas. La tensión social es palpable en el territorio norirlandés tras un año de pandemia, con los bares y las tiendas cerradas. A este cóctel incendiario habría que añadirle, además, las consecuencias que la salida de Reino Unido de la UE han supuesto para Irlanda del Norte, que ha quedado separada del resto del país por una frontera física, lo que implica que el comercio intraterritorial ha de pasar controles aduaneros. La solución acordada entre el primer ministro británico, Boris Johnson, y la UE no ha hecho sino despertar un sentimiento de traición y abandono en la comunidad protestante del Ulster. De hecho, ya el pasado mes de marzo las facciones paramilitares unionistas amparadas en el Consejo de Comunidades Unionistas (LCC, por sus siglas en inglés) anunciaron que se desvinculaban de los Acuerdos de Viernes Santo firmados en 1998, que ponían fin a más de 30 años de conflicto. Los últimos acontecimientos han propiciado que representantes británicos y europeos hayan vuelto a mantener reuniones técnicas acerca de la aplicación de las medidas del Protocolo de Irlanda del Norte. Puede que así se consigan calmar los ánimos en una región que aún tiene demasiado reciente los años de la violencia.

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