09 may 2021

Los trabajadores que no llegan

El cierre de las fronteras rusas hace ahora cerca de un año está empezando a pasarle factura a la economía. A comienzos de abril, había 5,5 millones de trabajadores extranjeros en Rusia, un 42% menos que en 2020. En concreto, el sector de la construcción y el agrícola son los que más están sufriendo la escasez de mano de obra. De hecho, se estima que solo en el sector de la construcción se necesitan más de un millón y medio de trabajadores. 

Se teme, también, perder parte de la temporada agrícola ya que la falta de mano de obra barata podría perjudicar a la cosecha. De hecho, el ministro de agricultura pidió a Moscú levantar las restricciones a los más de 35.000 trabajadores que normalmente llevan a cabo las tareas de recolección. Lo cierto es que los flujos de trabajadores entre los antiguos miembros de la URSS suponen un elemento fundamental para las economías de la región. Para las ex repúblicas soviéticas representan una fuente importante de ingresos externos a través de las remesas al tiempo que les permite reducir la tasa de desempleo nacional. Para Rusia suponen una fuente de mano de obra barata para desempeñar unas labores que los trabajadores locales no están dispuestos a hacer. Además, para Moscú también es una forma de aumentar su influencia sobre las ex repúblicas soviéticas a través del poder blando. Rusia decide la expedición de permisos, la ampliación de los visados de trabajo o la expulsión de los trabajadores como parte, incluso, de su política exterior. Conscientes de esta fuente de vulnerabilidad, algunos de los países asiáticos como Uzbekistán están tratando de fortalecer los vínculos con la UE o Turquía para, de esta forma, diversificar las posibilidades de trabajo para su población en el extranjero.

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