29 nov 2020

Tsunami de deuda

La deuda global ha crecido a un ritmo sin precedentes en el 2020, a medida que los gobiernos y el sector privado han aplicado medidas extraordinarias en un desesperado intento de  suavizar el durísimo impacto de la pandemia.

Se estima que el nivel de endeudamiento de la economía mundial aumentará en 22 billones (europeos) de dólares este año, hasta alcanzar el equivalente al 365% del PIB global, 45 puntos porcentuales más que al final del 2019 (a lo que también contribuye la contracción de la economía, en el denominador de la ratio). A nivel mundial, el 20% de esta cifra corresponde a deuda contraída por los hogares, mientras que gobiernos, las empresas no financieras y la banca se reparten el resto aproximadamente por igual. De todas formas, estos porcentajes varían mucho entre economías: el peso de la deuda pública es mucho mayor en las avanzadas (125% del PIB) que en las emergentes (59% del PIB), mientras que en estas últimas, predomina el endeudamiento privado (146,8% del PIB).

|Sostenibilidad

Aunque el salto de 2020 ha sido dramático, y podría argumentarse que necesario para evitar una recesión mayor, lo que es realmente preocupante es la tendencia de las últimas dos décadas, en constante aceleración. Además, el crecimiento de las economías no ha seguido este ritmo, lo que genera dudas sobre la capacidad de empuje que tiene el endeudamiento en la expansión del PIB. En este contexto, cada vez más voces alertan de los riesgos de sostenibilidad de esta ratio a largo plazo. Muchos expertos sostienen que mientras los tipos de interés se mantengan en niveles bajos (así llevan años y, dada la coyuntura económica, así se espera que sigan), el coste de la deuda será asumible pero esta afirmación no es generalizable a todos los países.  De hecho, hay claras diferencias entre economías avanzadas y emergentes. Aunque en las primeras el porcentaje medio de ingresos públicos destinados a cubrir el servicio del endeudamiento se ha reducido, en las segundas no ha dejado de crecer en la última década. Como ejemplo, entre enero y mayo de 2020 el gobierno de Nigeria se vio obligado a destinar el 72% de sus ingresos fiscales al servicio de la deuda, lo que supone una presión sobre sus cuentas públicas insostenible en el tiempo. Esto puede llevar, a la larga, a un mayor número de defaults, situación en la que ya han entrado seis países en 2020 (Ecuador, Líbano, Belice, Suriname, Zambia y Argentina). 

|Alivio de la deuda

Muchas naciones empobrecidas y endeudadas consideran las medidas tomadas hasta ahora, en el marco del G20, insuficientes y reclaman un programa de alivio de la deuda más ambicioso, algo compartido por algunos países de ingresos medios cuya sostenibilidad deudora también está en peligro. En cambio, otras economías, como Ghana (país elegible pero que no se ha acogido a la iniciativa), posiblemente esten sopesando los beneficios de dicho alivio temporal frente a sus costes. Dicha reestructuración, incluso pactada, es frecuentemente penalizada por las agencias de rating, lo que acaba encareciendo e incluso cerrando el acceso a la financiación en los mercados financieros internacionales, un elevadísimo coste que no están dispuestos a asumir. Como ejemplo, el pasado mes de mayo Moody’s colocó a Etiopía y Pakistán bajo observación negativa (“negative watch”) alegando como argumento la petición del G20 a los acreedores privados a participar en la “Iniciativa de Suspensión de Servicio de la Deuda” (DSSI, por sus siglas en inglés) en condiciones comparables a los acreedores públicos.

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