Conclusiones La política exterior de Donald Trump ha-cia Oriente Medio se ha caracterizado por su “incoherencia estratégica”. Más allá de querer desvincular a su país de la re-gión, ha carecido de una estrategia clara y definida. Aunque durante su mandato se hayan conseguido algunos éxitos di-plomáticos y militares, el balance global ha sido negativo. Respecto de Irán, su política de “máxima presión” fue un fracaso porque arrinconó a la República Islámica, que emprendió una campaña de provocaciones a través de sus “proxys” regionales, que a punto estuvo de provocar una guerra con Ara-bia Saudí tras los ataques a instalaciones petrolíferas de Saudi Aramco de septiem-bre de 2019. En lo que concierne al problema judío-pa-lestino, su decisión de llevar la embajada de los Estados Unidos a Jerusalén, por un lado, y el abandono de la solución “de dos Estados”, por otro, envalentonaron a Benjamín Netanyahu, animándole a con-tinuar con su política de asentamientos ilegales en Cisjordania y con la de des-ahucios de residentes árabes en los ba-rrios de Jerusalén Este. Se puede decir que el descarado sesgo proisraelí del ex-presidente Trump ha ahondado la frac-tura existente dentro de Israel entre ju-díos y árabes israelíes y, de algún modo, ha estado en la base del conflicto arma-do entre Israel y Hamás del pasado mes de mayo. Por todo ello, la llegada de Joe Biden a la presidencia parece estar teniendo un efecto positivo, aunque sea todavía pre-maturo afirmarlo con rotundidad, al obli-gar a sus aliados en la zona a reorien-tar sus políticas exteriores regionales, El ejemplo más claro quizá sea la posibili-dad de una distensión de las relaciones entre Arabia Saudí e Irán, algo que hace solo dos años parecía inviable. Aunque Biden cree firmemente que la normali-zación de las relaciones con Irán contri-buirá a reducir las tensiones en la región, también ha demostrado que no vacilará en usar la fuerza cuando sea necesario. La revitalización del Acuerdo Nuclear de 2015 no va a ser, sin embargo, tarea fácil, debido, primero, a que la desconfianza de Irán hacia Estados Unidos es más pro-funda que nunca y al triunfo en las urnas de un presidente muy escéptico a volver a negociar con Washington; y, segundo, a la actitud obstruccionista de Israel, para quien Irán sigue constituyendo la princi-pal amenaza regional a su seguridad. TRUMP, BIDEN Y ORIENTE MEDIO