23 oct 2022

Mejora de las previsiones para este año

El FMI ha mejorado las previsiones de crecimiento de Brasil para este año hasta el 2,8%, un incremento de 1,1 puntos con respecto a su previsión de junio. Gran parte de esta mejora obedece al buen comportamiento de la economía en el segundo trimestre.

Entre abril y junio el PIB creció un 1,2% respecto a los tres meses anteriores, y un 3,2% en términos interanuales. Se trata del sexto trimestre consecutivo de crecimiento interanual del PIB, lo que reafirma la recuperación de la actividad tras la pandemia. La cifra del segundo trimestre superó las expectativas y ha supuesto un espaldarazo para Bolsonaro de cara a la carrera electoral.  Esta expansión fue impulsada por el avance de la industria (2,2%) y los servicios (1,3%). Desde el punto de vista de la demanda destaca la recuperación de las inversiones (4,8%) y del consumo de las familias (2,6%), a pesar de la alta inflación.

Desaceleración a la vista

Para el año que viene, en cambio, se prevé una fuerte desaceleración hasta el 1%. El efecto diferido del incremento de la tasa de interés de referencia por parte del Banco Central para intentar frenar la inflación explica gran parte de la ralentización esperada. La Selic ha aumentado desde un mínimo histórico por la pandemia del 2% en marzo de 2021 hasta el 13,75% el mes pasado, tras doce subidas consecutivas. No obstante, cualquier previsión está sujeta a una enorme incertidumbre, teniendo en cuenta la variedad de factores de difícil predicción tanto en la coyuntura internacional como nacional y en ambos frentes, político y económico. Por una parte, preocupa la evolución del conflicto en Ucrania y su impacto sobre el crecimiento mundial, los mercados financieros y los precios de las materias primas y los alimentos. El aumento de los costes de financiación y la creciente aversión al riesgo de los inversores hará mella en los países emergentes y entre ellos en Brasil, máxime teniendo en cuenta su creciente desequilibrio fiscal. A estos factores de riesgo externos se suman los nacionales. Las elecciones presidenciales añaden una incertidumbre considerable, lo que podría frenar aún más el consumo privado y la inversión. Además, la creciente presión para flexibilizar el techo del gasto en los próximos años representa una amenaza para la estabilidad fiscal y financiera.

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