18 jun 2014

¿Cuál es el perfil de un mal empleado?

En toda empresa siempre hay ovejas negras. Eso es una realidad inamovible. También lo es que, en algunos casos, descubrirlo es sencillo. En otros ejemplos, en cambio, es necesario investigar y seguir durante un tiempo los comportamientos de las personas para llegar a una conclusión certera. Sea como sea, estamos ante una labor a la que los emprendedores se enfrentan con asiduidad y que, en muchos casos, desconocen. El motivo principal es que la formación de los mismos no suele basarse en recursos humanos, sino que se centra más en la gestión de las cuentas o en el desarrollo de productos.   Para tratar de poner nuestro granito de arena a la hora de encontrar a un mal empleado les proponemos una serie de rasgos que definen su personalidad. Si usted cuenta con alguno que responda afirmativamente a la mayoría de estas cuestiones que a continuación le planteamos podrá estar más seguro de sus sospechas. Aunque, eso sí, quizá su comportamiento no se deba a que es un mal trabajador sino a una situación profesional o personal en la que se encuentra inmerso en esos momentos, y de la que le es muy complicado escapar. Por dicho motivo, lo mejor será sentarse a hablar con el encausado y darle la oportunidad de expresarse, para entre todos buscar la mejor solución.  

¿Qué define a un mal empleado?   Se queja de manera habitual. Los empleados que no están comprometidos con un proyecto de negocio suelen mostrarse insatisfechos casi de manera constante. Pero eso no quiere decir que sean malos, quizá no se sienten parte de la empresa. Para solucionar este problema trate de encontrar el problema que se esconde tras esa actitud de queja y protesta casi constante.  

La excusa por bandera. Los malos empleados nunca suelen asumir la responsabilidad de los errores. Siempre encuentran una excusa, por muy banal que sea, que decir ante cualquier inconveniente. Esto puede dañar la moral del equipo ya que el trabajo de todos se resentirá ante este tipo de situaciones.  

Falta de entusiasmo. Imagine que usted tiene una buena noticia que va a compartir con su plantilla. Lo hace y resulta que hay uno al que no se le ve feliz con la situación sino que muestra una expresión de tristeza y dejadez inusitada. Éste es sin duda otro rasgo del trabajador poco eficiente.  

Jamás ayuda a los compañeros. En las empresas bien organizadas lo normal es que cada persona sepa lo que tiene que hacer. Pero también es habitual que los picos de trabajo originen que algún trabajador se sienta desbordado y no sea capaz de dar a basto con la tarea. Normalmente a esa persona se le suele ayudar. Si eso es algo que nunca realiza una persona en concreto estará ante otra muestra inequívoca de desafecto con el equipo y con el negocio.  

El cotilla. Quizá en su trabajo no sea el mejor pero conoce todos los rumores y los chismes de la empresa. Además no duda en compartirlos, normalmente los peores, con el resto de los trabajadores. Esta aptitud tampoco beneficia en nada a las firmas, cuyos propietarios odian las llamadas charlas de pasillo, y con razón.  

Mentirosos. Por alguna razón desconocida los empleados desvinculados con el proyectos empresarial no tienen ningún inconveniente en mentir ante cualquier situación. Tenga cuidado con esta actitud. La mezcla de mentiras y excusas suponen un explosivo cóctel que puede ser dañino para el negocio.  

El sabelotodo de la empresa. No hay peor compañero que aquel que es superior al resto y que, además, se jacta de serlo. Esta forma de funcionar es dañina para todos. Quizá por ello los grandes líderes empresariales suelen ser personas humildes.  

Va a su bola. Por lo general, las empresas tienden a alabar a aquellas personas que son autónomas y capaces de hacer todas sus tareas sin la necesidad de contar con ninguna colaboración. Pues bien, eso es un error. En las compañías debe primar el trabajo en equipo y aquel que no necesita a los demás debería cambiar su actitud para formar parte de un proyecto de futuro a largo plazo.

Siempre con retrasos. Es imposible que una persona sea puntual el 100% de las veces y siempre sea capaz de terminar su tarea a tiempo. Pero si esto se convierte en habitual estamos ante otra actitud negativa que afectará a la plantilla. De extenderse estaríamos ante un problema que sería muy complicado de atajar. Por tanto, no lo dude, ante las irresponsabilidades continuas toca actuar con contundencia.  

Sin iniciativa, sin curiosidad. Cuando un trabajador está comprometido suele tomar las riendas de un proyecto o suele discutir en busca de un beneficio para la compañía. También acostumbra a preguntar lo que no entiende. Pero esta actitud no es la de los malos empleados. Estos prefieren mantenerse al margen de todo y permanecer callados con tal de no llamar la atención sobre sus carencias o su escaso interés.

Sin expectativas. Muchos empresarios están felices con una plantilla que no pide aumento de sueldo o que no tienen interés en acometer nuevos retos que ayuden a crecer al conjunto. Mucho nos tememos que si su gente es de ese tipo está cometiendo un error importante. Un trabajador motivado debe querer crecer con la empresa y debe pedir aumento de salario ante un trabajo cada vez mejor y más valorado. El conformismo es malo y no beneficia en nada al negocio.

Distraído. Un empleado sin ningún interés en la empresa suele tener la cabeza en cualquier sitio menos en la oficina. Por tanto, la distracción es otra muestra más de que nos encontramos ante un mal ejemplo para el resto de compañeros.

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