01 oct 2013

La apertura de Shanghái como zona de libre comercio, una buena oportunidad para conquistar el mercado chino

El pasado domingo se dio el pistoletazo de salida a uno de los experimentos comerciales que la comunidad empresarial ha calificado como histórico: la declaración de Shanghái como zona de libre comercio. Las autoridades Chinas han optado por liberar la actividad económica en este enclave para hacer pruebas durante tres años, hasta octubre de 2016, de lo que podría ser una economía China adaptada a las prácticas empresariales del mundo occidental. Según explicó el Consejo de Estado chino, "a partir de ahora Shanghái se abre a la competencia extranjera y, lo que es aún más importante, el yuan, la moneda oficial del país, será convertible y sus tasas de interés podrán fluctuar libremente con el resto de monedas del mundo". Hasta ahora en China el yuan sólo es convertible con fines comerciales, como comprar productos importados o reconvertir los beneficios de la exportación en fondos denominados en yuanes. La continua injerencia de las autoridades en el valor de la moneda es una de las principales críticas que recibe la política económica china que le ha llevado a sonados enfrentamientos con Estados Unidos en los últimos años. La idea de abrir una ciudad dentro del territorio chino a las reglas del comercio internacional ha sido impulsada por Li Keqiang, quien fue nombrado primer ministro el pasado mes de marzo, en contra de las oligarquías económicas del país. Los análisis de la prensa china, aseguran que con esta operación "Li parece querer demostrar con Shanghái cómo su plan económico puede salvar a China de un aterrizaje forzoso, tras tres décadas de rápido y continuado crecimiento". Pero sobre todo es la reacción al susto que supuso el dato de exportaciones del pasado mes de junio cuando registró una caída del 3,1% interanual; la mayor en los cuatro últimos años. Aunque en julio volvieron a subir un 5,1%, el bajón de junio sirvió como alarma indicativa de que el gigante asiático puede tener los pies de barro. Y además sirvió para constatar que el frenazo en la euforia económica puede llegar acompañado de revueltas sociales cada vez más potentes y, por tanto, más peligrosas para el poder de Partido Comunista Chino. El Gobierno de Keqiang apenas tardó un mes en idear la liberalización comercial de Shanghái como primer experimento para una economía china que debe dar el paso de ser una potencia industrial y exportadora a desarrollar un fuerte sector de servicios y consumo. Para conseguir ese cambio son conscientes que deben acabar con la barrera de entrada que suponen la actual burocracia y las complicadas relaciones comerciales. En el nuevo Shanghái están previstas reformas en los servicios financieros, bancarios, contables y legales; también en el comercio marítimo, la construcción, la inversión extranjera, la sanidad, los seguros médicos, las firmas legales, las telecomunicaciones, las agencias de empleo y de viajes, la cultura y el entretenimiento. Uno de los principales objetivos es el fomento de nuevas entidades financieras que, en contra de lo que sucedía hasta ahora, podrán ser 100% de capital privado y podrán operar libremente en sus actividades internacionales. Lo mismo les ocurrirá a los centros médicos de capital extranjero. Por su parte a las firmas logísticas (que todavía serán de capital mixto) se les rebajan los límites de la participación foránea. La decisión también supone una alfombra roja para el desembarco de las empresas de telecomunicaciones que podrán operar con toda libertad. Por otro lado,  la zona creará un nuevo mecanismo para el comercio internacional de materias primas como metales, carbón, petróleo, gas y alimentos, y permitirá con el tiempo que las firmas extranjeras comercien directamente con futuros de estos productos, al contrario de lo que ocurre hoy con las Bolsas de futuros chinas. Para empezar a funcionar, 25 compañías internacionales y 11 instituciones financieras ya han recibido la aprobación para operar con estas condiciones preferentes. Todas ellas tenían ya negocios en China. No cabe duda de que este es un aviso a navegantes, con el que el Gobierno de Pekín quiere avisar de que aquellos que apuestan por su país tendrán recompensa en el que en unos años será el mayor mercado del mundo.
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