22 nov 2020

Gas por un tubo

Tras la entrada en funcionamiento del gasoducto Transadriático (TAP, por sus siglas en inglés), el pasado 15 de noviembre, el megaproyecto europeo del Corredor de Gas del Sur (CGS) ya se encuentra totalmente operativo.

El TAP es el último tramo de la red de gasoductos que conforman el corredor sureño y que conectan el yacimiento azerí de Shah Deniz con el mercado europeo. Se trata del proyecto estrella de Bruselas que, tras ver peligrar su seguridad energética tras la crisis de Crimea en 2014, apostó por la diversificación de sus proveedores de energía en un intento de limitar su dependencia energética en Rusia. El nuevo gasoducto tiene capacidad para transportar 16.000 millones de metros cúbicos (mmc) de gas anuales de los cuales 10.000 irán a parar al mercado europeo mientras 6.000 abastecerán la demanda turca. Esta cantidad apenas supone un 2% de la demanda europea que, en 2019, ascendió hasta los 398.000 mmc, un nuevo máximo. Una capacidad que languidece si se compara, por ejemplo, con el polémico Nord Stream 2, el gasoducto que conectará Rusia con Alemania y que podrá transportar hasta 55.000 mmc y al que habría que sumarle los 45.000 mmc que ya transporta el Nord Stream 1. Así pues, cuatro años y medio después de que las autoridades europeas acordasen la construcción del CGS y pusiesen en marcha la diversificación de sus proveedores, los vínculos energéticos con Moscú son más fuertes que nunca.

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