03 jul 2022

Sin luz

El país más industrializado del continente africano está viviendo en los últimos días una de las crisis energéticas más severa de los últimos años.

El origen es bien conocido: la deficiente gestión de la empresa estatal Eskom, responsable de suministrar el 95% de la electricidad consumida en el país. La obsolescencia de las centrales de carbón –este mineral representa el 80% de la generación de electricidad de Sudáfrica– y la falta de inversión en nueva capacidad ha conducido a un déficit de oferta que se ha acentuado con el paulatino aumento de la demanda. En consecuencia, desde hace más de una década los cortes en el suministro de electricidad son una constante (los denominados loadshedding), uno de los principales obstáculos que frenan el desarrollo del país. La delicada situación del sistema eléctrico se ha agravado sustancialmente en la última semana, como consecuencia de la huelga iniciada por los trabajadores de Eskom reivindicando un aumento salarial– y las operaciones de mantenimiento y reparación en varias centrales. Todo ello ha provocado una caída superior al 50% de la producción de electricidad, hasta los 20.000 MW. Este escenario ha forzado a la empresa a aplicar cortes en el suministro que han superado las 10 horas al día en algunas ciudades del país, algo que no ocurría desde hace años. Representantes del gobierno han asegurado recientemente que la compañía está muy cerca de alcanzar un acuerdo con los empleados, el primer paso para mitigar la crisis energética. Sin embargo, los principales problemas parecen difícil que se resuelvan, al menos a corto plazo. La capacidad de Eskom de modernizar las infraestructuras eléctricas y, sobre todo, acometer las inversiones necesarias para aumentar la capacidad de producción es muy limitada, debido a la delicada posición de solvencia, marcado por el elevado nivel de endeudamiento.

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