Techo de deuda

No se trata de un problema económico; con una situación de pleno empleo y con unos fundamentos macroeconómicos lo suficientemente sólidos como para pagar sus deudas, el problema es de naturaleza política. El Congreso estadounidense fija una cantidad máxima de deuda pública que el Tesoro está autorizado a emitir y, una vez se alcanza, necesita aumentar ese tope para pagar sus compromisos futuros. Es importante apuntar que elevar el techo de deuda no supone incurrir en nuevos gastos, únicamente hacer frente a los compromisos ya adquiridos. El Tesoro estadounidense alcanzó los 31,3 billones de dólares que está autorizado a emitir el pasado mes de enero y, desde entonces, está haciendo malabares fiscales para poder hacer frente a sus pagos. Mientras, demócratas y republicanos han mantenido distintas reuniones para negociar un aumento del techo de deuda pero todas han fracasado. La polarización política en la que vive inmerso el país también se ve reflejada en la Cámara de los Representantes donde los republicanos ostentan la mayoría. El ala más radical del partido está dominada por figuras antisistema y libertarias que rechazan cualquier propuesta de gasto público. Mientras, a los demócratas, que pretenden mantener la presidencia en las elecciones de 2024, les conviene culpar a los republicanos de la falta de acuerdo. Esta misma semana, el presidente Biden ha anunciado que demócratas y republicanos continúan avanzando en las negociaciones, pese a que el complejo contexto político invita a tomar esta afirmación con cautela. Las consecuencias de un posible impago por parte de Estados Unidos son, por el momento, desconocidas pero el consenso apunta a que tendría repercusiones nefastas para el conjunto de la economía global.