Nueva Estrategia de Seguridad Nacional

El principio de “America First” es su piedra angular, es decir, se centra única y exclusivamente en la promoción y protección de los intereses nacionales. Primero plantea una serie de errores cometidos por las administraciones anteriores: el intento de conseguir un sistema globalista a través de la sumisión a las instituciones internacionales; las políticas en materia de liberalización comercial que han debilitado la base industrial estadounidense o el reparto desigual a la hora de financiar la defensa del continente europeo. Además, establece unas prioridades claras para cada región. En el hemisferio occidental el texto proclama un “Corolario Trump”, un intento de revivir la Doctrina Monroe, lo que apunta a un aumento de las tropas, las bases y las operaciones militares para contrarrestar la influencia de poderes extranjeros. La política para Asia se centra en la competición económica a largo plazo con China y en cómo ganarla a través de la innovación tecnológica y el reajuste de las relaciones comerciales. Como novedad, el texto indica que China no es la principal amenaza para Estados Unidos, ni Taiwán una prioridad. En cambio, la región es prioritaria por las cadenas de suministro, fundamentales para el funcionamiento de la economía global. Por último, en lo que se refiere a Europa, la nueva Estrategia de Seguridad Nacional parte de la premisa de que el vínculo transatlántico está roto, busca empujar a Europa a asumir el coste de su propia defensa y propiciar la resolución rápida del conflicto en Ucrania con el objetivo de reconstruir las relaciones económicas con Rusia. En relación a Europa, sin duda el punto más controvertido ha sido la crítica a las democracias europeas e, incluso, llega a reafirmar su respaldo a los “partidos patrióticos” europeos (en referencia a las formaciones de ultraderecha de naturaleza antieuropea) que considera capaces de frenar la catástrofe demográfica antinatalista en la que se encuentra sumida Europa. Un planteamiento que algunos analistas internacionales y el propio presidente del Consejo Europeo, Mario Costa, no han tardado en calificar directamente como injerencia electoral.