Sin salida

Acción, reacción. Violencia frente a violencia. En apenas una semana el país hebreo ha lanzado más de 6.000 proyectiles sobre Gaza. La campaña de bombardeos ha provocado, hasta la fecha, más de 2.500 fallecidos (entre ellos 700 niños) y cerca de 10.000 heridos, un balance que ya supera las cifras registradas en la que era, hasta ahora, la guerra más cruenta entre Israel y Hamás, en 2014. En paralelo a la ofensiva aérea, continúa avanzando en los preparativos de la incursión terrestre. El primer ministro, Benjamín Netanyahu, aseguró recientemente que la siguiente fase de la operación militar “está cerca”. Para ello, más de 360.000 reservistas han sido movilizados y numerosos vehículos blindados y de artillería han sido desplegados a lo largo de la frontera. Al mismo tiempo, Tel Aviv ha impuesto, desde el 9 de octubre, un cerco total sobre la Franja, bloqueando la entrada de alimentos, combustible y de electricidad. Desde el 13 de octubre, además, ha solicitado a los habitantes del norte de Gaza (cerca de 1,1 millones de personas) que se desplacen al sur de la Franja ante el inminente inicio de la invasión terrestre. En este contexto, el Secretario General de la ONU, Antonio Guterres, afirmó, tras la celebración del Consejo de Seguridad, que “trasladar a más de un millón de personas a través de una zona de guerra densamente poblada a un lugar sin alimentos, agua, ni alojamiento es extremadamente peligroso y, en algunos casos, simplemente imposible”. En clave interna, el primer ministro Netanyahu ha impulsado, ante la excepcionalidad de los acontecimientos, la creación de un gobierno de emergencia que incluye a miembros de otros partidos y a antiguos jefes del Estado Mayor del Ejército. El líder del principal partido de la oposición, Yair Lapid, ha mostrado su apoyo a la formación de un gobierno de unidad, pero, de momento, ha rechazado su incorporación.