02 nov 2025

Escalada aérea, amenazas terrestres y contactos discretos

El conflicto entre Washington y Caracas entró esta semana en una fase más visible y potencialmente peligrosa, con el espacio aéreo venezolano convertido de facto en una zona de exclusión tras el anuncio de Donald Trump de que debía considerarse “cerrado en su totalidad”.

El resultado ha sido un aislamiento sin precedentes —con apenas un puñado de aeronaves sobre el país— y una cascada de cancelaciones que llevó al Gobierno venezolano a revocar las licencias de las aerolíneas que acataron la alerta estadounidense. La tensión se trasladó también al terreno diplomático: Maduro pidió formalmente ayuda a la OPEP, advirtiendo de que el despliegue militar norteamericano pone “en grave peligro” la producción petrolera y el mercado energético mundial, mientras que gobiernos de la región expresaron su alarma por el riesgo de una crisis humanitaria si la situación escala.

A este cerco aéreo se sumaron señales contradictorias desde Washington. Trump declaró que las operaciones antidroga podrían pasar “muy pronto” a acciones por tierra dentro de Venezuela, elevando el nivel de incertidumbre, al tiempo que trascendió que el presidente estadounidense y Maduro mantuvieron una conversación telefónica para explorar una posible reunión en EE. UU., la primera entre ambos mandatarios. En paralelo, Caracas intensificó sus maniobras militares y denunció que la presión estadounidense busca precipitar su caída, mientras actores regionales —de Lula da Silva a Gustavo Petro— reclamaron una intervención urgente de organismos internacionales ante un escenario que, pese a la retórica bélica, también podría derivar en una negociación de última hora.

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