Brexit, la rendición de May

Los acontecimientos que ha vivido el Reino Unido en los últimos días, marcados por la dimisión de la Primera Ministra y la celebración de las elecciones al Parlamento Europeo, han dado un vuelco importante a la escena política. De esta forma, el país vuelve a asomarse peligrosamente a la posibilidad de una ruptura abrupta con la UE el próximo 31 de octubre. Recordemos que la UE y Reino Unido alcanzaron un Acuerdo de Salida el pasado mes de noviembre, que debía ser ratificado en los Parlamentos británico y europeo para su entrada en vigor antes del 29 de marzo, fecha en la que el país tendría que abandonar el club, tal y como establecía el Art.50 del Tratado de la UE. La estrategia de May se centró en tratar de recabar los apoyos para el texto entre la mayoría conservadora y el partido norirlandés DUP, sus socios de gobierno. Sin embargo, después de que el Parlamento rechazara tres veces el Acuerdo se puso de manifiesto que nada,  excepto una ruptura radical con la UE, contentaría al ala más dura del partido conservador. Esto provocó que la Primera Ministra cambiara su estrategia, cuando ya se había cumplido el plazo dado por Bruselas, para tratar de conseguir el respaldo del bloque laborista.  

Dimisiones en cascada

Tras seis semanas, las negociaciones se rompieron sin lograr un consenso. El líder laborista, Jeremy Corbyn, consideraba que las garantías ofrecidas por la Primera Ministra para el cumplimiento de sus exigencias eran bastante escasas. A pesar del desplante del líder opositor, May anunció su intención de volver a someter a votación en el Parlamento una nueva estrategia para el Brexit. El renovado plan incluía, entre otras cosas, otorgar mayor poder a Westminster para que decidiese qué tipo de relación quería mantener con la UE, y la posibilidad de celebrar un segundo referéndum. Este último punto desató un terremoto político que desencadenó una serie de dimisiones en cascada de destacados miembros del Gabinete de la Primera Ministra. Los conservadores euroescépticos, algunos de los cuales habían votado previamente a favor del Plan de May, anunciaron que retirarían su apoyo en esta ocasión. La rebelión de los conservadores hizo bascular la balanza laborista, ya que, en vista de la ausencia de credibilidad política de la Primera Ministra, consideraban que carecía de autoridad para liderar cualquier tipo de negociación. May se quedó así prácticamente sin apoyos y no tuvo otra alternativa que dimitir el pasado 24 de mayo. Todo esto sucedía la misma semana en la que se celebraban las elecciones al Parlamento Europeo; comicios en los que inicialmente Reino Unido no iba a participar, ya que, teóricamente, para entonces no formaría parte del club. Más al contrario, los resultados de las elecciones europeas pusieron de manifiesto el hartazgo de la población con la gestión que laboristas y conservadores han hecho del Brexit. El recién creado Partido del Brexit, con Nigel Farage al frente, concentró más del 30% de los votos, seguido por los liberales demócratas que, con un discurso pro europeo, obtuvieron el 18,5% de los votos. Los laboristas quedaron en tercera posición, mientras los conservadores obtuvieron un bochornoso penúltimo puesto, por delante únicamente de UKIP. El descalabro de los conservadores ha sido de tal calibre que, tras la dimisión de May, el nuevo líder tiene por delante la hercúlea tarea de recuperar el apoyo de una ciudadanía cansada del vergonzoso espectáculo que ha dado toda la clase política británica en los últimos meses, incapaces de consensuar una postura común. Entre sus sucesores se perfilan candidatos de corte mucho más euroescéptico y radical como el ex alcalde de Londres, Boris Johnson o el ex negociador para el Brexit, Dominic Raab. Una vez más, la incertidumbre que rodea todo el proceso del Brexit vuelve a ser total. Sin un líder claro Reino Unido vuelve a acercarse nuevamente al abismo de un Brexit sin acuerdo el próximo 31 de octubre. Y esta vez no estará May para recular.     Si quieres seguir leyendo noticias relacionadas, haz clic aquí.