27 jun 2019

¿Es posible caer bien a todos en el trabajo?

Dicen los expertos que resultan clave los primeros segundos en los que se conoce a una persona para que nos formemos una opinión casi cerrada sobre ella, atribuyéndole una serie de atributos y características que luego va a resultar muy difícil que se modifiquen. En la esfera profesional, bien nos encontremos en una reunión con gente a la que no conocemos, o en un proceso de venta o, simplemente, teniendo que afrontar un discurso frente al público, es crítico establecer una serie de pautas para intentar captar las simpatías de quien tenemos enfrente. El carisma es una cualidad que, de acuerdo al mundo de la psicología, se adquiere de manera innata en los siete primeros años de vida. Pero no es algo de lo que se deba depender en exceso, se posea o no, ya que es mucho más eficaz poner en práctica una estrategia que sirva para tender puentes con nuestros interlocutores. En este sentido, tener en cuenta elementos como estudiar los gestos, palabras y la forma de pensar del otro o prepararse algunas frases hechas para causar una buena primera impresión son muy importantes. A continuación, recogemos algunas otras tácticas de fácil implementación y que a buen seguro servirán para transmitir la imagen que queremos de nosotros mismos, o, al menos, para mitigar las posibles connotaciones negativas que se hayan formado:

  • Ser educado y mantener las formas. Hablar de manera correcta, mantener una compostura adecuada o vestir acorde con la solemnidad del momento en que nos encontramos (ante la duda, siempre es mejor estar con un atuendo formal que parecer demasiado alternativo) dicen en ocasiones más de nosotros mismos que nuestras palabras.
  • Escuchar y empatizar. No interrumpir a la persona que nos habla y quedarnos con lo máximo posible de sus mensajes son aspectos fundamentales. A lo largo de la conversación que mantengamos reproducir algo de lo que ha dicho servirá para generar una línea más fluida de comunicación y una mayor confianza.
  • Buen humor, en su justa medida. Sin querer pecar de gracioso, es oportuno mostrar que se es una persona positiva, capaz de sacarle una sonrisa a cualquiera. Hay que evitar, eso sí, comentarios que puedan herir o resultar descorteses, en temas como política, conflictos sociales o, incluso, deportes.
  • Cuidar los detalles y ser atento. Acordarse de algo (una fecha, un recuerdo, una celebración) que sea importante para quien tenemos enfrente, abrir la puerta y dejar al otro pasar primero o ser corteses en los lugares públicos son hábitos que las personas suelen agradecer más de lo que pensamos, siempre que no suenen demasiado forzados.
  • Mostrarse abierto y dialogante. En cualquier conversación y más en el ámbito profesional, es probable que se alcancen puntos en conflicto donde no se esté de acuerdo. Con independencia de la posición que tomemos, no hay que demostrar nunca ser demasiado cerrado, sino que se está dispuesto a escuchar a la otra parte para alcanzar un punto de equilibrio en común.
  • Ser agradecido. Es muy probable que nuestro interlocutor también intente empatizar con nosotros de diferentes modos. Si es así, hay que valorar su esfuerzo y premiarlo con palabras de agradecimiento o con respuestas educadas. De este modo, se está lanzando un potente mensaje, a veces no verbal, conciliador y proactivo.

 

Qué no hacer para caer en desgracia

Un estudio realizado en la Universidad de Massachussetts (EEUU) afirmó que ser poco amigable es incompatible con ser un buen líder; tan sólo 1 entre 2.000 líderes que caían mal lograban ser efectivos, mientras que cada vez más informes demuestran que los empleados con mayor inteligencia emocional resuelven más conflictos y reciben de media una mayor remuneración por ello. Es decir, que partiendo de la base de que ser atento con los demás no es algo con lo que se nace sino que se aprende y se perfecciona con el tiempo, convertirlo en una parte fundamental de nuestro desempeño profesional es clave para alcanzar el éxito. Por ello, resulta muy importante, a la vez que se intentan poner en práctica los puntos del apartado anterior, evitar, consciente o inconscientemente, hacer lo siguiente:

  • No hacer preguntas. Hay veces en que por intentar no molestar nos quedamos callados, lo que termina por dar la impresión o de que no nos interesa lo que estamos escuchando o de que no nos enteramos. Para impedir que esto ocurra, intervén de vez en cuando e indaga en lo que estás oyendo, demostrando que te involucras en el tema.
  • Cero cotilleos. La vida personal de la gente con la que te rodeas en la esfera profesional es algo que no sólo no es de nuestra incumbencia sino que puede levantar suspicacias acerca de si somos dignos de confianza o no. Además, es probable que la pelota vuelva a nuestro tejado y acabemos convirtiéndonos en carme de chismorreos.
  • Las pantallas no son tus únicas colegas de trabajo. A pesar del volumen de cosas que tengas que terminar o de la presión que recibas, siempre hay que buscar momentos en los que empatizar con las personas. En este sentido, procura cuando resulte posible, organizar reuniones presenciales en vez de sólo hacer conferencias telefónicas o por ordenador y, por supuesto, no utilices el móvil si estás conversando con alguien.
  • Jamás perdamos el control. La presión, la falta de descanso, un problema de salud, recibir una mala noticia? Hay multitud de factores que nos influyen constantemente y que puedan hacer que no tengamos un buen día. Con todo, hay que abstraerse lo máximo posible y que eso no influya en nuestra relación profesional con los demás.

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