25 abr 2016

Las claves para crear ideas innovadoras

Un día de 2005 Steve Jobs asistió a una cena de cumpleaños de un ingeniero amigo suyo que trabajaba en Microsoft. Este señor no paró de incordiar al bueno de Steve de que estaba trabajando en una tablet y que cuando saliera al mercado, la empresa de Bill Gates enterraría para siempre a los ordenadores portátiles.

Cuando llegó a Apple al día siguiente, el gran patrón reunió a su equipo y les dijo que se pusieran a trabajar en el diseño de una tableta, pero que ésta no debería tener ni puntero ni nada parecido. Que la clave era que se pudiera navegar con el dedo.

A los seis meses, la gente de la manzana tenía preparado el iPad. Pero, sorpresa, Jobs les dijo que eso estaba muy bien pero que estaría todavía mucho mejor si eran capaces de llevar ese concepto a un teléfono. Como era de esperar, buena parte de los directivos de la compañía seguían pensando que los móviles deberían seguir llevando teclado.

Todos se equivocaban. Steve Jobs se salió con la suya y creó el iPhone gracias a una cena de cumpleaños a la que, según su biografía, asistió a regañadientes. Del anfitrión no sabemos mucho pero es evidente que se habrá arrepentido de tener la lengua tan suelta y de haber sacado pecho ante un rival que ahora mira por encima del hombro a Microsoft.

Sirva este ejemplo para demostrar que no es imposible crear productos rompedores. Que muchas veces las mejores ideas surgen sin más y que es necesario aprovechar esos momentos de lucidez.   En este post vamos a tratar de explicar los pasos que se han de seguir para que un emprendedor sea capaz de crear un producto o servicio capaz de romper el mercado.

Pero antes una clave que hay que tener en cuenta: cualquier invento o solución debe facilitar la vida al consumidor y resolver una carencia que exista en el mercado. Si no se logra, es mejor aparcar todo y esperar a que surja otra idea mejor, que sí pueda tener un recorrido empresarial.

La idea en sí misma

Al igual que la justicia nos considera a todos inocentes hasta que se demuestre lo contrario, en el caso de las ideas, todas ellas son interesantes o prometedoras hasta que se descubra que no lo son. Es más, hasta de las que fracasan también se pueden sacar interesantes lecciones.

Por tanto, nunca se debe abandonar una intuición. Ahora bien, ¿cómo somos capaces de lograr que se encienda la famosa bombilla?

Como decíamos antes, nada bueno puede salir si no nos centramos en resolver los problemas que tienen las personas. La mejor forma de descubrirlos es a través de investigaciones de mercado. Pero muchas veces basta con salir a la calle y bajar al barro para darse cuenta de que existen todavía muchas carencias en la sociedad, que esperan a que algún emprendedor valiente se atreva a ponerles fin.

En este arduo camino no se puede desdeñar cualquier comentario que provenga de los trabajadores. En ocasiones, ellos sabrán mejor que nadie la idea que mejor le viene a la empresa.   El otro método que tenemos para iluminar el camino es a través de los propios conocimientos personales. Si somos capaces de descubrir nuestras pasiones estaremos más cerca de sacar partido de las mismas.

Ver si puede ser negocio

La mayoría de las veces el motivo que lleva una idea al baúl de los recuerdos es la imposibilidad de monetizarla. Esto, aunque suene extraño, supone un error. ¿Saben cuántos ingresos genera WhatsApp? Cero. ¿Diría usted que estamos ante un fracaso? Obviamente con más de 1.000 millones de usuarios, la aplicación no puede ser considerada un fiasco.

Este ejemplo nos sirve para explicar que muchas veces el éxito o fracaso de una idea no tiene que ser medido solamente por la facturación y los beneficios. Wallapop sería otro caso en la misma línea de WhatsApp.

De todas formas, si carecemos de posibilidades de sobrevivir un tiempo sin ingresos lo mejor es desarrollar una iniciativa que sea capaz de generar beneficios con rapidez. Los expertos aconsejan que la decisión sobre la viabilidad final la tome un grupo o comité de expertos de la empresa, que se debe regir por los siguientes criterios: rentabilidad, potencial, necesidad, tiempo de desarrollo, etc.

Una vez llegados a este punto, la idea debe salir a la calle. Es decir: el emprendedor debe preguntar a la sociedad y a los posibles clientes, socios y distribuidores. Así se sabrá con certeza si estamos ante un invento tan bueno como se piensa. En esta ronda de contactos tampoco se puede olvidar de programar reuniones con amigos y estudiar sus reacciones ante nuestra cuestión.

Desarrollar el modelo

Con la idea ya en mente de todos y una vez ha pasado todos los filtros, toca ponerse manos a la obra y desarrollarla. Pero aquí no nos referimos a fabricarla, si es un producto, o a implantarla, si es un servicio. Antes de llegar a esa fase es necesario trabajar en el modelo de negocio que convierta el proyecto en rentable.

Para ello, se deben poner por escrito las estrategias que se seguirán en áreas como marketing, mercado, posicionamiento, canales de ventas, costes, financiación, punto de equilibrio, proveedores, distribuidores, tiempo de desarrollo...

En definitiva, se deberá definir todo lo necesario para evitar sorpresas desagradables.

Versión beta

Llegó el momento. Ahora toca fabricar o desarrollar el producto o servicio. Pero siempre bajo la fórmula de prueba y error. Es decir, con versiones beta o de prueba que nos ayuden a resolver problemas para evitar así que estos lleguen a ocurrir una vez que esté a la venta.

Lanzamiento

Es importante desarrollar un plan en esta etapa para lograr que el lanzamiento tenga el mayor impacto posible. Aquí el marketing es muy importante.

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