19 ago 2015

Los factores de riesgo que hunden startups

Como en casi todo, la mayoría de las modas que existen en los negocios se importan de Estados Unidos. Allí es normal encontrar un tipo de cultura empresarial y del espacio de trabajo que está empezando a tener un gran impacto en las startups nacionales. Éstas no han podido obviar las historias de éxito que, día sí y día también, llegan de Silicon Valley. En ellas se pueden contemplar a grandes triunfadores alienados con una forma de entender los negocios que pregona una gran libertad personal para los empleados. Mucho nos tememos que esa forma de entender la empresa puede ser uno de los factores de riesgo que más afectan a las empresas de reciente creación. Ante esta afirmación, algunos se preguntarán que por qué debe ser malo contar con oficinas abiertas con gimnasios y futbolines donde los empleados disfruten a la vez que trabajan y donde es más fácil conversar. También discutirán qué puede haber de negativo en tener horarios flexibles y en evitar que la plantilla sea más feliz. La respuesta a todos ellos es que tienen razón. Los clientes estarán contentos de trabajar con gente que es capaz de transmitir motivación en lo que hace. Los factores de riesgo a los que nos referimos están relacionados con esta cultura empresarial, pero obviamente no tiene nada que ver con los beneficios que acabamos de comentar. Sin embargo, este tipo de cultura, como cualquier otra, también tiene inconvenientes que pueden lastrar los beneficios de una compañía que acaba de dar sus primeros pasos. Son los que comentamos a continuación. Contratar en base a la personalidad En la actualidad se publica mucha información referente a la importancia de la cultura en la oficina. Se dice que los nuevos empleados deben llevarse bien con los antiguos y que contratar en base a la personalidad es casi más importante que hacerlo por los conocimientos. Esto puede ser verdad. El carisma es un aspecto a tener en cuenta pero no es lo más importante. Las decisiones de contratación deben basarse en encontrar colaboradores capaces de llevar una firma al éxito. Para ello los conocimientos, las habilidad y la ética en el trabajo deben estar por encima de lo bueno que sea alguien jugando al ping pong. Aunque esto último tampoco resta. Pero contratar sólo pensando en el carisma es un arma de doble filo con la que una empresa se puede cortar. Gastar de más La tendencia a las oficinas abiertas al estilo de Google, con entornos lúdicos en los que hay mesas de billar o gimnasios, fomentan una cultura de colaboración empresarial. Muchos emprendedores creen que este tipo de cosas ayudan a la marca y al funcionamiento de la firma. Pero hay que tener cuidado. Aunque aporte beneficios, este tipo de oficina requiere de fuertes inversiones, que algunos llevan a cabo incluso antes de tener un producto en el mercado. Luego si las cosas no acaban de funcionar se encuentran con un problema económico del que es importante salir. Lo mejor es invertir en lo que realmente importa y dejar la diversión para más adelante. Por lo menos, cuando la empresa tenga una sólida base financiera. Dejarse llevar por las emociones Desempeñar el liderazgo en un ambiente personal, coloquial y relajado también puede generar factores de riesgo. El más grave es el de sentirse como parte de una familia en vez de tener a su cargo a un grupo de empleados. Esta situación lleva a que se puedan tomar decisiones basadas exclusivamente en la emoción. De esa forma puede que no se ejecute un despido merecido por el mero hecho de que el trabajador incompetente se ha convertido en un amigo. Otro ejemplo es el de no afrontar un cambio en el modelo de negocio por pensar que su introducción podría generar demasiada presión y destruir el agradable ambiente de trabajo. No establecer una jerarquía clara En muchas startup hay una cultura que fomenta la aparición de líneas borrosas entre trabajadores y jefes. El buen rollo reinante origina que la voz de todos sea escuchada por igual y que solo se sepa quién es el jefe porque su nombre es el que aparece en las nóminas. Esta especie de democracia deja a todos contentos y puede funcionar en el día a día. Pero cuando surgen problemas se echa de menos de la figura de un líder claro que sepa dirigir el barco y se encargue de tomar las decisiones oportunas. Por tanto, es obligatorio que todo emprendedor defina dónde están los límites y las responsabilidades de cada uno de los integrantes de la compañía. Olvidarse del objetivo Una empresa se crea para ganar dinero. Eso es así. Se le puede disfrazar con lo que se quiera. Que si hablamos de cumplir un sueño, que si no quiero tener jefe... Pero detrás de todo negocio está la idea de obtener beneficios. Si además, el objetivo se consigue con diversión, pues mejor que mejor. Pero si se abusa de esto último se puede llegar a un punto en el que olvidamos lo que realmente importa en cualquier compañía, que es el dinero. No deje que eso ocurra. Nunca se pueden tomar decisiones que vayan en pos de la relajación y la diversión y en contra de la productividad y la cuenta de resultados. Quizá no sea lo más bonito. Pero es la única forma que existe para que esas personas que están a su cargo sigan teniendo un trabajo y un salario digno a fin de mes. La cultura de una empresa no debe ser uno de esos factores de riesgo que son capaces de hundir compañías. No debe ser una copia exacta de lo que se ve por televisión o se lee en las revistas o Internet cuando se tratan ejemplos de compañías tecnológicas americanas. En lugar de ello, hay que construir un entorno adecuado para su negocio, poniendo los mimbres para alcanzar el éxito y dando la imagen de marca que queremos transmitir. Es el único camino que tiene una firma de reciente creación para sobrevivir.
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