27 jul 2015

¿Cómo sobrevive una pyme a la familia?

  Primero lo bueno: más del 85% de las empresas del mundo son familiares. Ahora lo malo: tres de cada cuatro de estas firmas no supera el paso de la primera generación (fundador) a la segunda (hijos). Ambos datos indican que la familia es la esencia de todos los negocios. Pero, por desgracia, también reflejan que este tipo de corporaciones lo tienen mucho más complicado que las que saltan a cotizar.   En cuanto a su tamaño, las compañías con lazos de sangre en sus filas no son siempre pymes. En el mundo empresarial encontramos ejemplos como Walmart, El Corte Inglés o Mars, que demuestran que se puede ser un gigante sin contar con la financiación que viene de los parqués. Eso sí, a cambio hay que seguir unos consejos vitales para la buena marcha de la firma, que ahora pasamos a enumerar.  

Nada de acuerdos verbales. Todo por escrito

Iniciar una empresa en la que están presentes maridos, primos, padres o amigos es algo muy común en el mundo de los emprendedores. Por norma general, existe mayor afinidad con gente conocida que con socios extraños. Pero eso no quiere decir que las cosas no se deban hacer con la seriedad que todo negocio requiere. En otras palabras: hay que definir con claridad y en un documento firmado el cargo de cada miembro de la familia, así como los sueldos, los dividendos y el horario. Tampoco hay que olvidar los mecanismos y el orden que hay que seguir a la hora de tomar las decisiones estratégicas. Y jamás se puede dejar en el tintero el camino a seguir en caso de que algún miembro del accionariado pretende vender su parte. Todos estos temas resultan farragosos para ser tratados con familiares. Pero son fundamentales para la buena marcha de cualquier negocio. Por eso es mejor tenerlos claros desde el principio. Así, cuando surjan las lógicas discrepancias existirá una guía a la que agarrarse.   En las empresas familiares grandes a este tipo de documentos se les llama estatuto. Define todo lo relacionado con la actuación de la familia en la empresa. Suele incluir apartados que limitan el número de miembros que pueden estar en el día a día de una firma, así como los pasos básicos que hay que seguir en los relevos generacionales. En el caso de una empresa de reciente creación quizá se puedan obviar estos temas y dejarlos para más adelante. Pero en cuanto se gane algo de tamaño es imprescindible sentar a todos alrededor de una mesa y redactar el famoso estatuto. Sin él, las posibilidades de cierre son enormes.  

No mezclar nunca las finanzas personales con las de la empresa

Los dueños de pequeños negocios suelen invertir gran parte de su tiempo personal y de su dinero en el lanzamiento de un negocio. Eso da lugar a que las finanzas personales estén mezcladas con el negocio. Esta situación suele acarrear problemas a largo plazo. ¿Solución? Separar las cuentas bancarias y las prácticas contables. Una cosa es la familia y otra la empresa. La hipoteca no se puede mezclar con la inversión en nuevos equipos. Por tanto, siempre debe existir una línea clara que separe los dos frentes.  

Tratar a los empleados por igual

Un emprendedor por sí solo es incapaz de rendir en todos los puestos de la empresa. Quizá sea bueno vendiendo, pero no sabrá de cuentas o viceversa. Una familia empresaria también se encontrará con esa dificultad. Puede que al principio sea posible repartir los papeles y encontrar en el seno familiar perfiles adecuados para todos los retos. Pero con el tiempo es 100% seguro que se necesitará fichar a externos para cubrir puestos de responsabilidad. Cuando se requiere sabia nueva en un negocio es crítico que esas personas ajenas se sientan en igualdad de condiciones en la empresa que los representantes de la unidad familiar. No se trata solo del trato, sino de mucho más. Hablamos de salario, de condiciones, de beneficios y, especialmente, de oportunidades de crecimiento. Los puestos de responsabilidad no pueden estar dados a primos y parientes sino al mejor cualificado para ocuparlo. Y si esa persona no tiene nada que ver con los fundadores no pasa nada. De hecho, será la mejor decisión para la empresa, que se beneficiará de un individuo que sabe hacer su trabajo. También será útil para el resto de la plantilla, que verán que sus esfuerzos tienen recompensa aunque no tengan el mismo apellido que el emprendedor.   Esta regla se debe llevar hasta las últimas consecuencias. Si un emprendedor empieza a vislumbrar la jubilación tiene la obligación de dejar al frente de la compañía en manos de la persona mejor preparado. Puede que ese directivo no sea ninguno de sus hijos. Ni siquiera esté entre sus parientes más cercanos. Es probable que el individuo mejor preparado para asegurar el futuro corporativo sea un fichaje externo. Si se encuentre en esa situación, no lo dude: ponga al mejor al frente de todo. Será difícil de explicar pero será vital para asegurar la supervivencia del negocio.   El trato especial, aunque sea la percepción del mismo, a los miembros de la familia lleva implícito la des motivación general de la plantilla. Una circunstancia crítica que provocará una caída brutal de la producción de la plantilla.   Lo que pasa es el campo se queda en el campo Los futbolistas suelen decir, aunque sea con la boca pequeña, que lo que ocurre durante un partido, jamás debe salir del mismo. Todo se debe acabar con el pitido final del árbitro. Las patadas deben ser olvidadas y no llegar ni al túnel de vestuarios. En el caso de una empresa se debe actuar de igual forma. Pero no se tiene que hacer de boquilla sino de manera real. Los problemas de la empresa jamás deben salir de la sede social y alcanzar el hogar. Se debe hacer lo que haga falta para separar negocio y unidad familiar. Todo vale con tal de que en la mesa a la hora de cenar no se hable de la compañía.   Esta separación es fundamental para mantener una empresa. ¿Exagerado? Para nada. Según diversos estudios, la principal causa del cierre de las empresas familiares es emocional.    

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