11 mar 2013

Elige un buen nombre. Una mala selección te puede llevar a la quiebra

En un negocio se suelen cuidar todos los detalles. Pero hay un asunto que, en ocasiones, se toma demasiado a la ligera. Nos referimos a la elección de un buen nombre, tanto para la empresa como para un producto determinado. Aunque no se lo crea, los casos de buenos artículos que han fracasado por no haber seleccionado un nombre de calidad son incontables. El sector del automóvil es prolífico en este tipo de meteduras de pata. La más popular fue la del fabricante Mazda, al que no se le ocurrió otra cosa que bautizar a uno de sus modelos con el asombroso nombre de Laputa. Otros disparates similares son el Opel Manta, el Mitsubishi Pajero (sustituido por Montero, para evitar el cachondeo), el Nissan Moco, el Ford Pinto (significa pene en portugués), o el Vokswagen Jetta. Como se puede ver, muchos errores vienen de las traducciones. Quizá un nombre suene bien en su lengua de origen. Pero su significado en otros idiomas puede generar confusiones. Obviamente todos estos vehículos mencionados en el párrafo anterior no vendieron demasiado en el mercado español. Fuera del mundo del motor, tampoco es demasiado complicado dar con denominaciones malsonantes. ¿Ejemplos? Qué tal una empresa de embutidos que se llama Morte, o una constructora bautizada como CAE, o los bolígrafos Sarasa, o los medicamentos Ymea... La lista es interminable y viene a demostrar que los fallos no viene solo de pymes, sino de multinacionales. Para evitar cometer errores como bautizar nuestra empresa como Pérez y Navarro SA, por poner otro ejemplo, es bueno tomarse con calma la elección del nombre. ¿Qué tiene que tener un nombre para triunfar? No existe una regla válida para todos los nombres. Pero lo básico es que una buena denominación debe sonar bien y no significar nada ofensivo ni caricaturesco en todos los idiomas donde se quiera estar presente. Una vez alcanzado ese punto, no viene mal conocer unas tendencias que se están siguiendo a la hora de bautizar compañías y, después, seleccionar la que mejor se adapte a nuestro negocio o producto. La primera tendencia es la de utilizar palabras reales. Buenos ejemplos son los de Apple, Amazon, Twitter o Yahoo. Normalmente no tienen relación con el negocio de la empresa, pero suenan bien y ayudan a la hora del márketing. Eso sí, cuentan con la dificultad de que pueden ser demasiado abstractas y que, en la actualidad, resulta muy complicado encontrar una URL disponible de un vocablo que ya exista. Otra alternativa es la utilización de palabras mal escritas. Este fue el camino elegido por Flickr, Google o Digg. En realidad, estos vocablos correctamente escritos serían flicker, gogol y dig. Pero los responsables de estas empresas decidieron diferenciarse de la multitud. Otra ventaja de esta tendencia en nombres es que desaparecen las dificultades para encontrar una URL disponible. En cuanto a los problemas, el más importante es la dificultad para recordar este tipo de palabras. La tercera vía seguida por las empresas en la actualidad es la de las palabras compuestas, como Facebook. La principal ventaja es la originalidad y la desaparición de los problemas con licencias y direcciones de Internet. En cuanto a los problemas, el más destacado es que en ocasiones surgen nombres demasiado largos, que no ayudan demasiado a la difusión de la empresa. ¿Última opción? Las palabras inventadas, como las utilizadas por las compañías Skype o Zynga (los autores del juego social Farmville). Aunque quizá sea la mejor opción, también es la más peligrosa, por el juego de significados que puede tener el vocablo en diferentes lenguas. Una vez conocidas las tendencias y los riesgos de no tomarse en serio la elección de un buen nombre, sólo queda esperar que ningún emprendedor vuelva a estropear un buen negocio por culpa de la denominación elegida. El camino hasta encontrar el nombre adecuado no será fácil. De hecho, solo en España existen más de dos millones de marcas por solo 300.000 vocablos en el diccionario. Pero vale la pena no tomarse este asunto con demasiadas prisas.
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