23 oct 2022

Acuerdo energético

A mediados de octubre Israel y Líbano alcanzaron un acuerdo para la delimitación de la frontera marítima, tras años de negociaciones auspiciadas por Estados Unidos.

Hasta ahora los límites territoriales de ambos países estaban fijados por la denominada Línea Azul, establecida con carácter temporal por Naciones Unidas hace más de veinte años. La soberanía marítima no fue una prioridad para ninguno de los dos países durante la primera década de este siglo. Sin embargo, todo cambió tras el descubrimiento de amplios yacimientos de gas en la zona en disputa. A nivel mundial estas reservas son marginales; sin embargo, suponen un volumen considerable para los países de la región. Cabe recordar que Israel es, desde hace unos años, un exportador neto de gas, gracias a la explotación de los yacimientos off shore de Leviatán y Tamar. El acuerdo alcanzado establece una línea divisoria que podría considerarse un punto intermedio entre las aspiraciones iniciales de ambos países. Esta distribución otorga a Israel los derechos de explotación sobre las aguas donde se sitúa el yacimiento de gas off shore de Karish. La soberanía del campo de Qana será compartida, dado que la línea divisoria sobrepasa el reservorio. Para desbloquear esta situación, los dos países acordaron que Líbano tendrá el derecho de explotación del campo, con la condición de que el consorcio adjudicatario del proyecto compense a Israel por los ingresos que obtenga por la extracción de las reservas que se sitúen en su territorio. En términos económicos, el desarrollo del campo de Karish refuerza las aspiraciones de Israel de convertirse en uno de los principales proveedores de gas de la Unión Europea a medio plazo. Desde la perspectiva libanesa, la explotación del campo de Qana es una de las grandes esperanzas de las autoridades para superar la grave crisis económica que atraviesa el país. El ministro de Energía libanés, Walid Fayyad, aseguró que el país “se convertirá en un petro-Estado”; sin embargo, este sueño no se materializará a corto plazo. Las estimaciones apuntan que el desarrollo del proyecto requerirá, al menos, ocho años de ejecución. En cualquier caso, la resolución de la disputa aleja el riesgo de que estalle un nuevo conflicto entre los dos países. En este tiempo la milicia libanesa Hezbolá había amenazado en repetidas ocasiones a Israel con iniciar una ofensiva militar en el caso de que Tel Aviv iniciase la explotación de los yacimientos sin haber alcanzado previamente un acuerdo.

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