10 dic 2025

¿Está Taiwán ante el abismo del fin de la ambigüedad?

"Estamos en el perímetro del mundo libre en el Pacífico, el destino del resto de Asia descansa sobre nosotros", decía el General Chiang Kai-shek, líder de la República de China (Taiwán) en 1955, ante las Naciones Unidas. Ponía así en valor la continuidad de la ayuda norteamericana a la isla en plena Guerra Fría.

Era consciente de que el apoyo norteamericano estaba supeditado a los intereses generales de EEUU, y no se le escapaba que el gran valor estratégico del “portaviones insumergible”, como se refería a la isla el General MacArthur, podía convertirse en cualquier momento en moneda de cambio en las relaciones de Washington con Pekín.

En gran parte, así sucedió cuando en 1979 se fijó el statu quo de la isla, mientras EEUU retomaba sus relaciones con Pekín, consolidando con ello el cisma sino-soviético. Se acordaba entonces la política de “una sola China” y se establecía la llamada "ambigüedad estratégica" hacia la isla:  EEUU se comprometía a ayudar en su defensa, pero sin prometer explícitamente una intervención militar directa en caso de ataque. Esta ambigüedad buscaba, por un lado, disuadir a Pekín de una invasión y, por otro, disuadir a Taipéi de declarar la independencia formal.

En la actual geopolítica, donde la confrontación entre EEUU y China ocupa un lugar central, las tensiones por el futuro de la isla son aún mayores que durante la Guerra Fría. La isla no es solo el punto central de la primera de las “tres cadenas de islas del Pacifico” que conforman la estrategia militar de contención estadunidense hacia China en el Indo pacífico, es, además, el mayor productor del mundo de chips, ventaja clave en la carrera por la IA que juega un papel decisivo en la lucha por la hegemonía mundial. A pesar de esto, durante el segundo mandato de Trump los rumores y especulaciones sobre la posibilidad de que, el transaccional e impredecible mandatario, usará a Taiwán como moneda de cambio en sus negociaciones con Xi Jingping han sido constantes.

La llamada entre Trump y Xi el pasado 24 de noviembre disparó de nuevo estas especulaciones. La conversación tenía como objetivo avanzar en la negociación comercial tras la tregua firmada en octubre. El tono entre los mandatarios parece que fue muy positivo y se filtró que la situación de Taiwán fue parte de la conversación. Trump habría reconocido en la misma la "importancia central" de la isla para China. ¿Podría ser esto un indicio de que Taiwán estaba en la mesa negociadora junto a los aranceles, las tierras raras o los chips de Nvidia?

Sin embargo, el pasado 2 de diciembre el Presidente firmaba la Taiwan Assurance Implementation Act o Ley de Implementación de la Garantía de Taiwán. Se trata de una enmienda crucial a la ley de 2020, cuyo propósito principal es fortalecer la relación entre EE.UU. y Taiwán al exigir la revisión periódica de las directrices que rigen el contacto oficial del Departamento de Estado con la isla. Esta legislación obliga al Secretario de Estado a asegurar que dichas directrices reflejen la importancia de Taiwán como socio democrático clave y, a identificar y levantar las "restricciones autoimpuestas" a sus propios funcionarios al interactuar con Taipéi, una medida que profundiza la conexión oficial.

China calificó la ley como una "grave injerencia en los asuntos internos de China". El portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores, Lin Jian, declaró que la cuestión de Taiwán es el "núcleo de los intereses fundamentales de China" y la "primera línea roja que no debe cruzarse" en las relaciones entre China y EE.UU. Exigió a Estados Unidos que "detenga la interacción oficial" con la "región de Taiwán de China en cualquier forma" y que no envíe "señales erróneas a las fuerzas separatistas de la 'independencia de Taiwán'".

Se abre aquí otra posibilidad, que Trump, en efecto, esté usando a la isla como moneda de cambio, pero no como algunos temían inicialmente, entregándola a China a cambio de ventajas en el terreno económico, sino amenazando con traspasar la ambigüedad en sentido contrario, con un apoyo explícito a las fuerzas independentistas de la isla.

Se trataría de deslizar ante Pekín la posibilidad de hacer realidad la peor pesadilla del Partido Comunista Chino: una declaración formal de independencia de Taiwán con respaldo diplomático y militar de EE.UU. Se equilibraría así la compleja partida de póker sobre la isla. Igual que EEUU se vería posiblemente obligado a intervenir en caso de invasión sorpresa de la isla, en este caso, China se vería igualmente en la difícil tesitura de tener que cumplir su promesa de intervención militar ante la flagrante ruptura de su línea roja.

La posibilidad de que Trump esté utilizando la amenaza de apoyo explícito a Taiwán como moneda de cambio resulta contra intuitiva, pero sería factible. Se trata de una táctica de alto riesgo que se alinea con su estilo de negociación y utiliza la mayor vulnerabilidad de Pekín (la unidad territorial) como la máxima palanca de presión para obtener ventajas en otros frentes, especialmente en el ámbito económico y tecnológico. La reciente firma de la Assurance Implementation Act sería en este caso un paso de “escalada controlada” en este peligroso juego.

El tamaño de la apuesta es considerable. Lo que está en juego no es solo el destino de la isla, sino el equilibrio de poder en Asia y, posiblemente, el orden global en el siglo XXI. La tensión entre la ambición territorial de Pekín y el imperativo estratégico de Washington continuará haciendo de Taiwán la zona cero de la geopolítica mundial.

relaciones exteriores geopolítica
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