19 feb 2018

China gana peso estratégico e inversor en América Latina

Pekín ha desplegado 192.000 millones de dólares a modernizar las infraestructuras en el hemisferio sur americano, donde sus inversiones han creado 1,8 millones empleos.

 

China se ha instalado cómodamente en América Latina

Aterrizó con flujos de capital puntuales, en 2006, casi sin dejar rastro - como una mano invisible, llegó a decirse desde el Departamento de Desarrollo de la OCDE - para establecer alianzas geoestratégicas con países del hemisferio sur americano. Esencialmente, financiación de infraestructuras a cambio de acceso a las gigantescas fuentes de materias primas de la región, esenciales para garantizar el fulgurante abastecimiento de la segunda economía del planeta. Más de diez años después, el despliegue geoestratégico de Pekín en la región ofrece números asombrosos. Uno de ellos es el que dejó la Comisión Nacional para la Reforma y el Desarrollo (NDRC), el banco chino de inversiones en el exterior, a finales del pasado año: las empresas del gigante asiático llevan desplegados, con los pertinentes avales del Gobierno, más de 192.000 millones de dólares en proyectos de construcción de infraestructuras, desde puertos, aeropuertos, carreteras, líneas ferroviarias, oleoductos y gaseoductos o redes eléctricas o de otros servicios públicos. El equivalente al tamaño de la economía portuguesa o vietnamita.

El dato, revelado en un foro de inversiones en el exterior, centrado en América Latina por uno de los responsables de la NDRC, Li Xiaoyan, nombró la lista corta de socios que recibirán mayores inyecciones de capital chino en los próximos ejercicios: Brasil, Perú, Ecuador, Jamaica, Panamá y Ecuador. Además de los 31.000 millones de dólares de inversiones directas no financieras -las que realizan las empresas, sin acuerdos bilaterales con entidades bancarias- en 2016, último año contabilizado.

Por si fuera poco, otra organización mundial, la del Trabajo (OIT), ha puesto cifra también a los empleos que las inversiones chinas han generado desde 1990 hasta 2016. Al menos, 1,8 millones de empleos netos; es decir, directos. Como resultado de su estrategia de comercio, inversión y planes de infraestructuras. El estudio, según el director regional para América Latina de la OIT, José Manuel Salazar, supone el 4% del total de nuevos puestos de trabajo creados durante ese periodo. Las oportunidades que ha abierto China en la región no sólo son económicas, sino que se trasladan al ámbito socio-laboral, lo que pone en perspectiva la profundidad y solidez de las relaciones políticas y comerciales de Pekín?. La presencia de sus firmas ha sido muy activa en los últimos ejercicios. Y tiene visos de que seguirá siendo así en los años venideros, afirma Salazar.

El informe, firmado por los investigadores Enrique Dussel Peters y Ariel Armony, refleja que los lazos han ido dinamizándose con el paso del tiempo y que los flujos comerciales y de capital han ganado en complejidad y sofisticación. América Latina ha pasado de representar menos del 1% del comercio chino en 1992 a convertir a la segunda economía del planeta en el segundo socio comercial de la región. Y lo que resulta más sorprendente, América Latina no ha dejado pasar la oportunidad de exigir reciprocidad y se ha erigido en el cuarto suministrador de bienes y servicios en China. De forma desglosada, la OIT asegura que, entre 1995 y 2011, el comercio generó 1,15 millones de empleos (especialmente en Argentina, Brasil, Chile y México); entre 2003 y 2016, los flujos de inversiones, que totalizaron más de 120.000 millones de dólares en 271 grandes operaciones, lograron otros 260.000 puestos de trabajo, mientras que entre 2005 y 2016, los proyectos de infraestructuras con la imagen de marca China crearon otros 350.000 aumentos de plantillas.

China es, según la Unctad, la agencia de Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo, la tercera mayor potencia inversora mundial. Sólo por detrás de EEUU y Japón. Sus inversiones en América Latina han permanecido estables desde 2010, ejercicio del gran desembarco de firmas chinas en la zona, lo cual es altamente positivo teniendo en cuenta la contracción de capitales que se ha producido tras la crisis financiera de 2008, señala la Cepal, su institución hermana para el análisis económico en América Latina. Aunque este organismo alerta de que la gran señal de alarma para el futuro es el excesivo endeudamiento del sector privado chino de los últimos años. El pasado ejercicio, las ventas al gigante asiático crecieron un 23%, trece puntos por encima del repunte de las exportaciones de la región en todo el mundo, anuncia la Cepal.

En esta exhibición de músculo inversor, financiero y comercial también ha jugado un papel clave la retirada de EEUU de su llamado Patio Trasero; no sólo por la pérdida de respaldo político de la Administración Trump, sino por la interrupción de los pactos comerciales bilaterales que la Casa Blanca ha firmado o prorrogado en los últimos años con países del Hemisferio Sur o por la decisión de rescindir uniones aduaneras como el Nafta. Todo ello contribuye de forma directa a la pretensión del presidente chino, Xi Jinping, de duplicar el comercio bilateral con la región, en 2025, hasta alcanzar el medio billón de dólares (casi la mitad del PIB español). E incrementar, desde los 85.000 millones de dólares actuales, hasta los 250.000 millones, las inversiones chinas en América Latina.

De hecho, sus dos principales brazos armados financieros -el Banco de Desarrollo de China y el Banco de Exportaciones e Importaciones- ya otorgan más créditos a la región que el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y la Corporación Andina de Desarrollo (CAF) juntos. Por si fuera poco, Pekín tiene formalizados con países latinoamericanos fondos de inversión multilaterales y empresas como JAC Motors, acaban de redoblar su capital en México con 212 millones de dólares (para su planta de Hidalgo), con la que esperan crear 5.500 puestos de trabajo. Muchos de los que el presidente de EEUU trata de destruir con la amenaza a sus multinacionales de la automoción para que salgan de México y vuelvan a reconstruir Detroit.

Pekín, además, ofrece una perita en dulce a sus socios latinoamericanos

Les cita en un lugar preferente, dentro de su recién publicada estrategia estatal, para subirse al carro comercial e inversor de la Nueva Ruta de la Seda, que pone en liza 110.000 millones de dólares de las arcas estatales chinas para que el Belt and Road, su nomenclatura, desarrolle billonarios planes de infraestructuras rodadas, ferroviarias y marítimas e incentive los flujos inversores y comerciales. En la raíz de este proyecto, que tiene la firma personal de Jinping, está en juego la pretendida renovación de la imagen de Pekín como actor global y detractor del proteccionismo que auspicia en actual inquilino de la Casa Blanca.

Después de meses de retórica sobre este plan, el Gobierno chino ha puesto negro sobre blanco la conveniencia de que inversores de América Latina puedan beneficiarse de este colosal proyecto. Eso sí, dejando claro varios borrones en su reciente despliegue inversor en la región. Porque también advierte de los riesgos de sus intereses en Venezuela, de la incertidumbre de algunos proyectos en Perú y de varias reformas que perjudican al retorno de sus beneficios en ciertos países del Caribe. Aunque manifestando, por un lado, la clara intención de Pekín de seguir consolidando sus inversiones en sus socios americanos y constatando, por otro, que ya ha emprendido su prometido despliegue de fondos para inversiones exteriores, que pasará de los 6,4 billones de dólares actuales, a los 20 billones en 2020.

Una parte substancial de este suculento pastel -asegura su estrategia oficial- se destinará a mercados con los que tenga formalizados memorándums de entendimiento; es decir, tratados que preserven los intereses de China. Y cita el Programa de Alianza de Inversiones con Brasil, de coordinación de capitales financieros para el sector del transporte y las infraestructuras en la mayor economía latinoamericana. O el suscrito con el presidente argentino Mauricio Macri para restaurar la confianza inversora tras años de aislacionismo del país sudamericano en las plazas internacionales a cuenta de los impagos de su servicio de deuda. Sin olvidar la apertura al capital foráneo en México; en concreto, en sectores como las telecomunicaciones o el energético, de especial predilección en las carteras de negocios de las empresas chinas.

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