01 ago 2018

China lidera la reserva global de divisas con 3,2 billones de dólares

El Banco Central de China acumula un arsenal monetario similar al tamaño del PIB alemán, más del doble que el tesoro de divisas de Japón y cuatro veces el de Suiza.

 

Las reservas de divisas de un banco central no son sólo una acumulación de valor monetario. Por encima de todo, ofrecen garantías iniciales para afrontar convulsiones de cualquier índole. Desde políticas a económicas, monetarias o sociales. En el orden financiero -es decir, en el día a día de gestión de cualquier institución emisora-, ejercen de baliza sobre la sostenibilidad del tipo de cambio de una moneda nacional e, incluso, proveen cobertura, una especie de seguro a todo riesgo, en casos de emergencias económicas en su país. La mayor parte de esta cesta monetaria está denominada en dólares, con el euro en segundo lugar de las preferencias de las entidades reguladoras de todo el mundo, aunque aún a años luz del billete verde. Son las dos divisas con un uso más global. De ahí que EEUU y los socios europeos que comparten la divisa común no se vean en la obligación de atesorar una especial cantidad de unas monedas -el euro y el dólar- que se emplean en la práctica totalidad de las transacciones internacionales. O, dicho de otra manera, son los grandes valores en circulación en los mercados financieros del planeta.

Sin embargo, que las arcas bancarias del resto de las economías -en especial, la de los mercados emergentes, con más potencial de crecimiento y prosperidad, pero también con mayores y más peligrosos desequilibrios macroeconómicos y sometidos al riesgo de incrementar sus ya de por sí amplias brechas de distribución de rentas- gocen de buena salud es un síntoma de seguridad financiera. Porque, además de a la sostenibilidad del tipo de cambio de una divisa -herramienta indispensable, sobre todo, en supuestos en los que los bancos centrales utilicen mecanismos cambiarios ajenos a la fluctuación o con bandas rígidas de oscilación-, son indispensables en los casos contrarios. Entre los emisores con sistemas flotantes del valor de la moneda, debido a que con su arsenal de divisas pueden adquirir moneda extrajera o instrumentos financieros con los que reducir el valor de su dinero doméstico. También son un colchón para mantener la liquidez en episodios de crisis. Además de dotar de confianza a los inversores extranjeros, a los que les infunde tranquilidad saber que un banco central de un mercado en el que depositan su capital dispone de la habilidad de actuar para proteger sus carteras de inversión. Hay otras tres razones. La primera, su papel de salvaguarda para el pago de obligaciones de pagos internacionales, muy al uso en una época como la actual, con niveles históricos de deuda soberana (de Estados), de empresas y de bancos tras varias crisis de endeudamiento, herencia del credit crunch de 2008. La segunda, que se pueden utilizar como fondos para ciertos sectores, como las infraestructuras. Y, finalmente porque, aunque mayoritariamente, las cestas monetarias de los bancos centrales las protagonizan el dólar y el euro, cada vez han diversificado más la entrada de otras divisas, lo que les ayuda a reducir los riesgos de sus propias inversiones en los mercados globales.

Pero, ¿qué países lideran esta clasificación? O, lo que es lo mismo, ¿qué economías atesoran el mayor volumen de arsenales monetarios para capear temporales en el futuro?

Uno por encima de todos: China. Su entidad emisora dispone del equivalente, al cambio, de 3,2 billones de dólares. A precios actuales de mercado. Casi el tamaño de la economía alemana, la cuarta del planeta. Más del doble de Japón que, con 1,2 billones, le sigue en la lista, que constata una reducción substancial de sus reservas en yenes por su consideración de gran superpotencia exportadora, ya que envía cada año al exterior más de 605.000 millones de dólares de productos made in Japan, la práctica totalidad denominados en dólares y euros. Y cuatro veces la cifra que custodia el Banco de Suiza, enclave considerado el refugio financiero mundial, con una moneda, el franco suizo, emblema de la estabilidad cambiaria y que ha hecho uso del tipo de cambio fijo para sostener el valor de su moneda durante varios de los años que siguieron a la crisis. Su depósito monetario supera los 785.700 millones de dólares. Una estrategia que también tiene que ver con su decisión de permanecer ajena al espacio de la UE como fórmula para atraer a sus propios inversores, al margen de la evolución del euro en los mercados.

Los diez países con mayores reservas de divisas, a partir de los últimos datos recabados por el FMI al término del primer trimestre de 2018, contrastados con la información facilitada por los bancos centrales hasta octubre del ejercicio pasado y recabados y analizados por el think-tank y consultora HowMuach.net, son los siguientes:

  1. China: 3,162 billones de dólares.
  2. Japón: 1,205 billones de dólares.
  3. Suiza: 785.700 millones de dólares.
  4. Arabia Saudí: 486.600 millones de dólares.
  5. Hong Kong: 437.500 millones de dólares.
  6. India: 397.200 millones de dólares.
  7. Corea del Sur: 385.300 millones de dólares.
  8. Brasil: 358.300 millones de dólares.
  9. Rusia: 356.500 millones de dólares.
  10. Singapur: 279.800 millones de dólares.

De estas cifras oficiales se deduce que la acumulación de divisas en países como China, con sus extraordinarios flujos exportadores de bienes, Japón, con su industria electrónica vendiendo por todo el mundo o los ingresos procedentes del petróleo en el caso de Arabia Saudí les otorga un salvavidas financiero notable para afrontar inestabilidades. Todo ellos son mercados dominantes en sectores concretos que les reportan múltiples ingresos del exterior.

Pero también sorprende el escaso stock monetario de EEUU, de apenas 44.000 millones de dólares, teniendo en cuenta que su deuda soberana supera los 21 billones de dólares, por encima del tamaño de su PIB. Un riesgo latente, pese a que el acceso de la mayor economía del mundo a los mercados financieros en el exterior tiene una excelente garantía de solvencia. Sobre todo, porque las principales agencias de rating han rebajado su calificación sobre EEUU de su tradicional triple A, la máxima nota de sus diagnósticos, precisamente por el creciente repunte de los pagos a los que tiene que hacer frente el servicio de deuda del Tesoro americano.

También resulta preocupante el calibre de la recapitalización de los bancos chinos. La institución emisora de este país acaba de admitir que extraerá nada menos que 108.000 millones de dólares de sus reservas de divisas -más de dos veces el total que maneja la Reserva Federal- para sanear los balances de sus entidades financieras, dotarla de liquidez y facilitar el crédito hacia las pymes del país, sometidas a tensiones de pagos. La ratio de reservas monetarias que exige el gobierno de Pekín a su sector bancario ha ido recortándose en los últimos meses. Y la guerra comercial declarada por Washington, y que señala con especial virulencia al gigante asiático, también está mermando el músculo exportador de la segunda economía global.

Un reflejo de que Pekín busca contener el riesgo crediticio de entidades con balances frágiles, que podrían perjudicar con seriedad la confianza empresarial y recortar sus carteras de inversión, tal y como explica Robin Xing, economista jefe para China de Morgan Stanley. Visión que comparte Ming Ming, de Citic Securities, para quien el volumen de liquidez de los bancos se ha recortado dos veces desde el inicio del año, lo que demuestra que hay dificultades en una parte de los prestamistas y que el banco central ha empezado a dar credibilidad a los riesgos de endeudamiento de sus bancos y de su tejido empresarial. En un momento, además, en el que la economía se ha ralentizado tras registrar un crecimiento del 6,9% en 2017. Buena parte de culpa de este aminoramiento la tiene la pérdida de vigor de las ventas al por menor, que han retrocedido más de un 10% por la intervención de autoridades de regulación sectoriales después del proceso de traslado de deuda de firmas no financieras a bancos decretadas por Pekín en los últimos años. La versión china del banco malo de las potencias industrializadas con elevados activos tóxicos en sus entramados financieros.

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