13 nov 2013
¿Por qué es importante una correcta planificación fiscal?
Ya sea como ciudadanos, o como empresarios, seguro que en más de una ocasión hemos pensado lo siguiente: ¿Es que no es posible, actuando de la más estricta legalidad, pagar menos a Hacienda? ¿No estaré pagando más impuestos de los que debiera? ¿Estaré aprovechando al máximo las ventajas, incentivos y beneficios que me ofrece la legislación? ¿Por qué siempre me resulta tan inoportuno pagar los impuestos? Cuestiones que, quizás, no nos agobiarían tanto si hubiésemos realizado con la suficiente antelación una adecuada planificación fiscal.
¿Qué es?
Si tratamos de definir lo que es la planificación fiscal, podríamos decir que ésta trata de prever qué consecuencias, desde un punto de vista fiscal, van a tener los comportamientos y decisiones que como sujetos económicos adoptemos a lo largo del ejercicio económico-fiscal a fin de poder anticipar la cifra de impuestos a pagar. Serán, por tanto, nuestras acciones y omisiones, lo que hayamos hecho o dejado de hacer en un determinado periodo de tiempo, lo que determinará el impuesto a ingresar.
Es evidente que en los impuestos indirectos como, por ejemplo, el IVA, el margen que la legislación deja para la planificación es más reducido que en la imposición directa (entre otros, el IRPF o el Impuesto de Sociedades). En muchos casos, se limita a prever los pagos y los costes que inevitablemente conlleva la realización de los hechos imponibles.
Pero los impuestos directos contemplan determinadas situaciones subjetivas del sujeto pasivo a través de deducciones e incentivos. Son beneficios fiscales que necesariamente deben entrar en la ponderación de las alternativas que se presentan en el momento de la toma de decisiones. Son una variable más que no se debe olvidar, ya que el hecho de ponderarla puede ser el determinante que nos permita disfrutar de algún margen de maniobra.
Al igual que optimizas tus costes, debes optimizar tus costes fiscales
No se trata de una cuestión baladí. Basta con echar cuentas y pensar en la cantidad de dinero que representan sobre los ingresos de las empresas los gastos por los diferentes conceptos fiscales. Por ello, de la misma manera que tratamos de, en la medida de lo posible, ahorrar en todos y cada uno de los factores que intervienen en nuestro proceso productivo, debemos considerar que los costes fiscales no deben escapar a nuestro control y que algo se puede hacer respecto a ello.
Una buena planificación evita problemas de tesorería
En ocasiones, los impuestos nos sorprenden: el IVA, los seguros sociales, el IRPF, el Impuesto de Sociedades? Todos ellos integran una batería de artillería pesada que aun disparando ordenadamente, porque tenemos la obligación de saber cuándo lo hace, la mayoría de las veces nos coge a descubierto y causa importantes destrozos a nuestras tesorerías. Entonces debemos recurrir, bien a financiación externa, o quizá debiendo aplazar alguna decisión de inversión para apagar el fuego del recibo de Hacienda.
Además, no debemos olvidar los costes que acarrea, tanto financieros, explícitos, como de oportunidad, no colocando nuestro dinero en el lugar y momento adecuado o, cuando menos, presupuestado. Una planificación fiscal adecuada evitaría o, cuando menos, suavizaría estas situaciones. Y todo esto en una empresa en funcionamientos.
Pero ahora imaginemos que todavía se trata de un proyecto que no ha visto la luz. Quizá para el empresario sea una cuestión intrascendente. A fin de cuentas, él va a trabajar en su proyecto, que es lo que le apetece y le importa. Lo demás son cuestiones muy farragosas que, cuanto menos tiempo se piensen, mejor. Craso error. Se pueden incurrir en errores de extrema gravedad si no se ponderan las consecuencias de una incorrecta elección del vestido jurídico-fiscal que lucirá nuestra idea o proyecto.
Si no se hace una valoración adecuada a las diferentes alternativas se puede perder dinero, la empresa, y yendo un poco más lejos, hasta la camisa. Y luego no valen lamentaciones.
Estos incumplimientos de la ley pueden obedecer a diferentes causas. No todas son voluntarias, no quiero pagar, muchas tienen su origen en una imposibilidad para atender las obligaciones: queríamos pagar para no había dinero o son causadas por la desinformación: no sabía que hubiera que hacer esto. Todos estos casos han de ser estimados y contemplados en un análisis serio, pues las repercusiones pueden ser nefastas.
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