14 abr 2024

Inédito ataque de Irán a Israel

Acción, reacción. Tal y como se temía, Oriente Medio ha escrito esta semana un nuevo capítulo en la peligrosa dinámica de hostilidades.

En la madrugada del 14 de abril Teherán cumplió su amenaza de responder al bombardeo de su consulado en Damasco, hace dos semanas. El país persa llevó a cabo un inédito ataque, con el lanzamiento de 30 misiles de crucero, 120 misiles balísticos y una miríada de drones Shahed 136, similares a los utilizados por Rusia en la guerra contra Ucrania. La acción elegida por Irán para responder a la muerte de varios altos cargos de la Guardia Revolucionaria constituye un cambio radical respecto a la estrategia empleada en los últimos años, caracterizada por la instrumentalización de las operaciones militares a través de las milicias “proxy”. La inmediatez de la respuesta supone, asimismo, un cambio de paradigma respecto a la denominada “paciencia estratégica” empleada por Teherán en la última década. El ataque directo a Israel –algo que nunca había ocurrido hasta ahora– ha sido interpretado como una maniobra para restaurar su capacidad de disuasión. En clave interna la ofensiva –denominada “Promesa Verdadera”– pretendía apaciguar las presiones de los sectores más ultranacionalistas, que exigían medidas contundentes contra Tel Aviv. La acción del 14 de abril tuvo otra particularidad: la sorprendente telegrafía del ataque. Según se ha publicado, Teherán avisó de la operación con 72 horas de antelación a Estados Unidos, a través de países mediadores, entre ellos Turquía. Resulta llamativo, asimismo, el uso masivo de drones Shahed 136, unas aeronaves lentas y fácilmente rastreables (incluso para la población civil de Irak y Jordania, a tenor de los vídeos que fueron publicados a medida que los drones recorrían el trayecto entre Irán e Israel). Según las autoridades israelíes, todos los drones y el 99% de los proyectiles fueron neutralizados; una maniobra defensiva que contó con la participación de Estados Unidos, Francia, Jordania y Reino Unido. Todos los Shahed 136 fueron derribados antes de entrar en el espacio aéreo israelí, al igual que más del 80% de los misiles de crucero. Según las mismas fuentes, los proyectiles que no fueron derribados no causaron víctimas mortales, ni provocaron daños importantes en sus instalaciones militares.

 

¿Y ahora qué ?

Las particularidades de la operación –anticipar los movimientos al enemigo y utilizar drones fácilmente neutralizables– hace pensar que el objetivo de Irán era demostrar su músculo militar, sin provocar daños severos que pudieran forzar a Israel a iniciar un conflicto armado. En cualquier caso, supone un paso más en la peligrosa dinámica de hostilidades en la que se ha adentrado la histórica rivalidad entre los dos países; una espiral de agresiones que está desplazando a la región hacia terreno desconocido de consecuencias difíciles de anticipar. La incógnita radica, ahora, en la respuesta que llevará a cabo Tel Aviv, en un nuevo ejercicio de acción, reacción. La estrategia que adoptará el país hebreo no es evidente. Algunos ministros, como Ben Gvir, al frente de la Seguridad Nacional, han defendido públicamente efectuar un “contraataque aplastante”. Otros, en cambio, se han limitado a señalar que se responderá en el momento adecuado. Ante el riesgo de que se cumplan los peores escenarios, el presidente norteamericano, Joe Biden, ha presionado al primer ministro, Benjamín Netanyahu, para que apueste por la vía diplomática y ha advertido que el ejército estadounidense no participará en una posible respuesta militar.

 

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