04 mar 2015

Competitividad y oficina, una relación que se complica

Tener una oficina es algo consustancial a cualquier negocio. Localización, tamaño, precio... son variables que vuelven locos a muchos empresarios al comenzar sus negocios o al abordar un proceso de internacionalización. No es extraño que pasen, incluso años, hasta que se consigue amortizar la inversión que supone. Hasta ahora, esto siempre se había visto como el proceso natural de la creación de cualquier negocio o de su expansión internacional, pero la evolución tecnológica está cambiando este axioma. Cada día son más las empresas que se plantean prescindir totalmente de la oficina, las más aguerridas, o reducirla a la mínima expresión. Desde el punto de vista financiero, prescindir de oficina implica muchas ventajas. Ahorro del desembolso inicial en caso de compra, o de la cuota del alquiler mensual. Sin ella tampoco es necesario invertir en equipos informáticos ni preocuparse de su obsolescencia. Y los gastos corrientes (desde la luz, hasta los folios, los bolígrafos o los clips) pasan a ser preocupación de otros. No tener que desplazarse hasta un lugar de trabajo concreto también suele estar muy bien valorado por los empleados que ahorran tiempo y dinero en desplazamientos. Así, con el mismo sueldo sienten que les cunde más. Se unen los beneficios para la conciliación de su actividad laboral con las exigencias de su vida personal. Algunas empresas, sobre todo estadounidenses, que han apostado por la empresa sin oficinas han llegado incluso a medir el impacto de esta decisión. Algunas hablan de un ahorro financiero de entre el 15% y el 25%. Pero además destacan que en esas mediciones hay una disminución de la llamada huella de carbono empresarial. Eso que tanto valoran ahora los inversores internacionales. Ya que si los empleados trabajan desde casa, sus emisiones de dióxido de carbono se reducen en toneladas métricas y se ahorran millones de litros (galones en su caso) de gasolina. A pesar de las cifras, la tendencia del negocio sin oficina física tiene muchos detractores. Tener un lugar físico donde recibir a los clientes continúa viéndose como un elemento de imagen de marca y credibilidad ante ellos. El control del personal y de su productividad también es mucho más complicado cuando no es posible controlar sus movimientos simplemente levantando algo el mentón desde la mesa de un acristalado despacho. Pero, ¿qué ocurre si se comparan las cuentas de resultados? En ese caso puede que las reticencias se difuminen no tardando mucho. El ahorro que las compañías consiguen liberándose de las oficinas puede dedicarse a estrategias mucho más eficientes. Por ejemplo, para contratar profesionales más cualificados. Esto es especialmente importante en los procesos de internacionalización donde el coste y la gestión de los expatriados son, a menudo, inasumibles para muchas pequeñas empresas. En cambio no lo es contratar a ese mismo profesional para que ejerza desde su casa con independencia de dónde se encuentre y sin que la empresa tenga que asumir el coste de traslado de residencia. La tecnología actual permite realizar reuniones múltiples con un simple programa instalado en cualquier portátil. Y una pequeña oficina de representación, de coste muy reducido, puede servir para superar esas reticencias a la ausencia de dirección física o la necesidad de un lugar para atender a los clientes. Hasta tal punto esto se está imponiendo, que incluso ha dado lugar a nuevos negocios como los espacios compartidos de oficinas de alto lujo. El resultado final es que las compañías que están apostando por este modelo de negocio están presentando unas mejores cuentas de resultados con la misma inversión que, aseguran, compensan con creces los aspectos negativos de la supuesta falta de cohesión que genera que el equipo no trabaje en un mismo espacio físico. En otras palabras, se consigue incrementar ese mantra financiero que es la competitividad. Eso sí, como nada es perfecto, la gran debilidad que presenta este modelo es la excesiva dependencia de un tercero: el proveedor del servicio de internet. Sin su correcto funcionamiento todo se puede desmoronar.

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