10 abr 2014

Errores garrafales que se cometen con los empleados

En el día a día de una empresa ocurren muchas cosas. Muchas veces será feliz con sus trabajadores pero otras veces preferiría despedirlos a todos. Especialmente a los problemáticos, aquellos que no se callan ni una y que le tienen siempre al límite de perder la paciencia. Pero tenga cuidado. Aunque no lo parezca, mientras que ellos tienen libertad para decir lo que piensan, usted no posee ese lujo. A pesar de ser jefe, no se puede dar rienda suelta a la frustración y soltar el primer exabrupto que le venga a la cabeza. ¿Y por qué no puede decir lo que siente a pesar de ser el dueño del negocio? Pues porque si comete el error de hacerlo puede que despliegue una plaga de desmotivación en su plantilla, lo que sería muy negativo para el desarrollo normal del negocio. Por ese motivo, es mucho mejor callarse ante algún reto que le presente un trabajador, o resolverlo de una forma civilizada. A continuación le proponemos una serie de frases que, según los expertos de gestión de personas, es mejor no decir jamás sea cual sea la situación. Yo soy el jefe. Haz lo que te digo y cállate. Sí, es cierto. Usted es el jefe y está en su derecho de mandar a sus empleados, pero el miedo y el autoritarismo no es la mejor forma de hacerlo. La plantilla sabe de sobra que debe seguir sus directrices pero si su liderazgo no fomenta el debate se estará perdiendo importantes ideas y sugerencias que pueden partir de cualquier trabajador y que pueden ser beneficiosas para el negocio. No olvide nunca que  los que están por debajo de usted tienen un conocimiento más exhaustivo sobre los clientes de lo que usted tendrá jamás. Tienes suerte de tener trabajo. La antigua mentalidad de que un empleado debe besarle el anillo y  que debe sentirse agradecido por haberle dado la oportunidad de llevarse una nómina a casa todos los meses no es buena idea, ya que puede que tenga delante a un trabajador que cumpla con su cometido. Pero se perderá su posible aportación extra, ya que estará totalmente desmotivado y cohibido ante un patrón que se muestra feliz en su papel de déspota. ¿Por qué eres el único que tiene un problema con ese trabajo que te encargué? Como en casi todo, en los negocios las comparaciones son odiosas. Este axioma también es válido para la relación jefe y empleado. Da igual que estemos ante un caso puntual de un trabajador de confianza o ante un problema que se repite. La solución nunca debe pasar por compararle con otros compañeros sino por tratar de encontrar la base del problema que impide la correcta realización del encargo. No tengo tiempo. No se le ocurre rechazar con semejante excusa la solicitud de charla de un empleado. Dos minutos de su atención a alguien pueden ser de mucha utilidad. En cambio, un rechazo puede originar un problema que se alargue en el tiempo. No tienes ni idea del estrés que tengo que soportar. Seguramente es cierto que un jefe está más estresado que cualquiera de los suyos. Pero tampoco es necesario vanagloriarse de ello y hacer de menos los problemas de los demás. Esta forma de actuar también conduce a la desmotivación. ¿Ve usted ese nombre en mi puerta? Esta pregunta suele hacerse a aquel trabajador al que se le quiere dar una lección de humildad contándole cómo una persona como usted que salió de la nada ha llegado a presidir una firma. Eso quizá debería hacerle pensar al trabajador que su solicitud o problema no es importante si lo compara con lo que usted ha tenido que padecer para llegar a su puesto actual. Pero es una mala estrategia, ya que usted no es Dios y lanzar ese tipo de proclamas no es la mejor manera de lograr la afinidad con su plantilla. Y es que la crisis no puede dejar barra libre a este tipo de acciones. Quizá ahora el empleado sea visto todavía más como una mercancía de la que se puede prescindir fácilmente. Pero cómo venimos diciendo en este post esta forma de gestionar no es una buena política empresarial. Esto lo saben las grandes multinacionales americanas, que miman a sus plantillas. Quizá, y a pesar de las apariencias,  no sea tan fácil encontrar en el mercado laboral a alguien tan capaz como aquel chico que se fue de la empresa por su carácter o sus salidas de tono. Piénselo.
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