02 jun 2016

Cómo levantar negocios de éxito en sectores tradicionales

En este mundo digital, global y conectado en el que vivimos, casi se da por hecho que para que un emprendedor tenga éxito en una aventura empresarial, ésta debe de estar basada en principios tecnológicos. Es decir: o se lanza una startup, que sea capaz de ofrecer soluciones disruptivas, o casi mejor dejarlo para cuando nos llegue la idea luminosa.

Los informes que llegan de Europa, en los que se habla de los empleos que más se van a demandar en el futuro, inciden en la misma cuestión. Da la sensación de que todo debe tener un germen binario. Pero no nos equivoquemos. Las oportunidades también están más allá de la nueva economía. Levantar un Silicon Valley mundial es una quimera. Las sociedades seguirán necesitando  industrias tradicionales, oficios técnicos y profesionales de toda la vida, como electricistas, fontaneros, obreros y cerrajeros. A todo este colectivo, los americanos los bautizaron como áreas económicas de cuello azul, (blue-collar) por el color de los monos de trabajo. Los entornos que se relacionan mejor con el ámbito tecnológico y financiero recibieron el nombre de white-collar (cuello blanco) por las camisas y las corbatas.

En este post vamos a tratar de explicar cómo es posible tener éxito en el mundo actual con una empresa de cuello azul. El triunfo pasa sí o sí por adaptar los negocios de toda la vida a las demandas y preferencias de la sociedad del siglo XXI. Como anticipábamos antes, no se trata de reinventar la rueda sino de, por ejemplo, ofrecer al exterior una imagen moderna e innovadora, aunque nuestro trabajo sea sencillamente el de recoger la basura.

El emprendedor no puede perder la oportunidad única que tiene de aprovecharse de las décadas de retraso que traen de serie muchos sectores tradicionales, que siguen tirando de procedimientos obsoletos. La idea es la de llevar los métodos de trabajo y gestión de una tecnológica a un sector apalancado y repleto de señores como mono azul. Esta acción otorgará, sin ninguna duda, una enorme ventaja a este nuevo empresario, que llega con ideas frescas. ¿Exagerado? Para nada. Si no se lo creen, tienen ejemplos como Uber para darse cuenta de que la disrupción tradicional funciona. El éxito, no exento de polémica por cierto, de esta firma no es otro que el de darle la vuelta a un área económica anquilosada en el siglo XX, como es la del transporte.

El servicio al cliente

Todo está en continuo movimiento pero hay cosas que permanecen. Una de ellas es la exigencia de los clientes. Un consumidor quiere que lo traten como la persona que paga las nóminas de las empresas. Y eso es algo de lo que los negocios de éxito tradicionales se olvidan, lo que implica una excelente oportunidad. Por eso, la mejor estrategia es la migrar de los servicios de atención al cliente habituales (el emprendedor y su móvil que contesta cuando puede) a uno profesional, que dé respuestas y soluciones a las demandas que le llegan desde el otro lado del teléfono. Obviamente, el call center no se puede limitar a este método de contacto. Se deben fomentar otros, como el correo electrónico y las redes sociales. Las empresas deben estar preparados para este reto.

Con esto no queremos decir que haya que hacer como la mayoría de los operadores, que tienen todos los canales pero que, por norma general, no valen para nada. Para evitarlo, se tiene que eliminar toda la burocracia que está detrás de una multinacional. El servicio debe ser ágil y ayudar. Si no, mejor seguir con el sistema tradicional.

Para entenderlo mejor, pongamos un ejemplo. Imaginemos que usted tiene un negocio de cerrajería. Basta consultar en Internet para darse cuenta que el 99% de las posibilidades de comunicación pasan por un número (en ocasiones uno de línea 900, que es más caro para el usuario) que no está activo las 24 horas del día. En la sociedad de la información, este tipo de servicio es un insulto. Cuando alguien llama a un cerrajero es por una urgencia, no tiene la virtud de la paciencia. La obligación de cualquier emprendedor es estar abierto y operativo siempre. Así logrará la satisfacción del cliente y obtendrá algo que es quizá más importante: diferenciarse.

Destacar en un universo azul

Si hacemos lo que comentábamos en el punto anterior, habremos dado el primer paso para ser referente dentro de la manada. Aquí está el gran secreto de todo. No es lo mismo que se utilicen las Páginas Amarillas para encontrar un cerrajero o una firma que le arregle la luna del coche, que recuerde la marca de una empresa especialista en estos campos.

El reconocimiento del público sólo se logra si hemos sido capaces de destacar en un mundo en el que todos son más o menos iguales. El método para lograrlo es el de apostar por la enseña realizando acciones de marketing específicas. De esa forma, lograremos calar en la mente de la sociedad, que dejará de ver a nuestro negocio como uno más.

Obviamente un emprendedor no tiene los medios de una gran empresa, pero sí puede servirse de los entornos sociales para crear marca. Tener un logotipo y una imagen corporativa y utilizarlo siempre, también ayuda.

Olvidarse del hombre orquesta

En los negocios tradicionales es muy normal que el emprendedor sea el dueño, el gestor, el que trabaja y hasta el que contesta a las llamadas. Ese método de trabajo es anticuado y es importante que, en cuanto sea posible, se abandone. En su lugar se debe imponer un sistema de gestión más moderno. Cada persona de la empresa debe tener sus responsabilidades y darlo todo en su área de trabajo.

Cambiar el sentimiento por la razón

¿Para qué se crea una empresa? Para ganar dinero. Ya está. Con esa respuesta basta. El resto de añadidos son cosmética. Aunque en la actualidad todo se vista de responsabilidad social corporativa, un negocio no es nada sin beneficios. Aunque duela, esta máxima debe guiar su aventura en los sectores tradicionales, repleto de organizaciones familiares en las que la gestión de recursos humanos suele moverse a base de sentimientos. Usted debe imponer un sistema profesional en el que lo único que prima deben ser los números. Eso sí, esto no debe hacernos olvidar que la sociedad actual (y más los millennials) quieren que las organizaciones sirvan para algo más que para acumular riqueza en los bolsillos de los dueños. Se debe devolver algo de lo ganado. A la larga será beneficioso.

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