28 oct 2015

Seis errores que provocan que el trabajo en equipo falle

Si hay una aptitud valorada en los procesos de selección es la capacidad de trabajo en equipo. No hay candidato que se precie que se atreva a identificarse como poco apto para trabajar con otros. ¿Un mito? Tal vez, porque la realidad se encarga de demostrar con demasiada frecuencia que aunar fuerzas no es tan fácil, ni, a veces, tan eficiente como podría parecer. Los motivos son muy variados y en pocas ocasiones se dan por separado. Por ello no está de más identificarlos para evitarlos o combatirlos siempre que sea posible. Ante estos problemas, quizá más de un directivo se piense dos veces forzar colaboraciones imposibles.

Falta de confianza. 

Si hubiera que hacer una pirámide en función de las veces que más se repite un motivo cuando se analizar los problemas de un equipo, sin duda, la falta de confianza entre sus miembros sería la base. Desconfianza de los participantes entre ellos o con  respecto al líder. Dudas de si la mejor actitud en el grupo es la de decir abiertamente lo que se piensa o regalarle al jefe los oídos con lo que quiere escuchar. Ésta última prevalece en las organizaciones con relaciones laborales poco consolidadas o en las que los miembros del grupo no se sienten seguros con su trabajo o su puesto.

Exceso de confianza.

El también llamado exceso de egos, es casi más complicado de gestionar que la falta de confianza. Se trata de equipos formados por demasiadas personas seguras de que su opinión es la mejor e incapaces de ceder ante lo que puedan pensar el resto de los miembros. En estas situaciones se puede llegar a ralentizar la actividad en incluso bloquear proyectos clave para la compañía.

Mala gestión de la información.

¿Tienen todos los miembros del equipo la información necesaria en el mismo momento? Si no es así, será muy complicado que el trabajo funcione con fluidez. Algunos líderes tienen la costumbre de comentar con sus empleados favoritos la información antes de trasladarla al resto de equipo. Esto que puede ser una práctica eficiente, se transforma en nefasta cuando se realiza en el contexto de un trabajo en equipo. No sólo por las tensiones personales que puede generar determinado trato de favor, si no sobre todo porque puede frenar que algunos empleados aporten valor a la estrategias por desconocimiento de todo el proceso en el momento adecuado.

No identificar los objetivos o los puntos clave del proyecto.

El trabajo en equipo es mucho más eficiente si todos los miembros tienen conocimiento del objetivo final de su trabajo, e incluso de los objetivos intermedios. Si todo el mundo tiene claro para qué está trabajando es mucho más fácil que se motive y enfoque con más acierto su aportación.

Retroalimentación negativa.

Si el líder del grupo califica negativamente las aportaciones del resto de miembros generará la inseguridad de la que hablamos en el primer punto y desincentivará que cada uno se sienta libre de expresar sus propias ideas.

Comunicación improductiva.

Comúnmente conocida como ´no saber pedir las cosas´. ¿Cuántas veces ha recibido un mail con una petición incomprensible que ha requerido de, al menos, una llamada telefónica para aclarar la petición? Cuando esto se repite en repetidas ocasiones el flujo de trabajo del grupo se resiente y el trabajo se descoordina.

Falta de seguimiento y coordinación.

Otro de los grandes fallos del trabajo en equipo es el seguimiento. Para mantener un correcto ambiente y controlar todas las actividades es necesario un seguimiento de las tareas encomendadas o asumidas por cada uno de los miembros. Trabajar en equipo no significa que todo el mundo tenga que hacer todo, y tampoco que no sea necesario asumir liderazgos o responsabilidades personales para llevar un correcto control de las tareas. La clave para superar todos estos inconvenientes no es otra que las personas: un buen líder capaz de elegir a los empleados adecuados para la tarea que debe abordar el grupo de trabajo.

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