24 ago 2023

¿Qué ‘sorpasso’ vencerá: el chino a EEUU o el indio a su rival asiático?

India ha superado a China como potencia demográfica, con su PIB creciendo más que el de su rival asiático que, a su vez, desea doblegar este decenio la hegemonía de EEUU.

Diego Herranz - Colaborador de Asesores de Pymes externo a Cesce

 

Es una afrenta improbable, pero no imposible. Sobre todo, si el análisis no se centra solo en los tamaños de las economías y se amplía a la capacidad de liderazgo mundial, donde el PIB siempre ha jugado un papel estelar en la configuración más o menos piramidal del orden internacional y de la globalización, cuyos cimientos se tambalean al unísono por primera vez en medio siglo.

El doble órdago está sobre la mesa. El primero, de China a EEUU. El gigante asiático duplicará el ritmo del PIB americano en los próximos 5 años, según el FMI, un salto que le dejará a tiro -a solo cinco puntos- de la mayor potencia global, con el pulso por la hegemonía del orden mundial desplazado a Asia. China se juega en casa su apuesta geoestratégica con la Casa Blanca. Pero a un ritmo más bajo de dinamismo del previsto para este titubeante ciclo de negocios posterior a la Gran Pandemia, en el que la segunda economía mundial ha vuelto a paralizar su actividad por cuestiones sanitarias de una criticada política Covid-cero, y con altas tensiones geopolíticas y de índole económico y financiero globales y domésticas que ponen en tela de juicio su ambicioso objetivo de dominar la esfera internacional.

El segundo, de India a China, es aún más complejo en términos cuantitativos. Porque el valor del PIB chino alcanzó al término de 2022 los 19,3 billones de dólares a precios corrientes -según el cambio en curso del billete verde americano-, a años luz de los 3,7 billones en los que el FMI ha cifrado el PIB indio. Sin embargo, Nueva Delhi acaba de superar a China como país más poblado del planeta y a Reino Unido como quinta potencia mundial. Y tiene a tiro de piedra a los PIB de Alemania y Japón, cuarta y tercera en discordia. Sobre todo, si se cumplen las expectativas de un repunte económico, el indio, que se vuelve a aproximar a los dobles dígitos y que terminó el año pasado a un ritmo del 6,1% trimestral frente al 4,5% de su vecino asiático.

En 2023, las predicciones son aún más favorables a la reducción de la brecha productiva entre las dos superpotencias asiáticas. Tan rivales geoestratégicos como vecinos condenados a crear espacios de entendimiento mutuo en áreas como el comercial, el económico o el geopolítico en clubs como los BRICS.

El pasado ejercicio, el del doble sorpasso indio en demografía (a China) y en economía (a Reino Unido) elevó el estatus de Delhi como superpotencia global. La tasa de natalidad india casi dobla la de su rival regional, ostenta el rol de mayor democracia del mundo y la sintonía de Joe Biden y Narendra Modi ha consolidado la condición de nación favorecida que se puso en duda durante el mandato de Donald Trump por el poder ejecutivo y legislativo estadounidense. 

EEUU cerró 2022 con un PIB de 26,8 billones de dólares. También una distancia aparentemente sideral con China. Con la primera potencia asomándose a la recesión este año y sorteando casi sobre la campana un default de su deuda soberana histórico, y la segunda en fase de aterrizaje, aún no se sabe si suave o forzoso, a expensas de conocer la gravedad real del endeudamiento de los gobiernos locales y de sus corporaciones inmobiliarias, del sector de la construcción y la resistencia de su sistema bancario.

Varios estudios predictivos sitúan el sorpasso chino, sin embargo, en algún instante del próximo decenio. Como el del World Economic Forum (WEF) o informes privados como los que cada año realiza la firma PwC o diagnósticos de thinks tanks como el Japan Center for Economic Research (JCER), con vínculos entre las empresas del índice Nikkei, o la consultora Capital. Todos coinciden en apostar por el liderazgo económico de China, cuyo censo demográfico quintuplica al de EEUU, en unos diez años, y sextuplica al PIB indio.  

La propia retórica oficial del Partido Comunista de China (PCCh) y las prerrogativas lanzadas por su presidente, el plenipotenciario Xi Jinping, apelan a la calma. El momento llegará, no importa cuándo. Es la filosofía de esa Diplomacia Panda, pausada pero proactiva, que ha arraigado de nuevo bajo la jefatura de Estado de Jinping, aunque se haya forjado y perpetrado durante su extensa cultura milenaria. “El Este está en ascenso, y Occidente, en decadencia”, insiste Pekín, antes de concluir que “el ascenso de China al cetro económico mundial es inevitable” y matizar sin rubor que este liderazgo es fruto del “socialismo moderno” diseñado por Jinping para 2035.

Históricamente, explican en el JCER, el milagro económico chino se ha cimentado en casi cuatro décadas de crecimiento próximo o por encima de los dobles dígitos, de los que tres de ellas han oscilado entre el 6% y el 8% anuales. En los próximos 30 años, además, su PIB se duplicará hasta elevarse en algunos ejercicios más del 13%, mientras que el potencial dinámico de EEUU apenas alcanzará el 4,5%, lo que propiciará un sorpasso que sus expertos sitúan en 2033.

A no ser que India aprete el acelerador. No para sobrepasar al PIB chino, sino para ganar peso e influencia como superpotencia global. Al fin y al cabo, el WEF insiste en que “será la democracia con mayor potencial humano para el crecimiento e inmersa en una agenda de liberalización de sus sectores productivos”, en que su industria manufacturera está en condiciones de reemplazar a China como Factoría Mundial, en su fulgurante salto hacia la innovación que le ha adentrado en la carrera por la digitalización, aunque aún con brechas de gasto en I+D+i y en infraestructuras 5G -pero no tanto en IA y en habilidades técnico-profesionales- y, sobre todo, obtendrá el plácet de la Casa Blanca que se afana en separar a las dos potencias regionales en áreas comerciales y en cuestiones de Seguridad y geoestratégicas o en facilidades crediticias como nación preferente para contribuir a que Delhi reduzca a pasos agigantados sus elevados niveles de desigualdad y pobreza.

 

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