30 may 2023

Cuándo pasar de autónomo a una sociedad limitada

Superar un umbral de facturación, limitar la responsabilidad profesional o incrementar las posibilidades de acceder a financiación externa son las principales razones para que un autónomo pueda decidirse a crear una sociedad limitada y comenzar a operar a través de ella. De todos modos, el asesoramiento profesional es clave para tomar la decisión que mejor responda a las necesidades reales del profesional autónomo.

Tarde o temprano es un dilema que afecta a muchos profesionales autónomos: la facturación ha ido creciendo con el paso del tiempo y se ha logrado una base de clientes suficiente como para pensar que las cosas seguirán marchando bien en los próximos meses. Sin embargo, la factura fiscal y la posibilidad de optar a más desgravaciones llevan a la duda sobre si conviene crear una sociedad limitada y comenzar a trabajar desde allí. ¿En qué momento y por qué conviene dar este paso?

A continuación, te lo contamos en detalle.

Analizar la cuenta de resultados

No hay una receta financiera mágica para saber en qué volumen de facturación un autónomo debe constituir una sociedad limitada. De hecho, existe una dispersión tan grande dentro del colectivo autónomo que ni siquiera la facturación para planteárselo es la misma en unos casos que en otros debido a que la diferencia entre ingresos y beneficio neto y real difiere sobremanera.

Sin embargo, muchos expertos contables afirman que a partir de los 60.000 euros anuales de facturación es conveniente que un autónomo se replantee su situación de cara al futuro. Desde ese umbral en adelante es bastante probable que la carga fiscal sea menor en una sociedad que si se es autónomo. En este sentido, cabe destacar que el IRPF en los autónomos es progresivo en función de los beneficios mientras que las sociedades tributan a un tipo fijo. Ahora bien, una SL acarrea varios gastos más que un autónomo que hay que tener en cuenta: notaría, registro, trámites fiscales con asesoría, etc.

En cualquier caso, lo más oportuno es consultar con un especialista en contabilidad que pueda estudiar nuestro caso detenidamente para evitar tomar una decisión precipitada y que pueda resultar contraria a nuestros intereses.

Otros motivos

Aunque la cuestión económica es siempre fundamental a la hora de tomar una decisión de estas características, existen otros motivos de peso para decantar definitivamente la balanza sobre nuestro futuro profesional. Entre ellos, cabe destacar:

  • Ofrecer una imagen de mayor peso profesional en el mercado, sobre todo, ante clientes y proveedores. De este modo, se logrará un mayor prestigio y se estará en condiciones mejores para optar a acuerdos comerciales más ventajosos.
  • Acceder con mayor facilidad a la financiación externa, como la bancaria. También es posible encontrar financiación a través de la entrada de socios capitalistas en la sociedad o, incluso, de socios industriales, que puedan traer conocimiento y contactos con los que incrementar la facturación.
  • Optar a nuevos mercados y proyectos, por ejemplo, de la Administración, en donde se solicita tener una forma jurídica como sociedad. En esta línea, actuar bajo el paraguas de una sociedad permite poder solicitar ayudas y subvenciones que, como autónomos, no están a nuestro alcance.
  • Desde una óptica legal, actuar como una sociedad limitada limita nuestra responsabilidad al capital social aportado, algo que se tiene que tener muy cuenta ya que nadie se encuentra a salvo de llegar a sufrir una quiebra del negocio por culpa de multitud de potenciales vicisitudes.
  • Para formalizar la relación con otros socios, ya que, como autónomo, es probable que terminemos colaborando cada vez con mayor frecuencia con otros profesionales. Si esa relación se mantiene en el tiempo, es posible que deseemos formalizarla, constituyendo una sociedad en la que se distribuyan las obligaciones y responsabilidades de cada uno de los socios.

Cómo constituir una sociedad limitada

Para constituir una sociedad limitada en España hay que realizar diversos pasos:

  • Solicitar formalmente una denominación social en el Registro Mercantil.
  • Abrir una cuenta bancaria en nombre de la sociedad e ingresar el capital social mínimo exigido.
  • Redactar los estatutos de la sociedad, incluyendo el nombre de la empresa, domicilio, objeto y capital social, y la forma de gestión y de adopción de acuerdos.
  • Elevar ante notario la escritura pública de constitución de la entidad.
  • Conseguir el NIF provisional en Hacienda e inscribir la sociedad en el Registro Mercantil.
  • Encuadrar en el IAE la actividad a la que se va a dedicar la empresa.

A continuación, hay que obtener el certificado digital como representante de la sociedad, ya que es la vía con la que podremos relacionarnos telemáticamente con la Administración.

Recuerda en todo caso, revisar las diferentes formas jurídicas bajo las que se puede constituir una sociedad en España, ya que, por ejemplo, no es lo mismo crear una sociedad limitada que, por ejemplo, una sociedad limitada unipersonal.

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