12 may 2022

El FMI esboza el nuevo orden económico y geopolítico mundial

El FMI constata en sus informes económico, financiero y fiscal que la guerra de Ucrania ha impulsado un nuevo orden global que está cambiando la fisonomía de la globalización.

El planeta parece haberse adentrado en un periodo de convulsión constante. En una especie de punto de ebullición geopolítica, económica, financiera, social y cultural. Un debate que emerge entre analistas de mercado y de política exterior desde hace años, que ha arraigado con la Gran Pandemia y que ahora entra en una fase de máxima efervescencia. En cierta medida -explican en la organización multilateral- con similitudes de calado con otras épocas de transformaciones. Quizás la más clarividente sea la amenaza de estanflación -también la más coyuntural- que deja traslucir el Fondo en sus tres grandes informes. Pero hay otros cinco aspectos que ilustran la trascendencia de los virajes que irrumpen en el ciclo de negocios post-Covid.

1.- El deterioro geopolítico asedia a la globalización. A largo plazo, “la guerra en Ucrania elevará los riesgos de desestabilización de las reglas creadas por consenso en el marco de las relaciones internacionales desde la Segunda Guerra Mundial”, precisa el WEO, el informe semestral que se elabora desde el equipo de la economista jefe del FMI, Gita Gopinath, estadounidense de origen indio. La polarización global se ha intensificado y, de prolongarse, agravaría la crisis humanitaria, aunque también impediría la integración económica mundial, esencial para generar prosperidad de forma consolidada. No es un asunto baladí. Larry Fink, CEO de BlackRock, la gestora de fondos que más patrimonio administra, con más de 9,5 billones de dólares en carteras -tanto como los PIB de Japón y Alemania- acaba de asegurar que el conflicto ucranio “está acelerando el epitafio de la globalización” y enterrando “el orden global de los últimos 30 años”. También hay criterios opuestos, como el de Exequiel Hernández, catedrático de la escuela de negocios Wharton, de la Universidad de Pennsylvania, para quien las férreas interdependencias entre países tras décadas de libres flujos de intercambios comerciales, inversores o tecnológicos, entre otros, mantendrá la globalización: “llegó para quedarse”, explica.

2.- El decoupling entre bloques podría ser inevitable. El WEO admite que los intercambios de tecnología podrían verse limitados y que las redes de producción y los estándares de innovación podrían colisionar y propagarse “en distintos bloques” y, en consecuencia, las ganancias y ratios de prosperidad alcanzados por la globalización en los últimos tres decenios, se someterán a unos cambios indescifrables. Con áreas de países adoptando políticas proteccionistas. La doctrina que se está gestando en torno a esta lectura habla a las claras de un mercado abanderado por EEUU al que se sumarían las potencias occidentales, como en el pasado, y otro asiático, con Rusia que ya ha hecho pivotar sus intereses políticos, económicos y energéticos hacia este continente, en un papel de coexistencia pacífica con China, la abanderada de la alternativa oriental. El FMI hace mención a una más que probable, de consumarse este decoupling o desensamblaje del proceso de desglobalización, “reorganización de la arquitectura financiera internacional”, que conduciría a una “segmentación de las reservas de activos globales” y la irrupción de dos sistemas de pagos transnacionales, lo que llevaría irremediablemente a la “segregación de dos bloques productivos antagónicos”.

3.- Interrupción al combate del cambio climático y las inversiones en innovación. “La fractura de las relaciones geopolíticas y económicas también minará las reformas estructurales en áreas como la lucha contra el cambio climático, la solución al excesivo endeudamiento o las barreras arancelarias y comerciales”. Si todos estos riesgos se materializasen, la economía global sufriría una “transición impredecible” hacia una nueva realidad política con “muy elevadas volatilidades financieras, altas fluctuaciones de las materias primas y episodios de dislocación del comercio y de las cadenas productivas por el camino”.

El WEO se adentra en el debate entre la Vieja Economía fósil y la huida hacia las renovables: “La guerra de Ucrania tendrá un importante papel en la transición energética”. A corto plazo, para determinar abastecimientos, precios e inventarios; a medio, por la resistencia de los carburantes sucios, fósiles y, a largo, por sus riesgos geopolíticos y tensiones económicas, lo que dificultará el encuentro de espacios de cooperación global esenciales para lograr la neutralidad energética de forma ordenada.

Tecnológicamente, advierte el informe de Estabilidad Financiera que dirige el departamento de Tobias Adrian, el mundo puede verse alterado por múltiples vías. Entre otras, por la demanda de reservas de divisas alternativas para aludir las sanciones, que “podría elevarse en algunas regiones” y alterar los modelos de pagos, estimular el uso de las criptomonedas -sobre las que vuelve a incidir en que se sometan a una regulación y supervisión oficiales- y transformar los servicios a proveedores. Con costes y modificaciones operativas a gran escala. En especial, en países como Rusia o Irán, sobre los que penden represalias económicas.

4.- Europa como epicentro de los efectos geopolíticos y económicos. Los socios europeos serán los receptores de los mayores daños colaterales de la deflagración bélica más grave en su suelo desde la Segunda Guerra Mundial. Con permiso de la devastadora guerra de los Balcanes. Será el espacio en el que repercutirá en mayor medida el precio de la energía, donde escalará más la inflación y el más expuesto a la dependencia del gas y petróleo de Rusia y a sus lazos comerciales. También con China. El socio subrepticio de Moscú. Sus planes de “restaurar su autonomía en el terreno energético” llevará tiempo, al igual que las repercusiones asociadas a “la absorción de refugiados”. La zona del euro es importadora neta de energía, lo que requerirá apoyos oficiales para contener una inflación desbocada y los daños disruptivos en sus cadenas empresariales; en especial, las industriales. El crecimiento de su PIB será de apenas el 2,8% este año y el aumento de su IPC, de 5,3 puntos. Escenario cercano a la estanflación a poco que la coyuntura se enfangue de nuevo. Sin embargo, a Europa el FMI le concede un papel relevante en una hipotética etapa de reconstrucción multilateral, que también otorga a China.   

5.- Sin coordinación fiscal, no habrá recursos para la prosperidad. Este dictamen se esboza en el Fiscal Monitor, donde se critica la competencia fiscal y se aconseja una revisión más gradual y progresiva de las rentas personales. Además de dejar abierta la opción, dentro de una revisión a fondo de los modelos fiscales, de gravar temporalmente dentro del Impuesto de Sociedades los beneficios extraordinarios (caídos del cielo) a firmas que se han beneficiado de los estímulos fiscales por la pandemia -entre otras, farmacéuticas o las manufactureras, biotecnólogicas o de servicios sanitarios sin mencionar a eléctricas o a los bancos- como un mecanismo adicional para activar los “estabilizadores automáticos” con el que se deberían sufragar los esfuerzos fiscales  futuros. Y valora, aunque le parezca insuficiente desde la óptica de la “necesaria coordinación tributaria internacional”, el gravamen del 15% instaurado en el seno de la OCDE -a instancias de la Administración Biden desde el G-20- sobre las ganancias corporativas y que han elevado los ingresos en un 5,7%, porque podrían sumar otro 8,1% a las arcas estatales si se redujeran las deducciones que fomentan la competencia (o dumping) tributaria. Esta tasa global resulta, a los ojos del equipo de Fiscalidad del FMI, dirigido por Victor Gaspar, altamente recomendable, igual que la Google, sobre las cuentas de resultados de la bigtechs. Porque la homologación tributaria sería un magnífico pegamento para sostener la globalización, aducen.

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