07 sep 2023

La política monetaria occidental continúa en manos de los ‘halcones’

La cita estival de Jackson Hole deja una lectura nítida de que la batalla contra la inflación mantiene las espadas en alto y que los bancos centrales aún no cantan victoria.

Diego Herranz - Colaborador de Asesores de Pymes externo a Cesce

 

El cónclave de Jackson Hole, un paradisiaco rincón en uno de los valles de las Montañas Rocosas que pertenece al Estado de Wyoming y que alberga desde hace 40 años un simposio económico al que acuden ilustres analistas de mercado, ministros de Finanzas, financieros y altos ejecutivos de multinacionales, se ha convertido, por encima de todo, en la reunión de grandes banqueros centrales. El lugar en el que los jerarcas de las políticas monetarias de las potencias occidentales, liberales e industrializadas ofrecen sus pautas para el curso post-estival. Por encima de cualquier connotación académica o filosófica que pudiera encerrar, a los ojos de sus huéspedes, el clima mundial de los negocios.

En esta ocasión, y contra el deseo de no pocos observadores económicos, que veían antes de la temporada estival las primeras señales de claudicación de la galopante inflación, que irrumpió en la escena financiera con una virulencia sin parangón en cuatro décadas, los grandes jerarcas monetarios cerraron filas y arrojaron un jarro de agua fila que apagó el fragor de unos augurios que aventuraban rebajas de tipos antes de finales de año.

El anfitrión y presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, ejerció de voz cantante y pregonó a los cuatro vientos que, de momento, la guarida monetaria está en poder de los halcones. Pese a que “las presiones inflacionistas han remitido desde su punto álgido, de lo que -admitió Powell- nos congratulamos, sus niveles permaneces todavía demasiado altos”, motivo por el cual, “aún preparamos subidas de tipos de interés” para el futuro.

La lucha contra la inflación está, pues, lejos de concluir. Una batalla que, desde el otro lado del Atlántico, el BCE también observa alejada de cualquier proclamación de victoria. Isabel Schnabel y Martins Kazaks, dos de los representantes de la autoridad monetaria del euro que acudieron este año a las montañas de Grand Teton llamaron a la contundencia y pronosticaron otro toque alcista de Fráncfort en septiembre. El gobernador letón adelantó que será contundente, frente a la prudencia de su homóloga alemana en el consejo ejecutivo del BCE. Pero ambos utilizaron un tono y un discurso similar al de Powell. No debemos caer en la complacencia, tenemos que actuar con celeridad y rapidez y no dejarnos embaucar con una inflación a la que no tendríamos que dejar ningún resquicio a que se enquiste tras el error de haber convenido en el pasado que la escalada de los precios de la energía, primero, en el otoño de 2021, y de las materias primas metálicas y alimentarias, después, tras la guerra de Ucrania, era un episodio transitorio.

A esta deliberación inicial contribuyó, a buen seguro, que la inflación había desaparecido de las predicciones económicas occidentales e industrializadas en más de cuatro décadas. Aunque, de igual modo, el subconsciente colectivo de los mercados de que la etapa monetaria expansiva de tipos próximos a cero iba a prolongarse más allá del largo decenio posterior a la crisis de 2008.

A buen seguro que los dobles estímulos, fiscales y monetarios, que siguieron a la Gran Pandemia de 2020 contribuyeron a generar esa confusión. De ahí que la reaparición del viejo fantasma de la inflación -unos indicadores de precios desbordados- haya aportado clarividencia a la gestión de los bancos centrales. Jackson Hole se encargó este año de lanzar un consenso inusual ante el retorno a la incertidumbre monetaria que empezaba a crearse en los mercados de capital. 

La Fed no sellará el final del periodo alcista hasta que “el trabajo no esté del todo hecho”, alertó Powell, lo que significa que está lista para “elevar con la fuerza y contundencia necesaria nuevos encarecimientos del precio del dinero”. Eso sí, precisó que “actuará con cuidado” en sus futuros ajustes, después de año y medio del inicio de sus subidas de tipos que, en la actualidad, navegan entre el 5,25% y el 5,50%, lejos ya de su proximidad a cero de marzo de 2022.

La prioridad es devolver la inflación por debajo del 2%, pese a que pueda enfriar la actividad de la economía y ralentizar el empleo. La política monetaria estadounidense “seguirá en territorio restrictivo entretanto”, a la espera de que “los riesgos coyunturales” desaparezcan.

Su homóloga europea, Christine Lagarde, rubricó la consigna de Powell. “No hay un libro ni un catálogo de actuación que anticipe la estrategia a seguir”, explicó en alusión a que la economía global atraviesa un escenario inaudito. A su juicio, los cambios a los que se enfrenta la actividad productiva global obedecen a un cóctel de acontecimientos, reconversiones industriales y saltos de paradigmas que incluye alteraciones bruscas en los mercados laborales, riesgos financieros y volatilidades bursátiles, un nuevo boom tecnológico vinculado a la Inteligencia Artificial y dudas sobre la transición energética y el final de los combustibles fósiles. El mundo, en su opinión, está cambiando a una velocidad inusitada, y está a expensas de modelos de análisis y de datos que o expresan demasiada confianza o anticipan enormes riesgos, lo que, a menudo, se traduce en un serial de errores de diagnóstico.

Por si hubiera alguna duda de que las palomas han volado de los nidos monetarios, el antiguo presidente de la Fed de Dallas, Robert McTeer, recordó que “solo los halcones van al cielo de los banqueros centrales”. Y Powell y Lagarde quieren su lugar en el paraíso, precisó. Joachim Nagel, presidente del Bundesbank, lo tradujo a la jerga monetaria: “para mí, es demasiado pronto para pensar en una pausa” y “no olvidemos que la inflación sigue rondando el 5%” y que, por lo tanto, “es todavía demasiado alta”.

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