20 mar 2024

Putin ahonda la división del orden global desde su Torre de Marfil

El dirigente más longevo desde Josef Stalin contiene a Europa con su dialéctica de armas nucleares estratégicas, sostiene su economía y busca instaurar otra Guerra Fría.

Diego Herranz - Colaborador de Asesores de Pymes externo a Cesce

 

Tres largas décadas en el Kremlin. La consumada táctica de Vladimir Putin para alternar jefatura del Estado y de Gobierno para sortear el impedimento inicial de la Constitución de Rusa de evitar dos mandatos consecutivos como presidente saltó por los aires cuando el indiscutible zar de la Rusia moderna decidió acabar con esta farsa y suprimir de un plumazo este molesto precepto. Con el beneplácito de una Duma ampliamente dominada por Rusia Unida, su formación. Es decir, con la autoridad que le otorgó el poder legislativo. Corría el año 2020 y Putin se aseguraba así el as en la manga de asumir otro sexenio más en el poder tras las elecciones -sin oposición real en las urnas tras la muerte, en febrero, de Alexéi Navalni-, hasta 2030.

La contundente y nada sorprendente victoria del líder ruso en los comicios de marzo sucedió en un clima de euforia. Después de dos años de invasión militar de Ucrania en los que el Kremlin se llegó a ver acorralado por la contraofensiva de Kiev, los vientos parecen en 2024 favorables a las metas geopolíticas y económicas de Putin. En el orden global, con cambios telúricos de calado en su intención de desmantelar el tablero de ajedrez que dilucida nada menos que el equilibrio de poder planetario. Y, en el terreno productivo, con la maquinaria armamentística funcionando a pleno rendimiento y empujando al tejido industrial y, por ende, a la actividad a un horizonte de dinamismo.

Por si fuera poco, con subidas salariales que han atenuado los escasos focos de contestación social y que han llegado a disparar la inflación; un síntoma de que la amenaza de una economía anémica por las sanciones occidentales, lejos de consumarse, ha traído consigo una resiliencia y una intensidad con ciertas señales de ebullición.

Todo ello -los avances en el frente bélico, la estabilidad económica y la convulsión geopolítica- ha llevado al dirigente más longevo en el Kremlin desde Josef Stalin a emplear una dialéctica que ha aterrorizado a Europa, que sopesa más que en ningún otro instante desde la invasión ucrania la opción de rearmarse a marchas forzadas y no descarta un ataque a corto o medio plazo hacia territorios insertos en el club de la OTAN. Con las armas estratégicas y la triada atómica rusa por bandera, Putin ha encendido todas las alarmas. 

“Si el líder ruso ha utilizado el anterior mandato para hacer tambalear el orden global, en el que ahora ha iniciado hasta 2030 su determinación se dirigirá a culminar su obra”, afirma una fuente próxima a su gabinete a Bloomberg. Su desafío -aclara- pasa ahora a ser la preparación de una larga confrontación con el bloque occidental: incluso si la guerra se prolonga, las relaciones entre Moscú y las cancillerías europeas no se podrán restaurar en mucho tiempo. Tal y como advierten expertos como Sergei Markov, consultor internacional, para quien “Rusia necesita establecer un proceso de globalización paralelo, una nueva Guerra Fría que provoque un decoupling en el que China le acompañe como poder hegemónico frente a EEUU y sus aliados europeos, asiáticos y anglosajones.

Markov es un habitual asesor externo de Putin que, además, elige como símbolo de este objetivo mayúsculo y ambicioso el vuelo de exhibición, el 22 de febrero, del cazabombardero estratégico nuclear Tu-160M al que el dirigente ruso acudió para trasladar al mundo su oratoria militarista. Y como efecto inmediato, la decisión de la OTAN de reactivar su vigilancia extrema hacia Rusia y recuperar en su cuartel general supremo (el SHAPE, con sede en Bélgica) los métodos de guerra preventiva contra su -de nuevo- enemigo público número uno o la aceleración de la Estrategia Europea de Defensa Industrial, el pilar que pretende movilizar recursos financieros e inversores de la UE para catapultar la capacidad manufacturera militar de sus socios e instaurar corredores de libre circulación de material bélico para hacer frente a la amenaza rusa.

Este viraje doctrinal ha surgido como consecuencia de los temores de sus socios bálticos, Polonia y los países escandinavos a que Moscú emprenda en Moldavia o Georgia una extensión de sus fronteras que acabe invocando el Artículo 5 de defensa colectiva del club atlántico y se formula bajo cinco ejes esenciales. Por un lado, fijar un gasto mínimo y mutualizado para procurar a los ejércitos europeos de material y sistemas militares adecuados y revertir con estos recursos el suministro desde países ajenos a la UE, con el objetivo de crear un mercado de defensa europeo. Por otro, mecanismos de reforzamiento industrial que impidan posibles disrupciones en cadenas de valor de las empresas del sector. En tercer lugar, impulso financiero a manufacturas militares europeas con fondos comunitarios para establecer alianzas corporativas.

Un cuarto parámetro dirigido a la identificación de proyectos con altos estándares y valoraciones en materia de Seguridad para focalizar los esfuerzos presupuestarios e inversores. Y, finalmente, el esclarecimiento de pautas para encauzar los retos y prioridades, con Ucrania en el punto de mira preferente, pero con visión telescópica sobre asuntos como ciberataques o sabotajes sobre infraestructuras críticas, entre otros.     

Además de intensificar las sanciones contra el Kremlin para tratar de asfixiar sus finanzas y topar sus ingresos energéticos; es decir, reforzando la militarización de su cuenta corriente con el dólar como arma de destrucción diplomática económica masiva para drenar sus arcas y frenar el boom armamentístico en su industria. Para lo cual, Occidente -al menos, la Administración Biden- va a tener que compulsar la acción exterior de Putin, que gana adeptos a su causa entre países del llamado Sur Global y afines a sus socios de un BRICS ampliado.

Porque, “obviamente, el reto de Putin será configurar una diplomacia, económica y geopolítica, más fuerte” con el incontestable respaldo social a la invasión de una población que goza de alzas salariales por las altas retribuciones del sector armamentístico y la competitividad laboral que ha trasladado a otros segmentos de actividad, resalta Markov. Con la calma interna y el embargo occidental al gas y al petróleo siberiano bajo el control de circuitos alternativos con compradores asiáticos fiables las riendas de Rusia se dirigirán a agitar el orden global, alerta.

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