13 feb 2024

Rusia se enreda en la batalla militar y comercial del Mar Negro

La invasión rusa de Ucrania tiene en el Mar Negro uno de sus puntos débiles. El Kremlin no acaba de controlar el tráfico marítimo ni imponer su supremacía naval.

Diego Herranz - Colaborador de Asesores de Pymes externo a Cesce

 

“Rusia está perdiendo la batalla por el control de las mercancías del Mar Negro”. De esta manera tan elocuente describía The Economist el curso actual de la estrategia ucraniana de mantener la supervisión de los flujos comerciales por esta travesía esencial para el tránsito de varias materias primas agrícolas y energéticas y, al mismo tiempo, tratar de destruir la poderosa flota rusa en el enclave marítimo que comparten. Y en el que Kiev estableció en septiembre pasado un corredor de emergencia para mercantes desde el que dar salida a los cereales del gran granero ucraniano y ruso hacia África, Asia y Europa con independencia de si opera o no el acuerdo con la ONU de las dos partes en conflicto.

El Kremlin ha amenazado desde el principio con abrir fuego contra los barcos que utilicen esta pasarela, lo que ha dejado en standby sus servicios durante algunos periodos cortos de tiempo, pero, en general -explican fuentes comerciales anónimas al semanario británico- y con no pocos contratiempos y nervios, el trayecto, de unos 150 kilómetros, alrededor de la costa ucraniana y que conecta luego con Rumanía o Bulgaria hasta el Bósforo, suele ser efectivo. “Este chokepoint es un gran reto para las defensas rusas y para Kiev una necesidad estratégica”, explican.

Antes de la guerra, el 60% del comercio se realizaba a través de los puertos de aguas profundas de Ucrania con destino a los mercados africanos y de Oriente Próximo. Así ha ocurrido durante siglos, por lo que para el Gobierno de Volodímir Zelenski​, la decisión de Moscú de restablecer los bloqueos fue concebido como un nuevo acto de guerra económica que ha obligado a poner en liza esta ruta secreta alternativa, que utiliza “aguas poco profundas y a salvo de submarinos de la Armada rusa”, asegura Yury Vaskov, viceministro de Infraestructuras de Ucrania.

Casi 500 barcos han navegado ya por la denominada Ruta de Resiliencia Africana que parten de alguno de los tres puertos de la región de Odesa (el que lleva su nombre, el de Chornomorsk y el de Pivdenny) desde los que, sólo en diciembre, salieron más de 6,3 millones de toneladas de productos. Con varias decenas de mercantes esperando en sus dársenas. “Conectamos a clientes con necesidades de servicios de emergencia, analizamos los informes meteorológicos y radares de alertas aéreas enemigas y, si todo está en orden, partimos con las mercancías”, explica Yuriy Lytvyn, la máxima autoridad de los puertos marítimos ucrania. “Es como un puzzle de Lego, pero funciona”, asegura. Aunque Crimea está a solo 160 kilómetros y es de donde pueden proceder los misiles o los drones rusos, precisa.

El Kremlin ha atacado cerca de 200 instalaciones portuarias ucranianas desde la supresión de los acuerdos sobre el tránsito de cereales por la zona, en julio de 2023. Pero el corredor sigue sin registrar percances. “Es una manera de aprovechar el tiempo antes de que destruyamos la Flota del Mar Negro rusa en su totalidad”, dice Dmytro Pletenchuk, portavoz de la Marina ucraniana, que ha logrado el dominio de islas estratégicas como Snake y la expulsión de buques de guerra rusos de áreas como la del noroeste del mar. Además de hundir al destructor ruso Moskva, que se consideraba el crucero lanzamisiles insignia, al inicio de la contienda bélica. 

En el orden económico, además, la estrategia de Kiev para trasladar bienes a través de rutas de aguas superficiales y la reanudación de puertos de aguas profundas como el de Odesa ha creado dinamismo a un PIB que ha visto cómo las exportaciones están en disposición de alcanzar, según las predicciones del FMI, hasta 3.300 millones de dólares el valor de su rúbrica en 2024, lo que supondría una aportación de 1,2 puntos a la economía. Y con una salvedad adicional. Porque en Kiev resaltan que han destruido al menos 22 de los 80 buques de combate operativos en el Mar Negro con bandera rusa.  

Vaskov admite que el pasillo mercante no ofrece seguridad plena para eludir las defensas aéreas, pero ha estado operativo en tiempos de alta intensidad de bombardeos y continuará con su plan de garantizar los desplazamientos, para lo que han reclamado asistencia militar internacional y recabado toda la información disponible para asegurar la viabilidad de los negocios.

Parte de la explicación de la escasa resistencia rusa en la zona surge de la peligrosa evolución de su economía, en fase de sobrecalentamiento por el extravagante gasto militar, que ha impulsado la inflación hasta el 7,5% a finales de año, y que ha obligado, al cumplirse casi dos años de la invasión, al banco central a subir dos puntos los tipos de interés, dos veces el rango descontado por los mercados.

La escalada de los precios tiene en la debilidad del rublo su causa esencial, si bien los ingresos del estado, enfocados en cubrir los desembolsos en Defensa, que duplicaron sus partidas en el presupuesto para 2024 hasta el 6% del PIB, la cota más alta desde la desintegración de la Unión Soviética, propiciarán un agujero fiscal ineludible. Entre otras razones, porque Moscú, en año electoral, también ha incrementado los estímulos a hogares hasta cerca del 5% del PIB, la mayor contribución de las arcas del Kremlin desde la Gran Pandemia que, de momento, se atenúa por un crecimiento que JP Morgan sitúa en el 3,3% para el conjunto de 2023.

Aunque sus analistas matizan que este vigor no podrá perdurar por mucho tiempo, con la masiva retirada -de algo más de cuarto de billón de dólares- de inversiones extranjeras desde el inicio de la contienda y que ha dejado su capitalización bursátil en la mitad de su valor previo a 2022. La intensa demanda contrasta con la escasa capacidad productiva de sus empresas y los costes crecientes de materias primas metálicas y minerales para abastecer su industria militar y de los recursos laborales y de capital.

En un mercado de trabajo con menos del 3% de desempleo por la alta ocupación en las fábricas de manufacturas bélicas, pero con presiones de incrementos de salarios que se acercan al punto de congelación desde la invasión y que, de consumarse, daría alas a la inflación en una fase en la que los controles occidentales a los movimientos de capital empiezan a mostrar su efectividad, explica Goldman Sachs, con más carestía del dinero para las empresas y los hogares.  

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