13 jul 2023

Claves para controlar el riesgo en la gestión del negocio

La gestión de la incertidumbre es clave para cualquier empresa en la actualidad. Para lograrlo, el intercambio de información de valor entre los profesionales de la organización y el establecimiento de protocolos efectivos es clave.

Carlos Sánchez - Colaborador de Asesores de Pymes externo a Cesce

 

Navegar en la incertidumbre es algo consustancial a la actividad empresarial, en cualquier plano que se analice: fiscalidad, mercado, stakeholders, demandas de las consumidores,… Por mucho que se trabaje en la identificación de riesgos y en potenciales escenarios de crisis, siempre la realidad será más tozuda que cualquier análisis y llegará el momento en el que los gestores de la organización deberán afrontar algún hito con el que no se había contado y que pondrá en apuros las previsiones de negocio cuando no la propia supervivencia de la actividad.

Ante esta perspectiva, además del trabajo periódico en la identificación, evaluación y análisis de los posibles riesgos, es crucial para una compañía poner en marcha ciertos protocolos que sirvan para minimizar las potenciales amenazas. En todos ellos, es importante implicar al mayor número de trabajadores posible, ya que lejos de suponerles una mayor carga de trabajo, servirá para que se sientan más identificados con los valores de la entidad y, a largo plazo, contribuirá decisivamente incluso a la retención del talento.

Una obsesión: sobrevivir

Contar con unos protocolos de planificación del riesgo no garantiza que, llegado el momento, se cuente con la solución a cualquier situación de crisis que se pueda llegar a producir en una organización, pero no disponer de ellos sí que aboca inevitablemente al fracaso. Trabajar activamente en el análisis de potenciales escenarios de crisis y en cómo sobrellevarlos aporta a los gestores de la empresa conocimiento que pueden aplicar en otras posibles situaciones, estén o no relacionadas de forma directa con el suceso en cuestión.

Dicho de otro modo: identificar, evaluar y pensar en el modo de mitigar riesgos es la fórmula posiblemente más eficaz para saber que, cuando se produzca una crisis, se dispondrá de los recursos y capacidades para solventarla. Es decir, que trabajar en la gestión del riesgo es, sobre todo, un aval para invertir en la supervivencia de la entidad.

Riesgos internos y externos

Principalmente, cabe hablar de dos tipos de riesgos a los que puede enfrentarse una empresa: internos y externos. Por norma general, los riesgos internos pueden ser controlados por parte de los directivos de la organización, y los más habituales son los casos de fraude interno, incumplimientos normativos o enfrentamientos entre trabajadores. En relación a los riesgos externos, que suelen estar fuera del control real de la empresa, los más frecuentes están relacionados con el cambio de las condiciones de la economía (por ejemplo, en cuanto a la inflación o los tipos de interés), variación en la situación de los proveedores o un desastre natural que afecte a la industria.

Sean controlables o no, cualquier entidad puede realizar planes de gestión de los riesgos que sean eficaces y útiles llegado el momento. Entre los elementos clave que dichos planes deben tener en cuenta, cabe destacar:

  • Promover un mayor intercambio de información entre departamentos y responsables de área, a través de, por ejemplo, reuniones periódicas, tareas en las que trabajen en común o implementando sistemas de comunicación a distancia que faciliten la bidireccionalidad.
  • Mayor agilidad en la toma de decisiones, lo que significa que no haya una organización del capital humano excesivamente vertical. Para lograrlo, es preciso incrementar la autonomía de los mandos intermedios y potenciar la máxima identificación con los objetivos orgánicos de la entidad.
  • Tomar decisiones más informadas, es decir, conseguir que los responsables de la planificación de potenciales escenarios delicados para la compañía (como el analista de riesgos o el CFO) se puedan comunicar de un modo rápido y efectivo con cualquier trabajador de la organización.
  • Involucrar al capital humano. Empleados satisfechos y que se sientan bien valorados es el mejor catalizador para la resolución de posibles riesgos cuando se produzcan. En este tipo de situaciones, las personas más implicadas suelen dar lo mejor de sí mismos, lo que será crucial para que cualquier incidencia se resuelva de la manera menos lesiva para los intereses de la compañía. En este sentido, es importante valorar si pequeños costes adicionales, como mejoras recurrentes en los salarios o en los planes de retribución flexible, son o no claves para que llegado el momento el capital humano de la entidad se convierta en el elemento decisivo para resolver con éxito una crisis.
  • Crear y engordar un fondo de contingencia. Aunque las cosas marchen bien para una empresa desde el punto de vista comercial, nunca hay que dejar escapar todo el beneficio sin pensar en las posibles contingencias que puedan ocurrir el día de mañana. Por ello, es importante trabajar activamente y modo periódico en un fondo de maniobra que resulte suficiente para, si llega el momento, poder utilizarlo y afrontar gastos inesperados, como una sanción administrativa, un ciberataque o una avería grave en las instalaciones de la empresa.
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