13 sep 2022

El dólar fuerte se ceba más con Asia que con América Latina

El circuito latinoamericano soporta mejor que el asiático los rigores de la apreciación del dólar por las subidas de tipos emprendidas ya en 2021.

Las autoridades monetarias asiáticas han sacado la chequera a pasear y están utilizando cifras próximas al billón de dólares para tratar de contener la depreciación que el rally alcista del dólar está ocasionando en los mercados cambiarios del planeta. De hecho, la actual revalorización del dólar se empieza a concebir como la de mayor calado en una generación y un fenómeno inédito porque está arrastrando al unísono a la gran parte de divisas de mercados emergentes, con las casi únicas excepciones del yuan chino y el rublo ruso, y a la triada de monedas con las que se codea en las plazas energéticas internacionales y con las que disputa su hegemonía en las cestas de divisas internacionales de los bancos centrales: el euro, el yen y la libra esterlina.

Las embestidas, oscilaciones y volatilidades del billete verde resultan especialmente sensibles a la estabilidad de la economía global y de la arquitectura financiera mundial porque alteran las cuentas de resultados y los ingresos de la inmensa mayoría de compañías que tienen sus libros de contabilidad denominados en dólares y, muy en especial, de las multinacionales y firmas con una marcada vocación exterior. De la evolución del dólar dependen las decisiones estratégicas y los proyectos corporativos de inversión. Es el lubricante de la economía global. Al fin y al cabo, alrededor del 90% de las transacciones cambiarias transnacionales, unos 6 billones de dólares al día antes de la Gran Pandemia, desde viajes de turismo a pagos con tarjetas de crédito o tráfico de transferencias entre empresas, se realizan con la moneda estadounidense.    

A expensas de lo que pueda deparar esta nueva prueba de musculación del dólar, los mercados asiáticos están revelando mayores vulnerabilidades que sus rivales latinoamericanos a los que siempre les atañe en mayor medida el comportamiento de una moneda que tiene en esta región su área de influencia preferente. Y nunca, salvo en tres ocasiones desde los sesenta, había estado tan fuerte. En Bank of America estiman que más de la mitad de su revalorización actual se debe a la agresiva política de subida de tipos de la Reserva Federal.

Ante esta tesitura, los bancos centrales asiáticos han empleado cifras casi billonarias para poder contener las pérdidas de valor de sus divisas nacionales. De modo que las reservas en monedas extranjeras de las autoridades monetarias de Tailandia, Indonesia y Corea del Sur se han situado en sus niveles más bajos en más de un año. La práctica totalidad de sus divisas se han debilitado en 2022 frente al dólar. Después de años de reconstruir sus arcas, han empezado a reducir sus stocks monetarios. Las de Tailandia, por ejemplo, cayeron hasta los 221.400 millones de dólares a finales de junio. Mientras las de Indonesia se situaban en el punto más bajo desde noviembre de 2020, las de Corea del Sur, en más de un año y las de Malasia, desde 2015.    

 “Varios países decidieron hacer una exportación de sus reservas para estabilizar sus monedas cuando han juzgado que la oscilación era excesiva, algo que ha sucedido muy a menudo en los últimos meses”, dice Rajeev De Mello, gestor en GAMA Asset Management a Bloomberg antes de admitir que los bancos “no pueden revertir la debilidad de sus monedas nacionales en relación al dólar, pero pueden reducir la velocidad y, sobre todo, el calibre de sus caídas”. Es una lección extraída de la crisis monetaria asiática de 1997, surgida por la carrera devaluatoria competitiva iniciada por el bath tailandés y que afectó al conjunto de divisas de los denominados tigres asiáticos, las economías dinámicas del sudeste continental. Entonces, “aprendieron a acumular dólares en sus reservas de divisas”, precisa De Mello. 

Tailandia e Indonesia están entre las economías asiáticas que han logrado reducir la volatilidad de sus divisas, mientras Filipinas actúa soterradamente para mantener el valor de su peso frente al dólar dentro de una banda de fluctuación con un relativo éxito. Pero la agresiva maniobra de la Fed no les permite relajar sus niveles de supervisión porque sus rentabilidades externas bajan a cuentagotas, pese a las actuaciones de sus bancos centrales, y sus exposiciones financieras en los mercados se deterioran al ritmo del encarecimiento del dólar y de las subidas de tipos de la Reserva Federal, aseguran los estrategas de Goldman Sachs.

Muchas de ellas navegan ya en territorios de riesgo. El peso filipino, en su nivel más bajo desde 2005. “En Asia, las autoridades monetarias tienen el viento de proa” lo que les obliga a realizar ajustes constantes y no siempre fructíferos, explica Frederic Neumann, de HSBC Holdings en la región asiática. “Al menos hasta que los inversores consideren que la Fed haya decidido poner fin al ciclo de endurecimiento del dinero”.

Por contra, y aunque parezca una anomalía de la historia o del destino, las monedas de América Latina, al menos hasta el ecuador del periodo estival, están en un escenario neutral, precisan en el Banco Internacional de Pagos (BIS, según sus siglas en inglés), por los aumentos de tipos que ya han acometido sus bancos centrales desde 2021. Así lo atestigua Agustín Carstens, su director gerente. El antiguo gobernador del Banco de México enfatiza que las políticas restrictivas de las economías de la región han contribuido a frenar la espiral inflacionista y el valor de sus divisas.  

Sin estos virajes monetarios, las tasas de precios en el hemisferio sur americano serían entre 2 y 3 puntos más altas. “Ha sido una gestión adecuada, muy acertada e inusual entre los mercados emergentes, cuyas cotizaciones cambiarias son especialmente sensibles a cualquier recorrido al alza de alguna de las grandes divisas del planeta, aunque, en especial, del dólar”. Cualquier otra alternativa “hubiera complicado mucho más el horizonte coyuntural del área”, aclara.

El BIS precisa que algunos bancos centrales de Latinoamérica, como el de Brasil, han elevado sus tipos de interés en once ocasiones desde marzo de 2021 para prevenir, esencialmente, las fugas de capitales por los riesgos cambiarios del real y asegurar con ellas un cierto atractivo inversor como plaza bursátil refugio entre los mercados emergentes. Con voces como la del presidente de México, López Obrador, reclamando respuestas agresivas a su banco central para frenar la depreciación del peso. Pese a ello, la inflación en Chile o Brasil se ha instalado en los dobles dígitos, zona con la que coquetea en los últimos meses la mexicana. 

Sin embargo, tres de las cuatro monedas con mejor comportamiento en el primer semestre de este año son de la región. Para Cartens, los tipos cambiarios entre las divisas latinoamericanas “tienen visos de permanecer estables”. Aunque alerta del riesgo de estanflación. “Es el principal peligro al que se enfrentan los organismos reguladores”, afirma. El máximo responsable del BIS cree que pese a los “notables desafíos” domésticos y globales a los que se enfrentan en la mitad final de 2022, “las divisas regionales seguirán deparando sorpresas positivas”. Perspectivas que también comparten en JP Morgan, en cuya sala de máquinas resaltan “las bajas expectativas de una apreciación significativa frente al dólar en caso de que las commodities, una de las fuentes de ingresos preferenciales en la zona, debiliten demasiado sus precios o a que un repunte de la inflación propicie escaladas fulgurantes de tipos de interés”.  

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