12 may 2021

Cuatro enseñanzas a extraer del fracaso de la Superliga

Ni el respaldo de los más poderosos puede salvar una iniciativa que despreció a su cliente tradicional, que se equivocó en el momento de presentarse en sociedad y que ni siquiera contaba con apoyo interno. Todo un cúmulo de errores de los que las empresas pueden aprender mucho.

La Superliga de fútbol murió casi a la misma velocidad con la que nació. Un hecho que, obviamente, no esperaban sus impulsores. La causa oficial es que la rotunda negativa de los organismos internacionales que mandan en el mundo del balompié originó que los clubes ingleses se echarán atrás, lo que acabó condenando el proyecto.

Pero la realidad es muy diferente. De hecho, la causa que llevó a este torneo al fiasco hay que buscarla en sus propios errores de los que se pueden extraer lecciones válidas para el mundo empresarial.

La primera de ellas es que ni el respaldo de los más poderosos puede asegurar el éxito de un proyecto si este nace repleto de incertidumbres. Y eso es precisamente lo que ocurrió con la Superliga, que no ha podido salvarse a pesar de que detrás de la misma había miles de millones en juego, el beneplácito de doce grandes empresarios (los presidentes de los clubes implicados) y el apoyo en la financiación de uno de los bancos de inversión más importantes del mundo: el estadounidense JP Morgan.

Otra enseñanza que los emprendedores deben tener en cuenta es que no se puede diseñar y lanzar al mercado una novedad sin tener en cuenta lo que quieren los clientes. O lo que es peor, sin conocerlos realmente. Eso es precisamente lo que pasó con la Superliga, que rápidamente contó con la hostilidad de los aficionados de algunos de los equipos implicados, especialmente los ingleses, que no querían perder la oportunidad de disfrutar de encuentros entre equipos nacionales.

Otro ejemplo dentro del mundo empresarial en donde también se puede entender el gran error que supone no contar con el cliente fue el del lanzamiento del nuevo sabor de la Coca-Cola allá por la década de los 80 del pasado siglo. Nadie sabe muy bien el motivo, pero a los chicos de Atlanta se les ocurrió cambiar el sabor de la mítica bebida sin testar el nuevo con sus clientes y ni siquiera preguntarles si aceptarían un cambio de calado en este sentido. Como se pueden imaginar el resultado de aquel lanzamiento fue un total fracaso, ya que la empresa trató de expandirse y ganar clientes nuevos sin tener en cuenta la opinión de los que, hasta ese momento, tenía fidelizados. Los ideólogos de la Superliga han caído en el mismo error: trataron de extender el negocio sin preguntar si los fieles de toda la vida del mundo del fútbol les seguirían en esta nueva aventura.

La tercera lección es que cualquier cambio de negocio, y más de la importancia que exigía la Superliga, debe realizarse en un momento adecuado. Y salta a la vista que el elegido por los clubes de fútbol rebeldes no era el indicado. ¿Por qué? Pues porque es difícil encontrar a alguien que, tras meses de confinamientos y en plena pandemia que sigue causando muertos por miles el mundo, acepte ahora transformaciones radicales en cualquier aspecto. Muy al contrario, la aspiración actual de la mayoría pasa por recuperar su vida normal previa al Covid. Por eso el lanzamiento de una competición que lo cambiaba todo y que ponía en peligro la mera supervivencia de los equipos pequeños fue recibida por el respetable con una inusitada hostilidad. Y es que es muy posible que el aficionado (o cliente) del Rayo quiera seguir viendo jugar a su Rayo de toda la vida con el rival que le toque en suerte en Segunda División. Y también es probable que a ese aficionado le dé igual que el Real Madrid se enfrente con el Manchester City doce veces a lo largo del año.

Como es de suponer la historia empresarial también está repleta de jugosos ejemplos de productos innovadores que fracasaron al adelantarse o retrasarse en el momento de su lanzamiento. Si no que se lo digan a Nokia, que cometió el error de no lanzar el smartphone ya que pensaban que el público no estaría preparado para el mundo táctil. Apple demostró a la finlandesa lo equivocados que estaban.

La última enseñanza que las empresas pueden extraer del sonoro fiasco de la Superliga de fútbol es la importancia que supone contar con apoyo interno. Y es que cualquier transformación exige que la totalidad de la plantilla reme en la misma dirección. Pero se ha hecho público que en el caso de la Superliga había importantes reticencias en el seno de los equipos y en sus cuerpos directivos. Incluso había muchos componentes de los clubes que recibieron el anuncio de la Superliga con gran sorpresa porque ni siquiera supieron en ningún momento que se estaba “cociendo” algo de tal envergadura.

Por todos estos motivos que hemos visto a lo largo de estos párrafos, el único fin posible que podía tener la Superliga era el fracaso, al menos de momento. No obstante, las empresas pueden sacar importantes lecciones de esta arriesgada iniciativa. La más importante es tan simple como la de cuidar a los clientes que ya se tienen. Sin ellos, el futuro es bastante inquietante para cualquier empresa debido a la dificultad que supone captar nuevos adeptos a los productos o servicios que se colocan en el mercado.

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