19 oct 2023

Lecciones bien aprendidas de la crisis del petróleo de 1973

La guerra del Yom Kipur disparó el crudo y generó una profunda recesión en Occidente que, por fortuna, no amenaza con repetirse en la actualidad ya que los países han reducido su dependencia energética con la OPEP.

Alex Ordóñez - Colaborador de Asesores de Pymes externo a Cesce

 

El mercado energético cambió de manera radical hace justo 50 años. Entonces el conflicto armado entre Israel y el bloque formado por Siria y Egipto, conocido como la guerra del Yom Kipur, provocó que desde ese momento el barril de petróleo dejara de comprarse a precios de un solo dígito. El motivo de ello estuvo en que la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) dejó de exportar crudo a Occidente por el apoyo que estos países ofrecieron entonces a Israel.

Este recorte provocó que el precio del barril se cuadriplicara en poco más de dos semanas, lo que generó una crisis de suministro energético que duró medio año y que generó una honda recesión en todos los países industrializados. En concreto, el coste del crudo pasó de rondar los 4 dólares a instalarse en niveles en el entorno a los 20, una tasa que perduró hasta bien entrada la década de los 80. A ello contribuyó también la llamada segunda crisis del petróleo que se originó por la guerra entre Irán e Iraq en 1979, dos países productores.

Con todo y pese al fin de aquellos conflictos armados, la realidad es que el crudo jamás ha vuelto a costar menos de diez dólares. De hecho, en 2008 el crudo escaló hasta los 140 dólares, su máximo histórico, como consecuencia de la guerra de EEUU con Iraq.

Actualmente se cumple medio siglo de la guerra del Yon Kippur que cambió el mapa energético para siempre y que tuvo efectos devastadores para las economías de muchos países en Occidente. Sirva como ejemplo que en 1974 la economía de EEUU inició cinco trimestres consecutivos de contracción de su PIB, ya que la crisis energética hizo también que la inflación se disparara hasta superar el 12% en dicho año, el nivel más alto que los precios habían mostrado en el país desde la década de los 40 del pasado siglo. A Europa no le fue mucho mejor y también acumuló un largo periodo de recesión económica y alta inflación.

¿Por qué tuvo consecuencias tan graves el recorte de producción de la OPEP en los 70? Pues simple y llanamente porque los países desarrollados dependían totalmente del crudo que llegaba del cártel. Y el cierre del grifo condenó a las fábricas a parar.

Por fortuna nada indica que la crisis de 1973 pueda repetirse en la actualidad pese a que la guerra en Gaza ya ha provocado un alza en el precio del petróleo que puede ir a más si la OPEP+ (los mismos países que en los 70 más Rusia) vuelven a dejar de exportar su oro negro. De hecho, los pronósticos más negativos dicen que el crudo podría escalar hasta los 125 euros como máximo si Irán entra en el conflicto, lo que conllevaría que EEUU sancionara al país de los ayatolás impidiéndoles exportar su petróleo. 

Pese a ello, las consecuencias económicas no tendrían nada que ver a lo que paso ahora hace 50 años. La razón está en la menor dependencia que las economías desarrolladas tienen del crudo de los países árabes. Para empezar EEUU se convirtió desde entonces en país exportador al invertir en exploración y desarrollar sus explotaciones. Europa, por su parte, ha ampliado sus fuentes de suministro, además de impulsar fuentes energéticas alternativas como las renovables.

Queda así patente que Occidente ha aprendido la lección de la crisis generada a raíz de la guerra del Yom Kippur. Aunque no se puede decir que todos los países lo hayan hecho con la misma intensidad. De hecho, la guerra en Ucrania también ha demostrado la vulnerabilidad que desde el punto de vista energético sigue presentando Europa. Ello permitió a Rusia utilizar el arma del gas para presionar a la UE provocando con ello un incremento de la inflación que ha obligado al BCE a disparar los tipos de interés. Esto ha generado un contexto negativo para la actividad económica que persiste en la actualidad y que la guerra en Gaza puede alargar al menos durante la primera mitad del próximo año, según vaticinan los mercados.

La eurozona está por ello obligada a impulsar su llamada autonomía estratégica para evitar que pueda ocurrir algo que se asemeje a la crisis de los años 70. Una carrera para reducir su dependencia de terceros que no solo se limita al ámbito energético. De hecho, la Comisión Europea también trabaja para impulsar la fabricación de componentes tecnológicos en el territorio. Algo comprensible si se tiene en cuenta que la pandemia también demostró el grave riesgo que supone depender de la producción de terceros países en productos tan sensibles como los semiconductores. 

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