16 oct 2023

El riesgo geopolítico atenaza a la economía y al comercio global

El voltaje geopolítico en Ucrania e Israel y el pulso en el Congreso americano por evitar el cierre de la Administración complican el aterrizaje controlado de la actividad.

Diego Herranz - Colaborador de Asesores de Pymes externo a Cesce

 

La economía mundial y el comercio de mercancías y servicios se tambalean por los efectos de la convulsión geopolítica internacional. No es un elemento de análisis novedoso. Está en las salas de máquinas de las empresas desde la fase disruptiva de las cadenas de valor que se instaló casi sin solución de continuidad desde el inicio del ciclo de negocios post-Covid. Primero por el parón de la actividad y las dificultades de poner en marcha las estructuras productivas tras la epidemia, con posterioridad por la enredada reanudación de las rutas comerciales y la obstrucción logística, a continuación por la escalada de los precios de la energía y el comienzo del conflicto bélico en suelo ucranio y, en la actualidad, por las dificultades de asunción de un periodo de inflación con subidas de tipos desconocidas en cuatro décadas.

Ante estas perspectivas, gobiernos, sector privado, entidades financieras y corporaciones se han puesto a revisar -por supuesto, a la baja- sus perspectivas de ingresos y beneficios. También las instituciones multilaterales se han apresurado a desvelar sus diagnósticos. Peores que los de los dos últimos otoños, ya de por sí, pesimistas. Otra etapa otoñal convulsa, en estado de ebullición, que anticipa un nuevo invierno candente.

El de 2023 hará desaparecer, de no mediar algún acontecimiento conciliador sorprendente en el terreno geopolítico, u otro milagro económico -como el que se ha resistido, hasta el verano, a un desplome de los sectores inmobiliarios a uno y otro lado del Atlántico por obra y gracia de un dinero excesivamente caro para contener las presiones inflacionistas occidentales- cualquier opción de que se produzca un aterrizaje suave de la actividad global.  

La Unctad, la Agencia para el Comercio y el Desarrollo de Naciones Unidas y la OMC, la máxima autoridad comercial del planeta, han salido al unísono a proclamar esta pérdida de fuelle de los flujos comerciales y de la actividad económica. Con un peligro añadido y transversal: la cada vez más divergente creación de riqueza. Entre potencias industrializadas, mercados emergentes y países en desarrollo y entre cada uno de estos bloques de rentas altas, medias y bajas. 

La organización de la ONU proyecta un descenso del crecimiento global del 3% en 2022 al 2,4% en 2024, que se instala dentro de la horquilla que los analistas consideran recesión por el tenue dinamismo internacional y reclama a los foros globales reformas financieras para fortalecer los mercados de capital y a los gobiernos nacionales políticas fiscales dirigidas a la consolidación de las cuentas que contrarresten las maniobras, aún alcistas, de los bancos centrales para frenar la todavía galopante inflación. 

Su secretaria general, Reveca Grynspan, avisa que este cóctel de medidas es transcendental si se quiere evitar una década perdida. “Debemos salvaguardar a la economía mundial de futuras crisis sistémicas”, por lo que “debemos evitar errores del pasado y abrazar agendas reformistas” que sirvan para “equilibrar los déficits presupuestarios, monetarios, productivos [en referencia a las cadenas de valor] y de sostenibilidad”, mediante inversiones que “impulsen la productividad y la creación de empleo”. En este sentido, Grynspan también demandó nuevas regulaciones que corrijan las “profundas asimetrías” que existen en el sistema financiero y en el orden comercial internacionales.

La Unctad comparte con la OMC la preocupación por una economía que se tambalea al ritmo de la geopolítica global. Ambas instituciones temen que la actividad de EEUU, hasta ahora con altos niveles de resiliencia a las tensiones energéticas, de materias primas, inflacionistas y de alzas de tipos desconocidas en décadas, pueda acabar en números rojos. Como los de Europa o a los que se asoma con demasiada habitualidad el PIB de Reino Unido. Mientras China emite más signos de ralentización forzosa. El aterrizaje de los tres bloques comerciales más poderosos del mundo se aventura más brusco de lo esperado antes del verano. 

En medio de una brecha de desigualdad y nulos avances en distribución de la riqueza: en especial entre los países en desarrollo, que sufren los daños colaterales de las políticas monetarias de las potencias industrializadas -todavía con margen para hacerse más restrictivas- al obstaculizarles el acceso a financiación exterior y complicarles sus metas de sostenibilidad. Además de elevar sus niveles de endeudamiento y complicar los servicios de pago de sus deudas soberanas.

A juicio de la Unctad, “la frontera económica” de las naciones de rentas bajas y muy bajas se ha llenado de minas, al triplicarse en el último decenio el retraso o la prórroga de sus obligaciones, turboalimentadas por las oscilaciones bursátiles o sus facturas climáticas.    

Hasta el punto de que los expertos de la Unctad exigen “soluciones multilaterales urgentes” y mecanismos de reestructuración de las deudas soberanas de estas naciones, para evitar que la combinación de tipos de interés altos y debilidades de sus divisas conduzcan a defaults futuros.

En este terreno, también reclama acuerdos en el orden económico mundial que fortalezcan con reglas de juego más eficientes y transparentes el sistema del comercio internacional, en una fase de concentraciones sectoriales, riesgos de decoupling en la globalización y márgenes de ingresos y beneficios empresariales “asimétricos”, con convulsiones en el mercado de materias primas y en la reconversión industrial, más relocalizada y subvencionada, que se está propagando por la práctica totalidad de las latitudes planetarias.

La OMC también ha sacado a relucir esta reordenación del mapa comercial, las tensiones en el orden geopolítico, la persistencia inflacionista y la pérdida de vigor de la actividad en China para alertar de que el flujo de mercancías apenas crecerá ocho décimas en 2023 frente al 1,7% que presagiaban sus analistas en abril. Muy lejos del promedio del 2,6% anual que ha registrado sus tasas desde el credit crunch de 2008 y que ha mermado los intercambios de manufacturas como el acero o el hierro, entre otros minerales metálicos, chips y equipamientos tecnológicos y en el sector alimentario y textil. “La inflación, los tipos altos, el dólar caro y las tensiones geopolíticas restan vigor al comercio y añaden riesgos sobre la seguridad de abastecimiento” de bienes y de servicios, aclara la OMC.     

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