12 ene 2021

La sostenibilidad dibuja una Gran Alianza hacia la transición energética

Las grandes economías concilian sus retos sostenibles por primera vez desde los Acuerdos de París de 2015. Europa, China y la nueva Administración de EEUU ajustan sus agendas.

Buena parte del éxito de esta reconversión en toda regla de los patrones de crecimiento y de las apuestas por la sostenibilidad pasan por las agendas reformistas de los 3 grandes mercados globales: EEUU, Europa y China. Con perspectivas que invitan al optimismo y a la llegada de más países con mayores dosis de compromiso en la lucha contra el cambio climática. Porque Japón, Reino Unido, Corea del Sur o Australia también sopesan objetivos verdes más exigentes. Por vez primera en décadas, pueden confluir sus intereses en materia medioambiental. La UE, que acaba de acelerar las metas intermedias para alcanzar las emisiones netas cero en 2050 -al elevar del 40% al 55% la reducción de emisiones de CO₂ en 2030- lleva la voz cantante. No solo porque la meta volante para finales de esta década sea 15 puntos más ambiciosos que la estipulada hace seis años. Si no porque ha emprendido ya ciertos peajes para que llegue a buen puerto. Entre otros, la venta de 225.000 millones de euros de bonos verdes como parte de sus 750.000 millones de euros del plan de recuperación de la pandemia. Una cantidad que equivale al valor de los activos verdes en todo el mundo en 2019.

 

Bajo los criterios de la estrategia europea, la industria de automoción tendrá que adoptar unos exigentes estándares, sometidos a una nueva regulación, que eliminen de sus utilitarios y de sus vehículos industriales los motores de combustión, con ayudas procedentes de los recursos de la UE para estimular la renovación de la flota de coches del mercado interior -con el eléctrico como piedra angular de la reconversión- así como una partida ingente, de 350.000 millones anuales en inversiones productivas y en infraestructuras, según sus documentos oficiales. “La UE está dando pasos en la dirección correcta”, asegura Simone Tagliapietra, investigador del Instituto Bruegel, un think-tank de marcado acento paneuropeo. “Su objetivo del 55% es una clara señal a los mercados sobre la solidez de la trayectoria climática europea que determinará expectativas e inversiones del sector privado y de los consumidores”, matiza. La firma Rhodium Group resalta esta afirmación de manera contundente. Los 750.000 millones de dólares del plan de rescate de la Covid-19, ligados en su mayor parte a proyectos verdes y tecnología con fines ecológicos, es casi diez veces el montante de los estímulos de otras grandes economías hacia las energías con sello sostenible.

Mientras, en EEUU, el clima favorable a su Green New Deal también ha arraigado. Los expertos creen que la victoria de Joe Biden es la del candidato propenso a actuar decididamente contra el cambio climático. La incógnita durante la cesión presidencial reside en saber los pormenores de una estrategia para la que, al menos, EEUU, el país más contaminante del planeta, destinará 2 billones de dólares. Sin descartar objetivos más exigentes. De hecho, voces como la del analista Anthony Leiserowitz, director del Programa de Yale sobre Cambio Climático, alertan de que “los planes de Biden ahora son de mayor calado y ambición que cuando acontecieron las primarias” de su partido.

En paralelo a la victoria de Biden se han producido ya los primeros movimientos de cambio de lobbies industriales en el Despacho Oval. Los grupos de presión medioambientales sustituyen sin disimulo al de los complejos industriales contaminantes; esencialmente, el sector petrolífero. “Todos, los nuevos foros de influencia y los que están en retirada se preparan para una oleada de legislación nueva, para la era demócrata”, explica Jim Moran, excongresista por Virginia del partido de Biden y ahora al frente de una firma lobista, Nelson Mullins Riley & Scarborough LLP. “Las presiones de nuestros clientes en demanda de explicaciones sobre los cambios políticos que se avecinan en la Casa Blanca crecen cada día”. Y el tsunami demócrata tendrá interlocutores -inversores, industrias y firmas de asesoramiento- convencidos de la causa contra el cambio climático, arguyen.

China también se ha sumado a una mayor conciencia verde. La segunda economía del planeta y la segunda nación más contaminante acaba de incorporarse a los criterios de sostenibilidad para combatir el cambio climático. Bajo unos objetivos aparentemente menos exigentes que Europa, pero que obligan al gigante asiático a recortar emisiones de CO₂ con mayor celeridad que en cualquier otra latitud de la Tierra. La revelación la hizo el propio presidente, Xi Jinping, durante su intervención telemática en la Asamblea General de la ONU: descensos de emisiones de CO₂ a la atmósfera respecto de los umbrales actuales en 2030, con el punto de mira en la neutralidad energética en 2060, podrían parecer un reto nimio, pero, en el fondo, encierran un esfuerzo colosal.

La meta oficial de compulsar emisiones netas cero llegará, si se cumple la hoja de ruta china, con un retardo de diez años sobre la estipulada por Europa. Sin embargo, la planificación del gigante asiático requerirá esfuerzos más decididos, lo que exigirá avances a mayor velocidad de crucero y reformas de más calado para certificar la reconversión sostenible y digital. Y, sobre todo, anticipa su estrategia a la de EEUU, que ha seguido guardando un elocuente silencio en un año, el 2020, excepcional en lo económico por los efectos de la Gran Pandemia. A la espera si Biden, como ya ha avanzado, volverá a situar a su país en la órbita de los Acuerdos de París. Para favorecer, como espera la ONU, que el 80% de los países signatarios de este tratado, suscrito en 2015, cumplan con sus criterios. La declaración de intenciones de Jinping encierra un reto substancial porque sus metas pasan a ser temporales, concretas y oficiales e impondrá en su estrategia inversiones tecnológicas y desembolsos. Incluso instituciones como Brookings-Tsinghua Center for Public Policy avanza que Pekín “podría adelantar a 2025 el punto de inflexión hacia la reducción de emisiones”. En el territorio que expulsa el 28% del CO₂. Jinping aclaró que el compromiso chino no sólo corregirá estos gases contaminantes -los mayores causantes del calentamiento global ocasionados por la acción del hombre y que, en su mayor parte, proceden de combustibles fósiles-, sino que abarca otros carburantes como el metano.

Por si fuera poco, Japón se ha incorporado a la estrategia. Su nuevo primer ministro, Yoshihide Suga, ha inculcado metas más ecológicas a la modesta agenda de neutralidad energética de su antecesor, Shinzo Abe. Y ha impuesto el reto de emisiones netas cero de CO₂ en 2050. Un viraje que los expertos no solo explican por la necesidad de imponer su sello como jefe de Gobierno, sino para adelantarse a los vientos que soplan desde Europa, EEUU y China.

En esta revolución verde internacional también se debe dejar constancia del viraje británico, que adquiere una importancia esencial tras la salida de Londres del club comunitario. El Gobierno tory del premier Boris Johnson no ha querido desmarcarse en este transcendental asunto de la doctrina conservacionista medioambiental de Bruselas. Y acaba de adelantar a 2030 la prohibición de vender coches de gasolina y diésel.

Falta aún rubricar estas potentes sinergias en una Gran Alianza global a naciones altamente contaminantes y de especial peso económico global como Brasil, India, Indonesia, México o Turquía, pero a la que se podrían unir de inmediato o

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