30 ene 2024

La factura del debilitamiento de China en la economía de la UE

El Viejo Continente sufrirá a través de Alemania las consecuencias de la crisis en el gigante asiático que el Gobierno de Pekín ha sido hasta ahora incapaz de resolver, pese a las ayudas millonarias implementadas para impulsar la actividad en el país. 

Alex Ordóñez - Colaborador de Asesores de Pymes externo a Cesce

 

El mundo esperaba con ansia el fin de las medidas restrictivas en China con motivo de la pandemia. Un anhelo compresible, ya que la reactivación del gigante asiático era una gran noticia para el PIB mundial habida cuenta de que estamos hablando de la segunda economía del planeta. Pero la realidad es que la recuperación china está siendo bastante menos vigorosa de lo esperado. De hecho, el país cerró el pasado año con un crecimiento de poco más del 5%, un porcentaje que sería motivo de fiesta nacional en los países occidentales pero que en el caso de uno emergente, como es el caso aún de China, es decepcionante.

De hecho, dicho crecimiento se quedó por debajo de lo esperado por los economistas y confirmó una desaceleración que no es flor de un día. No en vano, China ha pasado de impulsar su economía a dos dígitos a comienzos de siglo a hacerlo en el entorno del 8% durante la pasada década, hasta conformarse con un 5,2% de media durante el último lustro.

Un periodo en el que el Gobierno de Pekín ha tratado de insuflar un oxígeno (en forma de subvenciones y ayudas millonarias para impulsar la actividad) que no ha dado resultados. Buena muestra de ello es el mal desempeño que presentan los principales índices bursátiles chinos, que siguen en negativo, demostrando que las acciones del Ejecutivo de Xi Jinping ni siquiera han podido generar confianza en el mercado y frenar la huida de los inversores, que se están refugiando en la bolsa japonesa.

El motivo que ha llevado a que este tipo de medidas no haya revertido en un mayor crecimiento económico reside principalmente en que no han atacado la raíz de los problemas que lastran al PIB del país. El primero de ellos es la honda crisis inmobiliaria que ha culminado con la liquidación de Evergrande, poniendo fin a la burbuja del país, que hizo que en sus años más boyantes el peso del ladrillo fuera cercano al 30% del PIB. Ahora dicho porcentaje ha caído al entorno del 13%, un porcentaje aún elevado que explica el golpe que para la economía china supone el desplome del inmobiliario.

Por si fuera poco, China sufre un problema demográfico más propio de los países occidentales. Se trata en concreto del envejecimiento de la población tras décadas de restricciones a los ciudadanos respecto al número de hijos que podían tener. Pekín ha puesto fin a esta medida, pero es evidente que pasarán muchos años hasta que se elimine su efecto en la mano de obra.

A estos factores, hay que sumar el intervencionismo del Ejecutivo en las empresas, especialmente lesivo en las tecnológicas, y un factor externo que amenaza con generar graves problemas a un país netamente exportador. Se trata del retorno de las tensiones en el comercio por la guerra en Gaza. Un conflicto que ha provocado acciones de protesta como las protagonizadas por los rebeldes hutíes en Yemen, que atacan barcos contenedores en el Mar Rojo, lo que está generando encarecimientos y retrasos en los envíos que parten de China (y otros países del sudeste asiático) que tienen como destino Europa, principalmente.

Es por ello obvio que los problemas en la ruta marítima entre China y Europa afectan a los países de la eurozona. Pero muy especialmente a Alemania ya que necesita importar de China muchos de los componentes que luego utiliza su industria, un sector básico para la economía germana.

Pero el efecto para Europa de los problemas económicos chinos no se quedan solo en las importaciones. Conviene recordar que el gigante asiático es el primer cliente de las exportaciones alemanas.

Por tanto, el bajo ritmo de actividad económica también reducirá los pedidos que llegan de China. Esto afecta, como decimos, principalmente a Alemania, como evidencia que el país germano cerrara el pasado año con crecimiento negativo. Pero también supone un riesgo para el propio desempeño del PIB comunitario, ya que Alemania es la primera economía de la eurozona. Europa, por tanto, sufrirá durante los próximos años la crisis de China. Un problema que puede ir a más si hay relevo en la Casa Blanca tras las elecciones de este año. De hecho, Donald Trump ya ha anunciado que endurecerá su política comercial con China si vuelve a ser presidente de EEUU.

El regreso de la guerra comercial entre ambas potencias sería muy negativo para China en su objetivo de acelerar su crecimiento económico. Pero todo lo anterior refleja que Europa no será inmune a este impacto. Es preciso, por tanto, que el Viejo Continente tenga en cuenta este escenario peligroso, ya que puede comprometer su impulso económico previsto para 2025, que será cuando se aprecie en toda su magnitud el contexto más favorable para la economía y las empresas que se generará tras los primeros recortes de tipos de interés. Unas rebajas que el propio Banco Central Europeo ha pronosticado que podría iniciar en los meses de verano.

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