12 jul 2022

La energía seguirá pasando factura a la actividad empresarial y a los hogares

El petróleo y sus productos refinados, así como el gas, seguirán en niveles récord hasta que finalice la guerra en Ucrania. Esto genera un contexto de negocio muy exigente para las empresas y daña los presupuestos familiares. ¿Cómo sobrevivir a todo ello?

Las empresas y los hogares sufren desde hace bastantes meses un alza de los costes energéticos que, por desgracia, no tiene visos de detenerse. Así lo indican las previsiones que apuntan a que el petróleo y el gas seguirán mostrando su tendencia alcista actual durante el resto de 2022 y, al menos, el arranque del próximo ejercicio.

No obstante, y con respecto al crudo, las previsiones son muy dispares, lo que es bastante normal en el mercado de las materias primas. De ahí que no sorprenda que dos bancos de inversión (en concreto, JP Morgan y Citi) sitúen la horquilla del coste del crudo entre los 45 y los 400 dólares. Esta enorme diferencia se explica por el escenario diferente que ambas entidades pronostican respecto a la guerra en Ucrania, que es la gran causa de que el crudo se haya encarecido.

Esta brecha de precio hace imposible estimar una cifra seria con respecto al petróleo. De ahí que lo más aproximado que pueda encontrarse son los futuros del crudo del consenso del mercado, y que vaticinan que el petróleo se mantendrá por encima de los 100 dólares (su cotización actual es de 105 dólares el barril) hasta al menos después del verano. A pesar de este descenso, el barril seguirá siendo inflacionista, ya que estará situado por encima de los 80 dólares, que era su precio a inicios de año. Es más, el mercado estima que no será hasta la próxima primavera cuando el crudo rebajará el umbral de los 80 dólares, y empezará a restar en el IPC.

Las empresas tienen que prepararse para que el petróleo siga siendo alcista durante meses, encareciendo con ello su propia actividad. En cuanto a los hogares y el transporte, también hay que prepararse para subsistir ante unos precios récord de los carburantes. Y es que las gasolineras no podrán aplicar en toda su intensidad y a la misma velocidad la futura rebaja del crudo porque una cosa es el petróleo en bruto y otra el producto refinado cuya escasez reduce el suministro de gasolina y diésel. Esto ocurre porque, por desgracia, Europa también depende de Rusia en el ámbito del refino al cerrar 24 refinerías en las últimos dos décadas, quedando a merced de Putin también en este aspecto.

Es por ello seguro que las gasolinas también seguirán siendo costosas, lo que pasará su correspondiente factura a todas las empresas, especialmente a las del ámbito industrial, logístico y de transportes. 

Pero una cosa son los carburantes y otra muy diferente la energía. El problema es que el daño que los precios provocan en este sentido también seguirá presente durante bastante tiempo. La causa será la de siempre: el gas. De nuevo la guerra en Ucrania, y de nuevo el error de depender de los intereses de Vladimir Putin, condenan a la Unión Europea a ser los que más padecen las sanciones que la propia Unión pone a Rusia con el objetivo de presionar al Kremlin para que pare la guerra en Ucrania.

El problema es que esa presión es contestada desde Moscú reduciendo gradualmente el grifo del gas a Europa. Tanto es así que las recientes obras en el gasoducto Nord Stream 1, que une Rusia con Alemania, están siendo vistas por muchos como un anticipo del fin del suministro del hidrocarburo a Europa por parte de Rusia. Como el propio Gobierno español y la Unión Europea han dicho, esto podría generar apagones, lo que pararía en seco la actividad empresarial al tiempo de suponer un grave contratiempo para los hogares europeos de cara al invierno. Con todo, las posibilidades de que dicho apagón llegue a España son más que remotas. La causa está en que nuestro país tiene seis de las 20 regasificadoras que hay en Europa. Esto diversifica internacionalmente la capacidad de suministro de gas, lo que asegura la llegada del hidrocarburo aunque Rusia decida bloquearlo. No se puede decir lo mismo en otros países del centro de Europa, ya que carecen de regasificadoras, lo que les aboca a sufrir apagones. En este sentido, el caso más preocupante es el de Alemania, debido a su importancia en la economía europea.

A pesar de que el riesgo de apagón sea prácticamente nulo en nuestro país, lo que si provocará Putin si decide cortar la llegada de gas a Europa, es el encarecimiento del producto. Esto supondrá un duro golpe a las empresas y a los hogares, ya que mantendrá elevados los costes energéticos. También en este caso España (y Portugal) sale mejor parada que el resto de Europa, gracias a la excepcionalidad ibérica.

Aun así, todo lo anterior deja patente que las empresas deben de prepararse para un contexto en el que los altos precios de la energía se mantendrán, dañando con ello sus márgenes. Las únicas soluciones para sobrevivir a este exigente contexto son dos: subir el precio de los productos o servicios a los consumidores, lo que no siempre es posible, o realizar ajustes.

A cada empresa le toca ahora saber qué camino debe tomar para resistir a la guerra en Ucrania y a su pernicioso efecto sobre el mercado de las materias primas, la energía y los carburantes.

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