25 abr 2023

Así deben cambiar las empresas en Europa para sobrevivir en el futuro

Ya no basta con resistir, las empresas deben dar un paso adelante y reinventarse desde un punto de vista tecnológico, sostenible y de buen gobierno para sobrevivir en un futuro más proteccionista en el que Europa parte en desventaja competitiva con EEUU y Asia

El siglo XXI ha sido difícil para todo el mundo económico y para los trabajadores, con la aparición de diferentes crisis que se han ido casi solapandado en el tiempo, sin dar casi espacio para la recuperación. Pese a este contexto adverso, la realidad es que se puede afirmar que buena parte de los negocios han logrado enfrentarse con enorme éxito a los retos. Lo hicieron en el pasado con la crisis financiera y la de deuda en la eurozona. Y lo siguen haciendo en la actualidad, aunque en menos de tres años se hayan juntado la peor pandemia en siglos, la espiral inflacionista, el cambio climático y una guerra en Europa que ha motivado que los costes energéticos se hayan disparado para la mayoría de las empresas.

Por si fuera poco, desde hace unos meses, los negocios del Viejo Continente se enfrentan a otro desafío que también promete poner las cosas difíciles de cara a los próximos años. Se trata del mayor proteccionismo que se respira en el mundo, pero más especialmente en EEUU y China, que no tienen inconveniente alguno en tirar de dinero público para favorecer a sus empresas en detrimento de la economía de la eurozona. Buen ejemplo de ello es la ley IRA de Joe Biden que está haciendo que muchas compañías de todo el planeta pugnen por acaparar proyectos de renovables en EEUU, restando protragonismo a Europa, que fue el primer territorio que tuvo claro que había que apostar por las energías limpias de cara al futuro.

Por este motivo, la falta de competitividad de los negocios en Europa frente a sus rivales estadounidenses y asiáticos (especialmente chinos, aunque también se debe tener en cuenta la pujanza de Corea del Sur) es el próximo desafío ante el que las empresas ya deben estar preparadas. No en vano, en los últimos años se viene comprobando una tendencia preocupante que no es otra cosa que la de la mayor lentidud de las firmas comunitarias en incrementar sus ingresos frente a sus homólogas americanas y asiáticas. Por si fuera poco, persiste e incluso aumenta  el retraso tecnológico de la economía de la UE frente al resto, con una alarmante escasez de firmas de la nueva economía e innovadoras entre las más importantes del mundo. Esto supone un riesgo añadido, lo que implica que las empresas ya no pueden conformarse con resistir los golpes macroeconómicos, sino que deben aprovechar todos los problemas para explorar nuevas vías de negocio y allanar el camino de cara al futuro.

Hasta ahora, y siempre con excepciones, la mayor rentabilidad de las empresas europeas frente al resto quizá haya sido la razón por la que sus ejecutivos se han limitado a estirar el chicle o a explotar la gallina de los huevos de oro, en vez de invertir para encontrar nuevas vías de negocio.

Pero con eso no basta, lo de la resiliencia está muy bien, pero de cara a los próximos años es fundamental elevar la competitividad, empezando por el ámbito tecnológico, implementando servicios en la nube y explorando los beneficios que suponen innovaciones como la inteligencia artificial, la ciberseguridad, y la automatización. A ello debe sumarse un mayor esfuezo en sostenibilidad y en una mejor gobernanza para convertir en aliados a los clientes y los empleados.

En definitiva, las empresas deben reinventarse para sobrevivir en un mundo de cambios constantes en todos los ámbitos. También entre la sociedad, con unos clientes cuyos hábitos viran con más velocidad de lo que las empresas lo pueden hacer. Un tiempo nuevo repleto de exigencias que requiere respuestas novedosas, que solo llegarán con nuevas estrategia de negocio. De esta forma, los negocios europeos no solo serán capaces de resistir. También podrán mejorar su competitividad para enfrentarse a sus poderosos rivales. Ahora bien, la gran pregunta es ¿cómo hacerlo? Desde ‘Asesores de Pymes’ proponemos cuatro fórmulas que pueden ayudar.

Las personas en el centro de todo
Es cierto que los ejecutivos siempre destacan que los clientes son la clave, que todas sus decisiones se rigen por lo que ellos piden, etc. Pero también es verdad que en ocasiones dichas frases se realizan de cara a la galería. Urge terminar con ello. Si una empresa no sabe cómo es su cliente y, sobre todo, cómo será en el futuro será imposible que sea capaz de ofrecer productos y servicios acordes a sus necesidades. Y también será incapaz de poder producir dichas referencias a unos precios que permitan a la compañía obtener una adecuada rentabilidad.

Innovar, innovar e innovar
Todo cambia, esto está claro. Pero una cosa es prácticamente segura: la sociedad y el mundo será cada vez más digital. Es por ello necesario que las compañías cuenten con un equipo de digitalización o como quieran llamarlo cuya misión consista en modernizar y reinventar el modelo de negocio, adaptándolo al contexto y al futuro mediante la incorporación de soluciones tecnológicas de vanguardia. Pero eso sí, no basta cualquier innovación, sino solo aquellas que permitan mejorar la productividad y la eficacia de la compañía. Es decir, que sean capaces de crear valor.

Sacar provecho de la IA.
La Inteligencia Artificial es una herramienta perfecta en el objetivo del primer punto, alienarse con las necesidades de los clientes.

Acelerar la transición hacia la sostenibilidad
Ser una empresa neutra en emisiones no es que sea positivo para el cambio climático, sino que también es clave para mejorar la competitividad del negocio en el futuro. Y es que cada año que pasa, los combustibles fósiles son más costosos. Basta comprobar lo ocurrido con el gas tras la guerra en Ucrania y los continuos vaivenes del petróleo por las decisiones de la OPEP, lo que hace aconsejable el paso hacia las fuentes de generación renovables que, justamente, van en el camino contrario de ser cada vez más económicas. No en vano, gigantes petroleros de la talla de Repsol o Cepsa están disparando sus objetivos en sostenibilidad porque no son capaces de vislumbar un futuro como el actual regido por las materias primas fósiles.

 

Quizá estos puntos puedan sonar como objetivos a largo plazo cuando la clave está en la supervivencia diraria en un contexto ya difícil por la inflación, las cadenas de suministros o las tensiones geopolíticas generadas por la guerra en Ucrania. Pero la realidad es que es ahora cuando las compañías deben sentar las bases de su supervivencia futura.

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