28 feb 2023

El precio de la energía marcará el futuro de la economía y las empresas en 2023

Los altos precios energéticos y no la guerra fue lo que ha movido a las bolsas a lo largo del pasado año. La persistencia de unos costes asumibles en el gas y el petróleo son, por tanto, las claves a vigilar en el resto del año, ya que serán los que dictarán el futuro del PIB, las bolsas y los negocios.

Recientemente se ha cumplido el primer aniversario de la invasión de Ucrania por parte de Rusia. Un acontecimiento que trastocó todas las perspectivas de la economía y, sobre todo, de los precios. Y es que este conflicto ahondó en las dificultades que la pandemia de Covid había generado en las cadenas de suministro y propició un alza de los costes energéticos que ha sido la clave de la espiral inflacionista que todavía padece el mundo.

Salta a la vista que la gravedad de la guerra es capital, pero no sólo desde el punto de vista de las vidas humanas perdidas o del peligro que supone en el ámbito de la geopolítica. La batalla también ha condicionado el comportamiento de la economía y lo seguirá haciendo ante la falta de un cercano final en la contienda.

A pesar de ello, el sorprendente comportamiento que han mostrado durante este año los mercados permite extraer importantes conclusiones de cara al futuro. Pero vayamos por partes.

El 24 de febrero de 2022 el mundo se levantó conmocionado al comprobar que Vladimir Putin había cumplido su amenaza y había invadido Ucrania, desatando una guerra en el corazón de Europa. Un acontecimiento de una gravedad brutal que sólo supuso una caída de las bolsas del Viejo Continente del 3%. Pero la cosa cambió el 4 de marzo. Entonces el ejército ruso tomó el control de la planta nuclear de Zaporiyia, la mayor de Europa, lo que provocó el hundimiento de todas las bolsas europeas.

¿Qué lección se puede extraer de este comportamiento dispar de los mercados? Pues que la posible crisis energética preocupó a los inversores mucho más que la propia guerra. De hecho, en el último año, las bolsas han tenido otra jornada en las que también sufrieron un importante descalabro, con pérdidas de entre el 5 y el 10% en la mayoría de los índices. En concreto, el 29 de septiembre, justo cuando Rusia decidió anexionarse las regiones ucranianas de Donetsk, Lugansk, Jersón y Zaporiyia, lo que, además, coincidió con el mensaje del BCE de que seguiría subiendo los tipos de interés pese al ya evidente frenazo económico de entonces en la Eurozona.

Ambas noticias dejaron patente varías cosas, que fue lo que provocó las ventas masivas de acciones. La primera que con las anexiones se reflejaba que Europa debería seguir aplicando sanciones a Rusia, lo que tendría el efecto boomerang de seguir incrementado el coste de la energía. Y, la segunda, que por muy mal que estuvieran las cosas el BCE seguiría adelante con su agresivas subidas de tipos, lo que frenaría aún más la actividad. A todo ello se unió también que el invierno se acercaba y con él aumentaba el miedo a la falta de energía en Europa, por el cerrojazo del gas ruso.

Es decir, de nuevo la energía volvía a estar en el centro de todo, demostrando su importancia más allá de la guerra. ¿Exagerado? Nada de eso. Y la mejor forma de verlo es que en la actualidad, más de un año después del arranque del conflicto, todos los principales índices bursátiles europeos ya cotizan en niveles más altos que al inicio de la invasión. En otras palabras, todas las bolsas ya valen más que el día antes de que Putin diera la orden de invadir Ucrania. ¿Quiere esto decir que la guerra ha terminado? ¿Que lo hará pronto? ¿Que lo que ocurra en Ucrania ya no tendrá consecuencias políticas, sociales o económicas? La respuesta a todas estas preguntas es simple: no. El conflicto sigue vigente y su impacto en economía, inflación y vidas humanas también. Entonces, ¿por qué las bolsas valen más que antes?

De nuevo la única respuesta posible es la energía. Desde octubre, los costes del gas y el petróleo y, en consecuencia, de la electricidad y la energía, han caído a niveles perfectamente asumibles para las economías desarrolladas y para sus empresas. Además, el invierno en Europa está siendo menos duro de lo que se preveía y los países han llenado sus reservas de gas. Es decir: ya nadie habla de desabastecimientos y tampoco de un megavatio hora a 300 o 400 euros. Muy al contrario, ahora ronda los 100 euros. Por si esto fuera poco, las perspectivas de los precios de la energía, según los futuros del mercado (el conocido como TTF holandés en el gas o el Brent en el caso del crudo), siguen adelantando unos próximos meses de precios estables sin grandes variaciones.

Si esto llegara a ocurrir, sería un escenario positivo para los negocios, a pesar de la guerra. Así lo reflejan también los mercados (tanto la renta fija como la variable) que han demostrado que pueden vivir con una guerra cronificada en Europa, pero no con un megavatio a 300 euros.

El problema es que los contenidos precios de la energía para los próximos meses no son más que previsiones. Es decir, que luego pueden o no pueden cumplirse. Para que eso ocurra será necesario que las cosas en Ucrania sigan más o menos sin grandes cambios. Y, sobre todo, que no aparezca un nuevo cisne negro que cree tensión en los mercados energéticos. Lo malo es que dicho “cisne” existe. Y, en concreto, se trata de China. Si bien el fin de la política restrictiva de ‘Covid cero’ ha propiciado el despertar de la actividad económica en el gigante asiático, lo que es positivo para evitar que la economía global caiga en la recesión, esto también supone un arma de doble filo. Y es que la mayor actividad en China exigirá un incremento de la demanda energética, lo que puede volver a presionar los mercados de gas y petróleo.

Y si esto ocurre una cosa es segura, algunos no harán nada para resolverlo. Empezando por la OPEP+, que ya ha adelantado que no aumentará la producción para mantener a raya el coste del barril, sin duda por exigencia de Rusia. Además, tampoco se puede esperar ninguna colaboración de Rusia en el tema del gas, ya que, de momento, sobrevive al vender el hidrocarburo a China e India en vez de a Europa, como antes de la contienda.

Por tanto, la posibilidad de que los costes energéticos vuelvan a incrementarse en la segunda mitad del año es real. Las empresas deben estar expectantes en este sentido y prepararse por si la tregua que nos ha concedido la energía desde hace un par de meses tiene menos duración de lo que prevén los mercados financieros.

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